Hoy hace un año que inicié este blog.
Un blog con ideas propias, es raro como yo, por ejemplo no avisa a algunas personas que se han suscrito cuando publico alguna entrada, no deja a todo el mundo dejar comentarios, cuando mi hermano Juanfra me deja alguno ( a él si lo deja) lo publica dos veces....
Pero no he dejado de publicar ninguna semana durante este tiempo, lo que me exige un ejercicio de planificación y de ponerme con el teclado tenga ganas o no.
A veces en una semana he recibido 7 visitas, otras 20 y algunas más de 100 (pocas veces pero ha pasado). Lo me que me ha hecho dudar cuando el contador de visitas se mueve poco, si vale la pena seguir manteniendo vivo este blog con la disciplina que me he autoimpuesto.
Y si, vale la pena, porque aparte de estar haciendo algo que me enriquece, me han hecho saber que soy capaz con mis palabras de emocionar, o de dejar a quien me lee con ganas de que llegue otra semana, para ver que va a pasar con la historia que esté contando en ese momento. Y aunque sean a veces pocas visitas, me he dado cuenta de que los números no son realmente los que me importan.
Seguiría escribiendo aunque fuera para una persona, mientras piense que puedo compartir algo que valga la pena.
Así que amenazo con seguir mientras no me falten las ganas.
Este blog es como muy íntimo, básicamente mis lectores son: parte de mi familia, mis amigas del alma (paciencia que ya la semana próxima se sabrá quien manda los anónimos) y hasta mi homeópata de cabecera, Juan.
Supongo que algún despistad@ a quien no le pongo cara también me leerá.
Para tod@s gracias mil por acompañarme en esta aventura. Como ya dije, amenazo con seguir y los espero detrás de la pantalla.
Feliz Navidad, que a pesar de este año que nos ha golpeado, seguimos latiendo y aprendiendo a valorar lo afortunad@ que somos.
¿Quién será? Capítulo VI.
El silencio de Jose ante el último anónimo fue más revelador que cualquier excusa que se hubiera atrevido a inventar. Cosa que no hizo, se refugió en el silencio.
Yo soy persona de temperamento pacífico, enseñé a mis hijos que para defendernos tenemos las palabras, pero en esos momentos mi puño derecho, como si fuera ajeno a mi cuerpo, se estampó con fuerza en la nariz de Jose.
Desconcertada por mi reacción, descubrí que sabía dar un puñetazo. Y vaya si sabía, así lo indicaba la nariz sangrante de mi marido.
Al fin reaccionó confesando la verdad, era con mi hermana con quien había tenido el lío.
Según él, Carmen lo llamó un día para quedar con la excusa de hablar sobre la situación que estábamos atravesando como pareja. Le dijo que podía actuar como mediadora para intentar solucionar lo nuestro. Y el iluso de Jose picó. Se vieron en un bar y Carmen no dejó que Jose tuviera en ningún momento el vaso vacío.
Despertó al día siguiente en la habitación de un hotel, en la cama con Carmen y con la resaca del siglo.
Carmen le dijo que no quería una relación sentimental, que por ahí no iban los tiros, pero que pensaba seguir acostándose con él cuando se le apeteciera a ella. Lo amenazó con contármelo si se negaba.
No voy a excusar a Jose, lo hizo mal, tenía que haber cortado esa situación desde el primer momento, pero conozco la forma de actuar de mi hermana. Estoy segura que lo único que quería era que la inseminaran. Y el que tuviera que ser con mi marido explica el tipo de persona que es.
Jose no paraba de llorar pidiéndome perdón, pero le dije que hiciera sus maletas, no quería vivir con él.
Seguía furiosa, quería venganza. Cogí el coche para ir a casa de mi hermana, pero lo pensé mejor, seguro que con recochineo reconocería los hechos y se quedaría tan ancha.
Le gusta ser el centro de atención, como en la canción quiere ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. No le iba a dar ese gusto. Sencillamente decidí pasar de ella para siempre. No necesitaba ese lastre en mi vida. Era la mejor bofetada que le podía dar.
Me quedaba Susana, sabía que a esa hora no estaría, cogí la llave que tenía de su casa y allí que me instalé a esperarla, mientras la rabia me devoraba. De mi hermana me podía esperar cualquier cosa, pero de ella no.
Susana la perfecta, con sus convicciones religiosas, su ayuda a los demás.
Mintió para que echáramos a la niñera, espió a mi marido sin advertirme de lo que estaba sucediendo a mis espaldas...
¿Qué juego sucio había estado llevando conmigo? ¿A quién se lo había estado contando todo?
Mientras la esperaba en su propia casa con los 3 anónimos a mano para restregárselos, no sé qué me pasó por la cabeza que perdí la cordura por minutos.
Tijeras en mano me dediqué a destrozar los rollos de tela que tenía para su trabajo, tiré la máquina de coser repetidamente al suelo hasta que perdió su forma. Hay que ver lo que dan de sí unos pocos minutos.
Algo más calmada me senté por fin a esperarla, ya no tardaría en llegar y me juré que no saldría de aquella casa hasta que no me diera las respuestas que necesitaba.
Cuando al fin Susana llegó, se extrañó de verme allí y cuando vio el desastre, pensó que alguien había entrado a robarle o lo que fuera.
Pero con una tranquilidad que no sé de donde saqué, le dije que había sido yo y le exigí que leyera los malditos anónimos que me habían destrozado la vida.
Ella después de leerlos se quedó en schock, su cara se volvió tan roja que parecía a punto de explotar.
Con mucho gusto le planté dos buenos bofetones para que reaccionara.
Le dije que no saldría de allí hasta que no me dijera porqué había actuado así y a quién le había ido contando sus desatinos.
Solo atinó a balbucear pidiendo perdón. No me lo iba a poder explicar porque ni ella misma sabía los motivos. Que si al enviudar mentalmente se desequilibró, que si yo había sido su única amiga... un discurso vacío que no me caló.
Y de repente todo lo que dijo me dio igual. Aquella loca se había metido en mi vida, pero ya me encargaría yo de sacarla.
Cuando me levanté para abandonar aquella casa para siempre, le pedí una última cosa, que me dijera a quién le había contado sus tropelías para saber quien se escondía detrás de aquellos anónimos.
Ella juró y perjuró que no se lo había contado a nadie, que la única amiga que había tenido había sido yo.
Entonces le grité enfadada:
-¿Y cómo lo explicas? ¿Otro misterio místico cómo la concepción de la virgen?
Y fue cuando Susana desmayada cayó al suelo. Me percaté de que respiraba, así que muerta no estaba. Ahí te quedas, me dije sin remordimientos. Como sabía donde guardaba las llaves de mi casa las cogí y salí para no volver nunca más.
Continuará.
Hola hermana! Vaya historia.....tienes mucha imaginación para poder crear tanto, tanto misterio; estás hecha una escritora de primera. A ver si otra vez se duplican otra vez mis comentarios.
ResponderEliminarBesitos
Mira! Esta vez no me ha pedido la cuenta de Gmail ni la contraseña y tampoco se han duplicado mis comentarios
ResponderEliminarLo que yo digo, que este blog tiene ideas propias, jjj.
ResponderEliminarLa próxima semana sabremos quién se esconde detrás de los anónimos.
¿Quién será?