jueves, 6 de mayo de 2021

Buscando el crimen perfecto. Capítulo II.

Debo reconocer que cuando Lidia me dijo por teléfono que se había atiborrado de pastillas dudé. Estuve tentada de no hacer nada al respecto, pero me dije que mejor no precipitarme, yo era una aprendiz y me quedaba una vida por delante para ir perfeccionándome en mis análisis y acciones.
Tras el intento de suicidio de Lidia gané muchos puntos, todos me veían como la salvadora. Fiel a mí  misma, seguí escondida bajo mi imagen de timidez y humildad.
Lidia me decía agradecida que me debía la vida, que había sido imbécil al hacer lo que hizo por el palo que le había dado Alfredo. Este abrumado por los acontecimientos que lo señalaban como el malo de la película, terminó por cambiarse de instituto.
Me convertí en una chica popular, aunque yo seguía fingiendo bajo la personalidad que me convenía.
Pensé que no debía llamar la atención y estuve un tiempo sin provocar ninguna situación. Me moría de ganas de seguir manipulando y estudiando la naturaleza humana, era adictivo, pero con buen criterio aparqué por un tiempo mis ansias.
Terminé el instituto con notas inmejorables y me decidí por Psicología para ir directa a lo que me interesaba, pues si elegía Psiquiatría debía cursar medicina más la especialización y yo estaba ansiosa por recorrer el laberinto mental humano.
El nuevo camino universitario me tentaba, gente por conocer, ocasiones nuevas para seguir con mis maquinaciones.
Seguí aprovechando mi imagen de joven ingenua, inocente y tímida. Para ello continué con mi forma de vestir nada llamativa, con ropa holgada, a lo que añadí unas gafas y la costumbre de acudir a la Facultad con una coleta que recogía mi larga melena. Aunque sin destacar me seguía relacionando bien con la gente y me daba cuenta de que por mi aparente fragilidad todos me querían adoptar, como amiga, como alumna, como novia...
Yo me dejaba querer mientras planeaba en mi interior, necesitaba la adrenalina que me producía alterar las vidas ajenas sin que nadie se percatara. 
Lo de separar amistades y parejas ya lo había experimentado, necesitaba algo nuevo que me proporcionara más placer. Era como si internamente me impusiera subir de nivel.
Estuve observando unos meses, hasta que encontré a  mi próxima víctima.
El elegido fue un profesor, Lucas. 
Me llevó un tiempo decidirme, no quería uno que cayera fácilmente bajo mi influjo, no, entre más difícil mejor me lo pasaría.
Lucas impartía "Psicología Social", era un tipo serio, formal; no se relacionaba con los alumnos sino para lo puramente educativo. No se apuntaba a ninguna salida extra para confraternizar con el alumnado, hermético con su vida personal. Era un hueso difícil de roer, justo lo que yo necesitaba.
Era un hombre físicamente atractivo, por lo que no le faltaban chicas que lo intentaban seducir con sus faldas cortas y sus escotes, pero no parecía vulnerable a los encantos femeninos de sus alumnas, no se podía decir lo mismo de todos los profesores y por eso lo elegí. 
Con paciencia conseguí destacar en su asignatura, fui la única en sacar sobresaliente en su materia. Sabía que eso me daba identidad ante él. Ya no era solo un nombre en una larga lista.
Por supuesto lo busqué en internet y solo encontré reseñas académicas, nada de su vida personal. Eso ponía las cosas más difíciles, pero también me motivaba más.
Un día en clase me felicitó por mis calificaciones y me propuso participar en un estudio que realizaba anualmente, la oportunidad se la brindaba al alumno o alumna con mejores notas. Casi sin mirarlo le dije que tendría que ver que me cuadrara con mis cosas, no quería ponerme bajo su tutela sin más. Todavía no tenía información sobre su vida personal y para que todo saliera bien yo debería tener el sartén por el mango.
Dejé pasar una semana y finalmente le pregunté si existía la posibilidad de que participara en su estudio online, que andaba mal de tiempo y de esa forma me sería más fácil. Contestó que no era lo habitual, pero que se podría probar.
De esa forma yo imponía mis reglas, además de no darle a entender que estaba loca por tener contacto con él.
Nos intercambiamos nuestros correos electrónicos y aplicada comencé con su estudio.
Pasado un mes ya el cuerpo me pedía acción, tenía que avanzar con mis planes.
Yo sabía que coche conducía y donde lo aparcaba habitualmente, además de conocer sus horarios de entradas y salidas. 
Un jueves aparqué  mi coche delante del suyo.
Yo acudía a la universidad en un destartalado 4 latas azul del año de la reconquista, aunque tenía otro coche nuevo, me convenía que en la universidad me vieran con aquel penoso coche. Todo lo que añadiera a mi imagen vulnerabilidad me venía bien.
Cuando vi que Lucas se acercaba, abrí el capó de mi coche y con intención me maché la cara de grasa. Estaba excitada sabiendo que iniciaba otra fase con él.
Como había previsto, Lucas al verme en aquella situación se me acercó y me preguntó si necesitaba ayuda, con los ojos humedecidos le dije que mi coche acababa de fallecer y llegaba tarde al hospital donde tenía que pasar la noche con  mi abuela. Que había llamado a la grúa y se encargarían de dejar el coche en el taller.
Atento me dijo que si quería me alcanzaba en su coche, yo bajando la mirada le dije que si no fuera por las circunstancias no me atrevería a molestarlo, pero insistió y yo, aparentando vergüenza accedí.
Dentro de su coche me bastaron segundos para hacer una inspección ocular, estaba limpio y ordenado y lo más importante, tenía la foto de un niño que se le parecía mucho. Tenía que ser su hijo, aunque no tenía a la vista ninguna foto femenina. ¿Separado quizás? Bueno, ya lo averiguaría.
Durante el trayecto al hospital me habló del trabajo en el que participaba, me dijo que entendía que no tuviera tiempo  y lo estaba defendiendo bien informáticamente, pero que lo ideal sería que nos viéramos para ultimar los detalles que nos faltaban antes de la presentación.
Le dije que entre los exámenes y cuidar de mi abuela casi no tenía tiempo libre, pero que si le venía bien el próximo día me podría quedar un rato después de clase.
Le pareció bien. 
Cuando llegué al hospital le di las gracias casi tartamudeando y por primera vez lo miré a los ojos.
En su mirada pude ver el sentimiento de protección que le inspiraba mi persona.
Ya en la calle llamé a la grúa para que fuera a retirar mi coche del recinto universitario y lo llevara a mi casa, había que cuidar cada detalle. Cogí un taxi y me sentí como dentro de un cuento.
Lo que no sabía Lucas era que el lobo era yo.

Continuará.




 







4 comentarios:

  1. Esta chica es mala como la Quina pero me gusta, uff me tiene atrapada. Besos amiga.

    ResponderEliminar
  2. ¿Se hará buena la mala?
    Gracias, no sabes lo que me animan tus palabras para seguir escribiendo y maquinando con los personajes, este último salió perverso, pero me está gustando cambiar de registro.
    Un beso enorme amiga.

    ResponderEliminar
  3. Hola Hermanita! Pues sí que es perversa la señorita.
    Besotes y abrazotes grandes

    ResponderEliminar
  4. Jaja, nos salió mala la protagonista. A ver qué va pasando.
    Igual de grandes para ti mis besos y abrazos.

    ResponderEliminar