El veneno de la escritura volvió a correr por mis venas, las techas del ordenador de nuevo eran mis aliadas. Escribía y escribía dejándome llevar, disfrutando como al principio de mi carrera.
Cogí la costumbre de salir al balcón a escribir para no sentirme asfixiado por el confinamiento en las horas en que suponía que mis vecinos no acudirían, para estar libre de interrupciones. A veces aparecía Cristóbal y si me veía concentrado en la escritura no me molestaba, a no ser que no tuviera tabaco, claro. Pino lo mismo, me dejaba a mi aire si me veía enfrascado, aunque en el fondo deseaba que me interrumpiera y Adrián iba a su bola, con los auriculares puestos parecía estar en otra galaxia.
Iba avanzando en la nueva novela y estaba contento, seguía sin tener claro un final, pero decidí seguir el consejo de Cristóbal, no agobiarme, dejarme llevar.... y estaba funcionando.
Una noche que ya había dado por terminada mi jornada de escritura, volví a oír los ya conocidos sonidos de las pinzas de la ropa al chocar contra la puerta de mi balcón, pensé que quizá fuera Pino, instintivamente pasé las manos por mi cabeza con el propósito de peinarme. Pero mi gozo en un pozo, era Adrián.
-¡Eh tocayo! Necesito un favor.
-¿Qué quieres que te compre? ¿O tienes hambre?
-No, es otro tipo de favor.
-Dispara.
-Pues que Dunia la profe de lengua, harta de escucharnos quejarnos por tener que estar encerrados, nos ha puesto un trabajo sobre un libro. Y es a ver si me puedes ayudar.
-Bueno, si lo conozco te podría ayudar. ¿Qué libro es?
-El diario de Ana Frank.
-Pues mira, lo leí hace mucho tiempo y la verdad es que impresionó, genial la idea que ha tenido la profesora. ¿Y qué duda tienes?
-No si dudas dudas...., es que no se me apetece leerlo, seguro que es un tostón, como tú eres un tío enrollado, y lo has leído seguro que no te cuesta nada hacerme un trabajo de 3 folios.
Adrián no se había percatado de la silenciosa salida de su madre que atenta lo escuchaba todo, me hizo señas para que no la delatara y le soltó un capón en la cabeza mientras decía:
-¿Necesitas otra contestación? Ponte a leer el libro ya o te quedas sin ordenador. El chico protestando por lo bajo nos dejó solos y Pino y yo pudimos soltar la carcajada que habíamos reprimido delante del adolescente.
Aproveché para decirle que justo esa tarde me habían traído los libros que había pedido para ser entregados en mi dirección. Contestó que se pasaría en un rato, aprovechando que padre estaba enfrascado viendo una serie de gangster que lo mantendría entretenido un par de horas.
¿Cuánto sería para ella un rato? ¿El suficiente para ducharme, afeitarme, hacer la cama, recoger la loza, pasar la aspiradora, ventilar la casa y esconder la basura?
Entré aterrado, la verdad es que me había vuelto un poco descuidado con esas tareas... bueno, un poco mucho, pero no había tiempo para pensar, solo actuar. Prioridades me dije: ducha y de lo demás lo que diera tiempo.
Me estaba preguntando que resorte hacía saltar en mi interior aquella mujer para tomarme tantas molestias, cuando llamó a la puerta.
Traía una buena botella de vino. Por los favores, me dijo sonriendo.
Estuvimos charlando mientras degustábamos su regalo, me agradeció la compañía que le hacía a su padre, al parecer estaba más chulo que un ocho después de recibir mi libro dedicado, estaba encantado y yo de que así fuera, aunque directamente Cristóbal no me lo manifestara.
Una cosa llevó a la otra y como quien no quiere la cosa le pregunté por el padre de Adrián, así supe que había sido el típico amor de verano, que el susodicho era un chico argentino que pasaba aquí unas vacaciones. Se enteró de que iba a ser padre cuando se encontraba de regreso en su país. La cosa no fue a más, pero se responsabilizó como padre en la distancia, cuando podía venía a ver al chico, aportaba económicamente y tenía contacto por internet con su hijo prácticamente a diario.
Como en una película mala le derramé sin querer vino en su blusa, blanca por más señas, Pino con una naturalidad que me dejó con la boca abierta se la quitó y pude regodearme en sus redondeces, mientras me repetía interiormente que a mí lo que me gustaban eran las mujeres delgadas, aunque no podía dejar de mirarla hipnotizado.
Y sencillamente pasó, poco importa quién dio el primer paso, el caso es que terminamos enredados en la cama que apresuradamente había hecho un rato antes.
Pino me arrebató con su voluptuosidad, sus rotundas formas me enfebrecieron y tuve que reconocer que tenía un estereotipo mental erróneo en cuanto a los kilos de más en una mujer. Y me gustó que ella no mostrara indicio alguno de complejos por su anatomía. Había sido una experiencia sorprendente y placentera. Seguimos charlando en la cama tan a gusto cuando el ya habitual golpeteo de las pinzas contra la puerta de mi balcón nos sobresaltó.
Pero por primera vez me hice el sordo y no salí.
Continuará.
Ay ay esto se pone bueno, que pasará? Tendrán una relación Pino y el escritor o habrá sido un simple calentón ���� esperando con ansias el último capítulo
ResponderEliminarBesos amiga ������
Jajaja, voy a tener que dedicarme a los relatos eróticos.
ResponderEliminarEn el último capítulo se sabrá, imagina aquí el emoticono de la carita giñando el ojo, que desde aquí no puedo ponerlos.
Un abrazo amiga, gracias como siempre por tu compañía lecturil.
Hola Hermana! Vaya cara la de Adrian, jjj. Con Pino hay tema pero tema. Terminarán enrollados? Ya veremos, jjj.
ResponderEliminarBueno Hermanita, cuídate mucho. Besotes y Abrazotes Grandes.
Hola hermano mayor, ya solo queda un capítulo para ver que pasa con la parejita, a seguir leyendo, jajaja.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Juanfra.