El adoctrinamiento de Luz no daba los resultados que buscaba, llegué a pensar que quizá no hubiera maldad en su interior.
Esa conclusión me desinfló, ¿cómo era posible con los genes heredados y con mi forma de educarla? Pero me tenía que rendir ante la evidencia de su carácter.
Lejos de tirar la toalla me propuse que por lo menos no fuera una pánfila, guardaba la esperanza de que las semillas plantadas en su interior germinaran algún día.
La animé a que invitara a su amiga Jacke a pasar una semana con nosotras en las vacaciones escolares. Tenía que ver con mis propios ojos como interactuaba con otros personas.
Si Luz estuvo contenta con mi propuesta no lo demostró, pero la invitó y no perdí tiempo poniendo una cámara que grabaría, sin que las niñas lo supieran, sus conversaciones y juegos.
Me metí en el papel de madre amorosa y buena anfitriona, aunque Luz evitaba compartir su tiempo conmigo. Bueno, algo es algo, me dije ante la reacción de mi hija. Quizá todavía quedaban esperanzas.
En una de las conversaciones grabadas me sorprendió la reflexión de Luz . Las chiquillas hablaban sin parar y Jacke le dijo que tenía una madre "guay", a lo que mi hija contestó que no era cierto, que su madre no sabía querer a nadie.
Aquella certera reflexión me dejó anonadada, ¿cómo era posible qué mi hija siendo tan pequeña me hubiera calado?
No sé por qué, pero me fastidió, mucho. Además, me empezaba a aburrir ver a aquellas dos pasándolo bien juntas, así que me dediqué a incordiar, a crear desconfianza entre ambas. Metía los juguetes de una en la mochila de la otra, como no quiere la cosa le preguntaba a mi hija si se había orinado en la cama por la noche, le decía a una que la otra le tenía envidia y viceversa. Fue tan fácil ver el recelo en sus ojos..... Finalmente Jacke pidió volver a su casa antes de tiempo.
Mi hija volvió como siempre a su mutismo, a hablarme lo justo y necesario, pero dócil como siempre no se atrevió a hacerme ningún reproche. Eso si, no volvió a invitar a ninguna amiga a casa.
Sin casi darme cuenta Luz llegó a la adolescencia.
Esperé ansiosa que ese período explosivo alterara a mi hija, que la maraña hormonal la hiciera saltar en algún momento, que tuviera el coraje de enfrentarse conmigo; yo le seguía ofreciendo motivos para ello cada vez que veía la ocasión, pero nada. Siguió siendo la misma, sumisa, callada..., me aburría.
Se convirtió en una chica guapa, con un cuerpo generoso que le podría brindar mil oportunidades de manipular al género masculino. Pero no tenía lo que había que tener para llevarlo a cabo.
Qué desperdicio más grande.
A los 17 años se enamoró, comenzó una relación con un chico de su edad.
Sabía que salía con él, pero nada más, no me contaba nada.
Cansada de tanto misterio le dije que seguía siendo menor de edad, que si quería que le permitiera seguir con aquella relación al menos me lo presentara, que como madre tenía todo el derecho del mundo de saber con quién se relacionaba mi hija.
A regañadientes accedió y el chico comenzó a venir a casa.
Una tarde vino Eduardo, así se llamaba, sin contar con que Luz no se encontraba en casa.
Yo no lo había planeado, pero supe que tenía otra oportunidad de sacar a mi hija de quicio, a ver si por fin reaccionaba ante algo y me demostrara que tenía sangre.
Qué fácil fue seducirlo, el típico tópico de la atracción del joven ante la mujer madura y experimentada.... Cierto que yo lo incité, pero cayó en la trampa sin dudarlo. Yo sabía sobre qué hora regresaría mi hija, así que el juego erótico duró lo justo para que llegara y nos encontrara enredados en el sofá del salón.
Se nos quedó mirando con lágrimas silenciosas, no dijo nada. Parecía la amargura petrificada.
Eduardo se fue sin intentar excusarse, se ve que no estaba tan enamorado como mi hija.
Al ver que Luz seguía de pie, muda, sin reacción alguna, no me pude contener.
"¿Lo ves? Habías elegido mal, gracias a mí descubriste la clase de persona con la que estabas saliendo, siempre te he dicho que no puedes confiar en nadie.
Por Dios, dime algo, insúltame, dime que soy la peor madre, pero reacciona por una vez en tu vida".
Su respuesta volvió a ser el silencio, la nada....
¿En qué había fallado? Pasé 17 años de mi vida intentando moldear su espíritu en vano, tanta planificación que no llegó a ninguna parte me hacía sentir fracasada.
Ya nada tenía sentido, me rendí sintiendo la rabia invasora que empezó a producirme unos terribles dolores de cabeza.
Esa hija mía no me iba a dar nunca ni la más mínima satisfacción, aunque debo reconocer que me sorprendió el mismo día que cumplió los 18 años.
Con sus maletas preparadas me dijo que trabajaría para seguir costeando su carrera de veterinaria y que se emancipaba.
Y sin más se fue.
Han pasado unos años y vivo sola en esta casa enorme que no guarda recuerdos felices; mi hija apenas responde cuando la llamo para preguntar por su vida.
Y estos dolores de cabeza cada vez más frecuentes que me inhabilitan, se unen a la desesperación del fracaso.
Fracaso, que palabra tan demoledora.
En eso me he convertido, soy una fracasada.
Ya no tiene sentido continuar con este diario, hasta aquí llegué.
Continuará.
No me creo que no haya una reacción por parte de Luz, igual sólo está esperando el momento.....vamos a ver qué pasa😘😘
ResponderEliminarLa próxima semana en el último capítulo se verá si la mala malísima se hace buena o a saber qué pasa.
ResponderEliminarGracias amiga por tu constancia. Un besote.