jueves, 28 de octubre de 2021

El cartero. Capítulo V.

 Fui casi feliz durante mi primera época de cartero, estaba a gusto con el trabajo y la mayor satisfacción me la daban las personas a las que les llevaba su correspondencia. Siempre había un ratito para saludar, para oír las penas ajenas que se aliviaban al convertirse en palabras. Pero no todo era escuchar tristezas, no, compartían sus buenas nuevas y los últimos chismorreos vecinales, no es que esos cotilleos me interesaran, pero sabía que esos minutos que dedicaba a oír a esas personas les hacía bien. 
Y digo casi feliz porque me faltabas tú, además, te había llamado un par de veces al colegio mayor donde te quedabas sin que me devolvieras las llamadas y empezaba a preocuparme tu silencio. 
Pasaba a menudo por la tienda de muebles de los padres de Lali a dejar correspondencia, ya Lali trabajaba allí como contable y aunque sin entretenerme mucho, nos daba tiempo para tomarnos un café. Yo alguna vez le preguntaba por ti y me decía que estabas liada con los estudios.
Un día que estaba organizando la correspondencia que debía llevar precisamente a ese negocio, me llamó la atención una carta.
El corazón se me agitó cuando reconocí tu nombre en el remitente, Cecilia, con aquellos casi imperceptibles corazones que coronaban las "ies". Era una carta que le mandabas a Lali.
Muy extraño, yo sabía que ustedes hablaban a menudo por teléfono, ¿qué sentido tenía enviarle una carta? Algo te estaba pasando, Cecilia, algo malo.
La carta me quemaba entre las manos y sin pensar en ningún tipo de consecuencias morales o legales la abrí. Yo era cartero, ya se me ocurriría algo para que Lali no sospechara de mi deslealtad. 
Mis ojos ladrones se encontraron con lo siguiente:
"Querida Lali.
Te extrañará que haya elegido este medio para comunicarme, pero sé que si te cuento por teléfono mis penas no pararé de llorar y necesito el desahogo de saberme escuchada, leída en este caso, por mi mejor amiga.
Sé que no te va a extrañar, algo intuías aunque no me lo dijeras con todas las letras, pero no hacía falta, yo notaba que mi relación con Mario te producía cierto resquemor, que temías por mí, y no te equivocaste amiga.
Está casado y con tres hijos. ¿Te lo puedes creer? Si claro, algo sospechabas, la única ingenua estúpida que no recelaba de sus continuas excusas he sido yo. Ciega que estaba, de amor pero ciega.
Me da tanta rabia haber caído en esta burda situación que me dan ganas de pegarme, ¿se puede ser más patética? Yo, que me tenía por una persona segura emocionalmente me veo envuelta en la trampa en la que han caído tantas y tantas mujeres durante generaciones. Es vergonzoso. 
Y lo peor es que las explicaciones que me da, son las mismas que los hombres en esa situación han utilizado durante años y años.
Que si se casó obligado porque su mujer estaba embarazada, que si no la quiere, que si sigue con ella es por los hijos, que por mí está dispuesto a separarse pero necesita tiempo, bla bla bla.
De entrada lo mandé a la mierda, pero sigue insistiendo con sus llamadas y visitas, cada vez me resulta más difícil controlarme para no ceder, porque estoy enamorada de ese hombre hasta las trancas. Me temo que no tendré la fuerza necesaria para negarlo por mucho tiempo.
Necesito alejarme o no podré responder de mis actos con ese canalla que me ha abducido, debo volver a ser yo y en estas circunstancias me parece imposible. Temo por mi rendimiento académico, pero debo alejarme un tiempo o ese hombre va a ser mi perdición".

Terminé de leer aquella carta como si anduviera sobre brasas ardiendo, estabas sufriendo por culpa de un don Juan de pacotilla. No lo soportaba, me dieron ganas de coger un avión e ir a buscarte para alejarte de tu pesadilla. 
Al mismo tiempo, mi propia pesadilla al haber violado correspondencia privada comenzó a pasarme factura, yo no era mejor que aquel tipejo. 

Continuará.











2 comentarios:

  1. Las cosas que a veces es capaz de hacer uno por amor sin pensar en las consecuencias.....pobre chico, esperemos que no vaya muy mal, me cae bien el chaval. Besos amiga😘😘😘

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  2. A ver si esto no termina en culebrón, jjj.
    Un abrazo Astrid.

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