Aquel primer premio conllevaba -aparte de la publicación de mi primera novela-, que me diera a conocer a través de firmas de libros, ferias y todo lo que a Pepa se lo ocurriera para exprimir a su gallina de los huevos de oro. O sea, a mí.
Aquí debo explicar que cuando pisé por primera vez las oficinas de mi amiga editora y la saludé con un "qué tal Pepona", me respondiera con un "llámame Pepa, cuando se trate de negocios olvida que somos amigos, Pepona te lo reservas para el ámbito personal".
Me resultó difícil en ese momento comprender que debería separar a la amiga de la editora, pero con el paso del tiempo entendí que era lo mejor, así cuando me sacaba el cuero en el contexto laboral la amiga seguía a resguardo de nuestras trifulcas.
El libro se publicó con muy buena acogida, todos querían conocer a aquel desconocido que se había hecho con el ansiado premio Planeta.
Yo estaba como en una nube, intentando asimilar el vuelco que había dado mi vida.
Marisa me animó a pedir una excedencia en el banco para dedicarme de lleno a la escritura, Pepa me apremiaba para que entregara una nueva novela, mientras Pepona nos visitaba como si no tuviera nada que ver con la persona que me volvía loco con sus insistencias.
Por entonces Marisa y yo ya vivíamos juntos. Ella seguía inmersa en su empeño por abrirse paso en su entorno laboral y yo que me dejé convencer, pedí la excedencia y me dediqué exclusivamente a mi nuevo oficio de escritor.
Todo era nuevo para mí. No sabía el mucho tiempo que debía emplear en "hablar de mi libro", tiempo que me restaba para sumergirme en una nueva novela.
Disciplina, me decía Pepa. Ponte unos horarios para escribir y cúmplelos. Que las musas te encuentren trabajando cuando te visiten.
Y así fue, convertí una habitación de la casa en despacho, encerrándome durante horas inmerso en el nuevo libro y ajeno al mundo real.
Por si fuera poco, Marisa quedó embarazada. No lo habíamos planeado, por lo que cuando me lo dijo pregunté qué cómo era posible.
-Es posible porque una semillita que implantó una abejita fructificó. Por Dios Mateo, pareces gilipollas, a lo mejor tiene algo que ver con que follemos.
Me saca de quicio cuando habla de una forma tan ordinaria y se lo recrimino, aunque esa vez tuve que admitir que se lo había puesto en bandeja con mi pregunta.
-¿Y qué vas a hacer?
-Ponerme gorda coño, baja de tu nube de escritor y céntrate en lo que te estoy diciendo.
-Vale Marisa, deja que me haga a la idea....
Pero bastó con ver su mirada para sentir una emoción nueva que me inundó.
Nos abrazamos y no hicieron falta más palabras, ya tenía bastante con las que llenaron mi cabeza: voy a ser padre, qué ilusión, ¿sabré hacerlo bien?, ¿eso cómo se aprende? ojalá sea un niño, le leeré cuentos, ¿y si no nace sano?, ¿tendré tiempo para cumplir con mis horarios? VOY A SER PADRE.
A la semana ya me había hecho a la idea y pasé por la editorial de Pepa para tratar algunos asuntos.
-Mateo, tengo que decirte algo.
-Me lo puedo imaginar, que quieres el borrador para ayer.
-No, es personal. Perdona, luego me paso por tu casa y te lo cuento.
-Dímelo ahora.
-Qué no coño, que es personal....
Estas mujeres me van a volver loco, ojalá Marisa tenga un niño para equilibrar un poco la balanza....
Esa misma tarde pasó Pepona por casa y aparte de llevarle a Marisa libros sobre el embarazo, nos dio la noticia.
Estaba embarazada. Mientras las dos amigas se abrazaban tocando la barriga contraria, me pregunté como era posible. Pepona no tenía pareja, pero recordando la respuesta de Marisa días antes ante la misma pregunta, decidí callar.
El año siguiente trajo tres nacimientos: mi hija Carla, Marta -la niña de Pepona- y Mujeres, mi nueva novela.
Continuará.
Cómo no iba a escribir un libro sobre Mujeres si está rodeado por ellas...que pasará??? Deseando el próximo capítulo. Un abrazo fuerte 😘
ResponderEliminarSí, está en minoría. A ver por donde sale.
ResponderEliminarUn abrazo amiga.