jueves, 27 de julio de 2023

Obsesión. Capítulo XI.

 Todavía temblando llamé a Borja informándolo de las amargas novedades. Ese fin de semana estaba fuera de servicio, pero a la media hora estaba en mi casa. Hay que tener amigos hasta en el infierno.
Los mensajes me habían llegado bajo número oculto. 
- A ver Mateo, sigue un patrón. Seguro que no vamos a conseguir nada rastreando el mensaje, es probable que sea desde un teléfono de tarjeta y no nos llevará a ninguna parte, pero lo comprobaremos. Por cierto, no te quise decir nada en la feria, pero en el laboratorio no pudieron sacar nada del anónimo que te dejaron en el buzón.
Me preocupa que quién quiera que sea se esté acercándose cada vez más a tu entorno personal. Como si se estuviera envalentonando. La buena noticia es que esto saca de mi lista de sospechosos a Pepa, estando de viaje no ha podido hacer la foto ni saber lo de las dedicatorias.
Marisa que estaba presente al oír lo de nuestra amiga Pepona puso los ojos como platos. 
-¿En serio han pensado alguna vez que Pepona puede estar detrás de esto? Ustedes están locos.

Me sumí en un estado de nervios tal que mi hija me tuvo que recetar tranquilizantes. Hasta llegué a pensar que si escribía el dichoso final se podía acabar aquella pesadilla, pero no, no y no. Si seguía las indicaciones del dichoso acosador, ¿qué sería lo siguiente?
Y lo siguiente llegó a la semana.

Iba a ser la fiesta de fin de curso en el colegio de Mafalda y lo celebrarían con una fiesta de disfraces y como mi hija y mi mujer trabajaban delegaron en mí. La niña me lo puso fácil, se quería disfrazar de policía. La gorra y el silbato los tenía, regalo de Borja, el resto se conseguiría en cualquier tienda de disfraces.
Llegó el día y al dejarla me encontré con muchas niñas con sus trajes de princesas, pero mi nieta estaba radiante. ¿Amor de abuelo? No pude evitar enviarle alguna foto a Borja, que me respondió que nunca había visto a una policía tan bonita y me reafirmé en mi idea, no era amor de abuelo, sencillamente mi nieta era la mejor.
Pasé la mañana imaginando lo bien que lo estaría pasando. Ese pensamiento me hizo pensar en lo poco que necesitamos para ser felices. 
Fui a recogerla acompañado de Kiwi, sabía que regresar los tres dando un paseo le gustaría y podíamos pasar por la heladería aunque fuera la hora de comer. Se lo había prometido y ella me guardaría el secreto. Un día al año no hace daño.
No me extrañó encontrarla hablando en el patio con un oso, bueno, con alguien disfrazado de oso. 
El disfraz tapaba el cuerpo y la cabeza de su dueño, con el calor que hacía ya debían gustarle los disfraces.
Cuando llegué a su lado ya se había ido.
-Toma abuelo, el oso me dijo que te diera esta sobre.
Tuve que controlarme para no abrirlo allí mismo, pero no quería mostrar preocupación delante de mi nieta y no me dio la gana dejarla sin el helado. El mío me supo a miedo.
Ya en casa pude ver el contenido, fotos del exterior de la casas de mi hija, de Pepona, de su hija Marta y  la misma letra irregular del anónimo que habían dejado semanas atrás en mi buzón:
-Tic tac, tic tac, está pasando el tiempo y mi paciencia se agota. Si en 15 días no informas en algún medio que estás escribiendo el final que dejaste inconcluso, te vas a arrepentir. Hay que terminar lo que se empieza. Si no me haces caso alguien a quién quieres mucho va a sufrir.
Salí al jardín para que Mafalda se entretuviera con Kiwi -pobre Kiwi- y poder llamar a Borja sin que se percatara de mi ataque de nervios.
Le pasé por teléfono las fotos y el anónimo, quedamos en vernos por la tarde en Comisaría.
Más de lo mismo, me dijo, aunque aumenta el nivel de amenaza velada diciéndote sin ser explícito, que sabe donde viven las personas de tu círculo más privado.
Mateo, ten mucho cuidado. Ahora el colegio está cerrado pero mañana a primera hora me paso a ver si tienen cámaras en el patio, o si alguien sabe algo del misterioso oso. ¿Qué te dijo la niña? ¿Pudo identificar si tenía voz de hombre o de mujer?
-No, dice que tenía voz de oso oso. No la saco de ahí. También había un barullo de mil narices y supongo que la voz saldría algo distorsionada por el disfraz.
-Me lo imaginaba. Por lo pronto dame los teléfonos de Carla, de tu editora y su hija. Voy a hablar con ellas para decirles que si ven algo raro me llamen. Considero adecuado que estén prevenidas. Mañana voy al colegio y te digo lo que averigüe. ¿Quieres venir conmigo?
-La niña está de vacaciones y estaré a su cargo, no quiero que huela que algo va mal. Ya sabes lo avispada que es y no pienso meterla en esta locura.

Borja encontró el colegio vacío de niños por las vacaciones. Según le informaron el día anterior solo habían ido disfrazados los alumnos y parte del profesorado y ninguno de oso. En el patio no habían cámaras, por lo que nada se podía hacer. La única explicación es que alguien se hubiera colado a la hora de la recogida de los más pequeños. 
La directora prometió que el próximo curso dispondrían de cámaras en todas las partes del centro.

Cuando Borja me informó se me vino el cielo encima, no había ningún hilo del que tirar, nada que nos hiciera avanzar para dar con el malnacido que se había empeñado en que yo viviera con el miedo metido en el cuerpo. Lo más triste es que lo estaba consiguiendo.


Continuará.

Nota para Astrid: Feliz cumpleaños adelantado si me lees hoy. Salud y a desmadrarse un poco o un mucho, a gusto del consumidor. Que te dejes mimar y que lo disfrutes, amiga.










2 comentarios:

  1. Esta historia me tiene enganchada como todas las tuyas pero ésta si cabe más. Mil gracias por tus palabras no me lo esperaba y simplemente me encantaron. Un súper abrazo amiga. Te quiero

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  2. Solo quedan 2 capítulos para que sepas quién está detrás de los anónimos.
    Yo también te quiero amiga, aunque nos veamos poco los afectos no tienen caducidad.
    Disfruta de tu cumple.

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