jueves, 7 de septiembre de 2023

El teléfono de la esperanza. Capítulo IV.

 Mi reloj interno está destartalado y me despierto sobresaltado a las tres de la mañana, pero cosa rara, no oigo a Chispa, que extraño. Me acerco a su jaula y compruebo que está dormido, aunque observo plumas sueltas dentro de la jaula, muchas. Algo le está pasando, tendré que mirar en internet. Como estoy desvelado me pongo a trastear en el ordenador. Tendré que buscar algo para seguir las pautas que Consuelo sugirió la primera vez que hablamos. Me queda pendiente lo del deporte y lo de hacer nuevas amistades. Lo del deporte por lo pronto va a ser que no, solo imaginarme sudando me produce salpullidos.
No sé como pero termino leyendo las esquelas de un periódico local y me digo que si voy a alguno tendré ocasión de conocer a gente nueva. 
Por proximidad elijo el de un finado llamado Manuel. Vale, descansaré unas horas y luego iré.
Estoy contento con mi nuevo yo, tan resolutivo gracias a Consuelo. No sé cómo pero esa mujer tiene que entrar en mi vida, ser mi pareja, la madre de mis hijos...
Me entra sueño, me quedan unas horas todavía para ir al tanatorio, así que me dispongo a irme a la cama, aunque me pregunto si Chispa me despertará con sus gritos. Miro hacia la jaula y el corazón se me detiene, no lo veo. Me acerco y está en el piso de la jaula. ¿Se habrá muerto? Ya es raro que no quisiera comer ayer y que no me despertara esta madrugada. Observo que su pecho se mueve, despacito, pero se mueve, así que si no está muerto estará enfermo. Tendré que buscar un veterinario mañana. A ver si va a ser que tendré que gastar dinero en el jodío. Pero, bueno, todo sea por que Consuelo me vea como una persona responsable. Los sacrificios del amor.
Llevaría durmiendo un par de horas cuando Chispa me despierta con su léxico florido: orzuelo cabrón.
Será cabrito.... tan enfermo no estará, eso que me ahorro. Se me enciende una luz y recuerdo que no le he puesto agua en ningún momento desde que está en casa, se me pasó. Igual está deshidratado, pero si ha estado estos días sin ella, puede espera unas horas más hasta que me levante, si lo hago ahora seguro que pierdo el sueño.
Sobre las 12 de la mañana me levanto. Me veo ojeroso en el espejo, claro, con el descontrol que tengo con las horas de sueño por culpa del loro es normal. Pero no me parece mala idea tener ojeras para ir a un velatorio, así daré más el pego. Sea como sea, tendré que ir bien vestido, no quiero parecer un mindungui. Recuerdo que no he estrenado la ropa de mi no boda. Mira por donde le voy a sacar partido.
Una vez vestido me vuelvo a mirar en el espejo y me veo tan elegante...., lástima que Consuelo no me pueda ver ahora.
Un graznido de Chispa me recuerda que debo ponerle agua, se me había olvidado.
La jaula tiene más plumas sueltas que anoche, ya se le aprecian "calvas" al bicho, algo le pasa.
Según le pongo un recipiente con agua se lanza a beber como si volviera de un desierto. Igual era eso, a ver por donde sale. 
Ya en el tanatorio me dirijo a la sala del tal Manuel, pero hay mucha gente, así será difícil entablar conversación. Me dirijo a la que está enfrente y que está prácticamente vacía. Sólo un señor mayor y lloroso acompaña en ese momento al ataúd; unas tres personas que están fuera comentan que el pobre José se quedó solo ahora que se fue su mujer. Como no tuvieron hijos y la poca familia que queda son de lejos, solo algunos vecinos se acercarán a dar el pésame. También me entero de que José está sordo como una tapia. Perfecto.
Por educación antes de darle el pésame al viudo miro dentro del féretro. 
¡Coño si es Pilar, la mujer que ayer estuve visitando en el hospital! Al final resultó ser cierto que tuvo el privilegio de pasar sus últimas horas conmigo.
Le doy el pésame a José y me siento a su lado, aunque esté sordo me parece buena idea que le hable, algún consuelo le daré. Pasé un par de horas entretenido, contándole mis cosas, lo de Margarita, lo de Consuelo... En ese tiempo se acerca poca gente y al verme sentado con mis ojeras y tan elegante, piensan que soy alguien cercano y me dan la mano o dos besos.
Considero eso un avance, me estoy relacionando con gente nueva como le prometí a Consuelo.
Tengo que volver a casa y llamarla, se pondrá contenta.
Llego y decido no quitarme la ropa, sentirme tan guapo me sube la autoestima y se lo sabré transmitir, pero cuando Consuelo responde me deja anonadado. 
Me dice que su compañero ya se incorporó y que mejor hable con él, que no es buena la dependencia emocional que le estoy demostrando con mis continuas y largas llamadas.
Me rompe el corazón, pero por no desairarla hablo con el tipo unos minutos. No pienso mostrarle mi alma al tal Gonzalo, no señor, yo solo quiero hablar con Consuelo.
Me siento tan desvalido que necesito contarle mis penas a alguien, me acerco a Chispa que parece estar mejor después de haberse hidratado. Pero no me puedo concentrar cuando empieza con su cantinela, orzuelo cabrón, orzuelo cabrón. No hay forma de sacarlo de ese bucle de dos palabras.
Entonces me acuerdo de Margarita, estuvimos juntos diez años, ella me conoce bien y no creo que le importe que la llame. Ya debe haber superado que la dejara plantada antes de la boda.
Busco su número y espero que me responda.

Continuará.




2 comentarios:

  1. Espero que Consuelo sepa apartarse de este tipo, chiquito loco!!! Margarita salió ganando😂😂😂. Un fuerte abrazo amiga 😘😘

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  2. Es especialito el muchacho.
    ¿Tú crees que conquistará a Consuelo? Cosas más raras se han visto.
    Gracias Astrid por estar siempre, besos.

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