jueves, 15 de febrero de 2024

La señora de la limpieza. Capítulo XI.

Yo me sentía afortunada con mi trabajo y aún sabiendo guardar las distancias oportunas, sentía que me consideraban un eslabón importante en aquella familia. Y el embarazo de Mercedes me alegró muchísimo.
Excepto Eva que por su edad no se enteraba, Ernesto, Mercedes y yo lo celebramos.
Por fin entraba en aquella casa un aire nuevo que quise creer, sacaría a mi jefa del bucle de remordimientos que la atenazaba.
Después de la sorpresa inicial por la noticia, vinieron los reconocimientos médicos. Le dijeron a Mercedes que rozaba la edad de riesgo y teniendo en cuenta sus problemas ginecológicos, lo mejor sería que se tomara el embarazo como un periodo de descanso. El estrés del trabajo no le convenía y aunque no era necesario que guardara reposo absoluto en cama, lo recomendable era que evitara esfuerzos y pasara el mayor tiempo posible sentada o acostada.
Se propuso seguir a rajatabla las indicaciones médicas, para empezar delegó en una persona de su confianza para que llevara el timón en su estudio de arquitectura, y se limitaba a coger el ordenador unas pocas horas al día para estar al tanto con los asuntos del trabajo. 
A Ernesto y a mí nos preocupaba que Mercedes se pusiera nerviosa al no poder ir a trabajar, pero fueron pasando los días y contra todo pronóstico la veíamos relajada. Supongo que el revoltijo hormonal tuvo algo que ver, pero un día ella misma me confesó que pensaba que aquella oportunidad de ser madre biológica era una señal. 
Se había instalado en una especie de misticismo que la hacía pensar que dios le había dado una oportunidad de ser madre de verdad.
A mí eso me pareció extraño, ya era madre. Pero si sus creencias, fueran las que fueran, la ayudaban a sentirse bien, no le hacía daño a nadie.
Ahí me equivoqué, no supe ver a tiempo las señales de alarma que ya sonaban.
Dejó de coger a Eva, por aquello de que le habían prohibido portar peso, también evitaba que la niña se le acercara demasiado, temiendo que sin querer, la niña que a sus dos años era bastante movidita, le fuera a dar algún golpe en su vientre.
Ya sabía que Mercedes era aprensiva, lo había demostrado antes con Eva cuando se ponía enferma o sufría alguna caída o golpe. Pero me apenaba el evidente desapego con la niña.
Ernesto era todo lo contrario, achuchaba a Eva siempre que podía, pero por su trabajo poco tiempo pasaba con ella.
El embarazo siguió su curso y Mercedes supo que tendría un niño. Y ese niño que aún no había nacido pasó el centro de su universo, olvidando que Eva merecía las atenciones y el afecto que le negaba.
Comencé a pensar que mi jefa sufría algún trastorno mental que la hacía habitar un mundo de fantasía donde su niña no tenía cabida. Supuse que en el fondo lo que intentaba era evitar el sentimiento de culpa que no la dejaba vivir en paz.
Me preocupaba y mucho, pero poco podía hacer. No sabía si sería correcto que le contara a Ernesto mis temores, igual cuando Mercedes tuviera al niño volvía a poner los pies en la tierra  y ejercería de madre de sus dos hijos olvidando la adopción irregular que la había desnortado.
Opté por no decir nada y observar, deseando que todo se resolviera positivamente.
Una mañana de mucho calor decidimos usar la piscina y las tres nos instalamos en el jardín. Ernesto estaba de viaje. Mercedes cómodamente tumbada en una hamaca leía algo y le pedí que vigilara a la niña mientras yo entraba a buscar el protector solar.
Apenas tardé dos minutos y desde la cristalera del salón pude ver a Eva en el borde de la piscina y a Mercedes que la miraba sin inmutarse. 
De nada sirvieron mis gritos.

Continuará.



 

2 comentarios:

  1. Ufff pobre mujer y pobre niña, espero que no le pasara nada, me tienes en un sinvivir amiga ...a esperar que no queda otra. Un abrazo fuerte 😘😌

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  2. Eso es lo bueno, dejarte con la intriga. Pero no tendrás que sufrir mucho, dos capítulos y el final.
    Besos amiga.

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