jueves, 28 de marzo de 2024

Mal rayo lo parta. Capítulo IV.

 Recuerdo perfectamente aquel fin de semana que fuiste con tus padres a visitar a tu abuelo.
Me habías contado que esas visitas no eran seguidas por no vivir cerca y que maldita las ganas de pasar dos horas de ida y de vuelta en coche, para ver a aquel viejo de mierda.
Ya me había acostumbrado a lo mal hablada que eras, por lo que no le di importancia cuando te referiste a él de esa manera. 
El lunes por la mañana noté aquella sombra que a veces te secuestraba. Me mortificaba desconocer el motivo que te causaba ese estado de ánimo, pero confié en que fuera, como otras veces, algo pasajero.
Por la tarde fuimos juntas a kárate y antes de entrar en el gimnasio sacaste una muñeca de la mochila.
No tenía ojos, se los habías sacado y con gesto de rabia la tiraste a un contenedor de basura.
Te pregunté, claro, aquello no me pareció normal y me explicaste que te la había regalado tu abuelo.
Creyendo entender tu enojo te dije que a mí me pasaba lo mismo, que mis abuelos me trataban como si fuera una niña pequeña y a veces me regalaban muñecas. 
-Para él soy pequeña cuando le interesa, soltaste irritada. 
Luego en el entrenamiento actuaste con tanta violencia, que te dijeron que pararas antes de que le hicieras daño a alguien. 
No supe interpretar aquellas señales de alarma, confiando en que pronto volvieras a tu carácter habitual. Al día siguiente volviste a hacerme reír con tus ocurrencias, todo parecía normal.
Pasaron unos cinco meses. Tus padres por motivos laborales tendrían que comenzar a viajar, no estarían más de dos días fuera una vez al mes y el abuelo se había ofrecido a desplazarse para ocuparse de ti. 
Era policía jubilado y hacía años que había enviudado. Argumentó que le vendría bien salir de su rutina aunque el viaje en coche fuera largo. Insistió a tus padres: era la solución perfecta, no tendrían que contratar a nadie para que te cuidara y él podría disfrutar más de su nieta.
Me lo contaste enfadada. Yo por animarte dije que al menos te ahorrarías los largos viajes en coche que te hacían vomitar.
 No esperaba tu respuesta.
-Faltan dos meses para que mis padres empiecen a viajar, igual el puto viejo se muere antes.
-Patri, no entiendo que sacas siendo tan mal hablada, además, es tu abuelo, no cualquiera que pase por ahí...
-Por eso mismo, porque se trata de mi abuelo. Además, no estoy diciendo ninguna tontería, todos los días muere gente vieja.
¿Cómo no pude darme cuenta de qué pedías ayuda a gritos? No sabes la pena que sentí cuando descubrí el motivo de tu odio.
Una pena que nunca se podrá comparar con el sufrimiento que te causó aquel malnacido.

Continuará. 

1 comentario:

  1. Sí, se intuye por donde van los tiros.
    Qué lo pases bien estos días de descanso, abrazos amiga.

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