Me dijiste que estaba loca, que cómo íbamos a matar a su abuelo. Que aunque lo deseara más que nada en el mundo, era imposible.
-Mira, de momento cuando vuelva a venir nos vamos a inventar lo que sea para quedarme en tu casa, ya se nos ocurrirá algo, te dije, cualquier excusa sobre estudios podrá servir. No te voy a dejar ni un minuto a solas con él, mientras, vamos ganando tiempo para hacer el plan perfecto que nos permita matarlo sin que nos pillen.-
-Dani, me estás demostrando que eres una amiga de verdad, pero yo no puedo hacerte cargar con eso, no lo vamos a matar. A mí ya me jodió la vida, no puedo dejar que te la joda a ti con algo tan peligroso. Pero me parece bien lo de que te quedes conmigo cuando mis padres viajen, así no estaré sola con él. Aunque conociéndolo seguramente encontrará la manera de alejarte de mi. Queda casi un mes para que vuelva, y te suplico que hasta que falten unos días no volvamos a hablar de este tema, necesito sentirme normal durante unas semanas.-
Ahora entiendo tu coraza, tus palabrotas... intentabas no pensar en lo que te quedaba de sufrimiento para poder mantenerte medianamente cuerda. Pero no podía permitir que siguieras viviendo aquella pesadilla.
Después de esa conversación, recurrí a mis libretas, necesitaba mis esquemas escritos para idear un plan, aunque lo único que pensaba era que tu abuelo tenía que morir. Pero ¿cómo dos niñas de once años podían matar a un adulto, policía jubilado que se las sabía todas, y salir impunes?
Llené más libretas y después de descartar envenenamientos y accidentes que parecieran casuales, me dije que era imposible, tuve que darte la razón. Pero no iba a tirar la toalla.
Los días siguientes tú no sacaste el tema y te mostrabas como si no sucediera nada, pero cada vez faltaba menos para que tocara la visita mensual de aquel cabrón y sabía que tu estado de ánimo se tornaría oscuro.
No me equivoqué, una semana antes de la temida visita, no podías disimular el terror que te causaba.
Tenía que idear algo pronto.
Y me vino la solución, tener un móvil con el que poder grabar los abusos. Así podrías desenmascarar a aquel monstruo.
El problema es que tanto tus padres como los míos pensaban igual: hasta que no fuéramos al instituto no lo necesitaríamos.
Inventarme algo para que mis padres entendieran la necesidad de tener un móvil sería fácil, el problema era que yo no sabía mentir.
Mi mente consideraban las mentiras como algo absurdo. Esa característica mía había hecho que mis padres algunas veces pensaran "tierra trágame", como cuando mi abuela después de su jubilación decidió dedicarse a la repostería. Compraba todos los libros que encontraba, pero luego era incapaz de seguir al pie de la letra las recetas. Así, cuando nos daba a probar su último postre o tarta y nos preguntaba si estaba bueno, yo le decía la verdad. Si estaba rico se lo decía y si no, también.
Eso incomodaba a mis padres, que por lo bajini me explicaban que a veces tenemos que recurrir a las "mentiras blancas" por cortesía, no decir lo que pensamos de verdad. Pero no le encontraba el sentido, si estaba malo y le decíamos lo contrario mi abuela lo seguiría haciendo. ¿No era absurdo?
Por suerte mi abuela no se molestaba, sencillamente tiraba el postre y me pedía que la ayudara a hacer uno diferente. Agradecía mi sinceridad diciéndome: ¡ay alma de cántaro, que haría yo sin ti!
Mi abuela era dada a refranes y expresiones en desuso. Lo de "alma de cántaro" no tenía sentido, pero siempre me hacía gracia. Cuando a veces decía "mal rayo lo parta" me sobresaltaba, era tan contundente y gráfico, que mi memoria lo guardó esperando el día que comprendiera del todo su significado.
Me armé de valor diciéndome que mis padres me habían enseñado lo de las "mentiras blancas", y lo que me inventara estaría más que justificado por las circunstancias que estaba sufriendo Patri.
Otra cosa es mis padres me creyeran.
Continuará.
Segura estoy que encontrará algo para ayudar a su amiga ...jo que sea ya jueves otra vez. Un besote amiga 😘😘
ResponderEliminarPues como tú dices, a esperar al próximo jueves.
ResponderEliminarAbrazos Astrid.