Elsa aceptó agradecida mi ofrecimiento de actualizar sus redes sociales.
Por privado le hice algunas sugerencias y todo le pareció perfecto, aunque insistió en su deseo de vernos personalmente. Según ella fluirían mejor las ideas y tenía ganas de conocerme.
Puse como excusa a Ángel, teniendo un niño con necesidades especiales me resultaba difícil dejarlo al cuidado de otra persona para viajar hasta la provincia donde vivía Elsa, e ir con él supondría cambiar sus rutinas tan necesarias para su bienestar. Dijo que me comprendía y que primero era mi hijo.
Pasamos a conectarnos a través del ordenador con videollamadas, el sistema era más directo y nos ayudaría a terminar antes lo que nos traíamos entre manos.
Aprovechaba por las mañanas que Ángel acudía a su centro para conectarme con Elsa. Desde los siete meses hasta los cinco años mi hijo había cambiado tanto físicamente, que dudaba de que fuera posible que Elsa lo reconociera, pero prefería actuar con cautela.
Un sábado sin que lo esperara, Elsa se conectó. Me dijo que si no podía atenderla en ese momento lo entendería. Valoré la situación, Ángel estaba con un nuevo teclado y podía estar horas con él si no lo interrumpía para comer, y el problema informático que Elsa me había comentado no parecía que me entretuviera mucho. Le dije que me diera un segundo y le puse los cascos a Ángel, así su música no supondría una distracción para nadie.
Elsa y yo nos enfrascamos en lo nuestro, ella tomaba alguna infusión en una taza humeante cuando le vi cambiar la cara y dejar la bebida a un lado.
-¡Aitor! -soltó una Elsa desencajada.
Detrás de mí estaba mi hijo que sin hacer ruido se había situado a mis espaldas.
Se quedó mirando fijamente a la mujer que había al otro lado de la pantalla, no era normal en él que mirara de frente a nadie aunque fuera a través de un ordenador, quién sabe si escuchar el nombre que le habían puesto al nacer removió algo dentro de su cabeza.
Con cuidado lo retiré para que no estuviera al alcance de la cámara.
-¿Qué te pasa Elsa? le pregunté intentando aparentar una tranquilidad que para nada sentía.
-Ese niño, es mi hijo, hija de puta, fuiste tú quien me lo arrebató cuando era un bebé. Voy a llamar ahora mismo a la policía.
-Elsa por favor, estás equivocada, es mi hijo Ángel, por lo que sea te habrá recordado a tu hijo, pero según has dicho han pasado años, no lo reconocerías.
-Estoy segura. Es el calco de mi hermano pequeño cuando tenía la misma edad. Son idénticos, imposible que sea casualidad.
Perdí los papeles al verme pillada y sin querer me delaté.
-Mira Elsa, si quieres hablamos, pero lo de ir a la policía no es buena idea. Sé que les mentiste en su día porque no querías que encontraran al niño. ¿En qué lugar quedarías?
Será mejor que te serenes antes de hacer nada, hablaremos cuando estemos tranquilas, tú tendrás tus preguntas, pero yo también tengo las mías. Y no te olvides de las gemelas, no querrás que un tema tan delicado las salpique, quedarías como una pésima madre y supongo que no es lo que quieres.
-Tienes razón, pero no te olvides, yo tengo el sartén por el mango, una cosa es obstruir una investigación policial y otra bien diferente secuestrar a un menor. Tú sí que saldrías mal parada. Ya verás como te apañas, pero te espero en mi casa mañana. Y quiero que vengas con el niño, si no es así, te pongo una denuncia-.
No me quedó más remedio que aceptar, como ella misma había dicho, tenía la sartén por el mango.
Continuará.
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