-Amada mi niña, qué prontito viniste hoy. Y eso ¿te tienes qué ir antes?
-No abuela, de hecho me quedo esta noche contigo, es que estoy deseosa de escuchar toda tu historia, qué más que un trabajo para sociología parece que estoy grabando una novela. Me tienes enganchada.
-Bah, ya será menos. Si te parece hoy nos quedamos en casita que parece que quiere llover.
Íbamos por cuando iba a empezar a trabajar en casa de don Rafael, el maestro. Seguiré por ahí.
-Pero tienes que contarme como terminó el cura.
-Si, coincide en el tiempo.
Pues yo cada día, antes o después de ir a casa del maestro, pasaba por la iglesia, nunca en la vida he ido tanto, jajaja. Procuraba ir a diferentes horas para coger desprevenido a don Fermín y siempre me sentaba delante del confesionario para que escuchara lo que le tenía que decir. En verdad mi discurso siempre era el mismo, aunque subiendo día a día la intensidad de la amenaza y terminaba tirándole dentro del confesionario un fósforo encendido.
Oía sus pisadas histéricas aplastándolo, como si estuviera poseído por el mal de san vito. Otras veces que por la hora él estaba dando misa me situaba al fondo de la iglesia y encendía el mechero cuando me miraba.
Pronto empezó a dar señales de estar mal de los nervios, en la homilía se perdía en un discurso sin sentido donde nombraba sin parar al diablo y el fuego eterno. Ya la gente murmuraba que no estaba bien de la cabeza y que el "pobre cura" en esas condiciones no duraría mucho tiempo activo.
Hasta que un día en medio del sermón empezó a desnudarse gritando: "¡me quemo, estoy ardiendo!" y se armó la marimorena. Yo fui la primera que me acerqué para "ayudarlo" a taparse las vergüenzas y aproveché para decirle al oído que lo iba a bautizar con gasolina. Ahí se arrebató del todo y terminó saliendo para siempre de la iglesia y de mi vida.
-Por favor abuela, ¿no crees qué te pasaste con el hombre?
-¿Y lo qué hacía con las chiquillas? A saber a cuántas desgració el malnacido.
Lo último que supe de él es que lo metieron en una casa de reposo de la época, vamos, que terminó en un manicomio.
Ya pude dejar de ir a misa y a día de hoy no me arrepiento de sacar de la circulación a semejante tipejo.
Pero vuelvo al principio de mi trabajo en casa del maestro para no perderme entre tantos recuerdos.
-Vale.
-El primer día llegué muy contenta, doña Rosario me indicó que tareas me corresponderían a partir de ese día y cuando llegó don Rafael de la escuela, me llevó a una habitación donde él preparaba sus exámenes, las correcciones y esas cosas.
En el colegio don Rafael había sido mi maestro y sabía de mi afición por la lectura.
Aquella habitación me sedujo con sus estanterías llenas de libros, me hubiera quedado encantada a vivir allí, estaba ensimismada rozando con los dedos los bordes de los libros cuando don Rafael me bajó de las nubes.
Me dijo que en el resto de la casa hiciera lo que dijera su mujer, pero que en su despacho bastaría con que pasara el piso, que sus libros eran sagrados y ya se ocupaba él de ellos. Eran su tesoro.
Durante muchos años tuve el deseo de tener en mi casa una habitación así, llena de libros y los fui coleccionando con mimo, pero mira mi niña, con la edad me he dado cuenta de que con los muchos que me quedan por leer, probablemente no vuelva a releer los que ya tengo y guardarlos "de vista" es triste, por eso libro que leo libro que dono a la biblioteca del pueblo, además en la vida mejor andar ligera de equipaje.
La pena es que ahora mis ojos no me ayudan para seguir leyendo como siempre lo he hecho, es lo que más odio de hacerme vieja.
-Abuela, eso tiene solución, mira, justo en mi bolso tengo un libro electrónico, te lo voy a prestar y ya me cuentas.
-¡Quita, quita! Ya mi cabeza no está para esas cosas, ¿con 78 años crees qué puedo aprender esas cosas de la informática? No no, además el placer del libro entre las manos, su olor, pasar páginas, no hay nada que lo pueda sustituir.
-Abuela, olvídate de la informática, solo tendrías que apretar un botón para encender y apagar, con un toque pasas páginas y lo mejor es que puedes poner el tamaño de letra que le vaya mejor a tu vista. Y yo te puedo descargar desde mi ordenador todos los libros que quieras, además salen mucho más baratos que en papel.
No me enredes, sigo con mi primer día en casa del maestro y entonces pasó qué.....
Oye, ¿en serio qué puedo poner el tamaño de la letra que yo quiera? ¿Y puedo tener en ese cacharro más de un libro?
-Vaya, veo que te picado. Puedes tener cientos de libros. Lo mejor será que te enseñe el mío y compruebas por ti misma lo fácil que es su uso.
Venga, dime un libro que te haga ilusión leer y te lo descargo.
-Ummm, no he leído "Cien años de soledad" y me gustaría.
-Bueno, de esta parte no tienes que preocuparte, que si te apañas con el libro electrónico yo me encargo de descargarte todos los que me digas. A ver, lo conectamos al ordenador, seguimos tres pasos y ya lo tienes.
-¿En serio? ¿tan pronto está ya en ese cacharro?
-Si, ahora fíjate que te voy a enseñar como se enciende. Mira, presionas aquí detrás y ya está, ahora te voy a ir ajustando el tamaño de la fuente, de la letra y me dices cuando la puedes leer con claridad; vale, ya está, ahora donde dice: mis libros, solo tienes que poner el dedo sobre el que quieras leer y ya te sale.
-¡Jesús, no parece tan complicado! Pues mira, ese tamaño me resulta cómodo para leer, pero... no creo que me acostumbre Amada, te lo agradezco en el alma, es que no me parece que sea leer de verdad.
-Mira, como esta noche me quedo aquí lo pruebas y mañana me dices, ¿te parece?
-Total, por encender y apagar un botón no voy a perder nada y que conste que lo intentaré por hacerte el gusto, que ya sé que no me va a gustar.
-De acuerdo, ¿seguimos?
-Si pero ya se me fue el hilo....
-Ibas por cuando don Rafael te dijo que no tocaras sus libros.
-Vale, ya me sitúo.
Doña Rosario llamó a su marido y yo seguía como hipnotizada mirando su biblioteca, mis ojos se detuvieron ante uno titulado "Mujercitas". Me asombró, acostumbrada a leer los libros de Julio Verne, descubrir un mundo digamos que femenino me fascinó, así que con mucho cuidado lo introduje bajo mi falda y me lo llevé.
-¡Abuela!
-Era solo prestado, por supuesto para devolverlo una vez leído. Estaba deseando llegar a mi casa para empezar con su lectura y en siete noches lo terminé. No te puedes imaginar como disfruté las aventuras y desventuras de las hermanas. Por supuesto lo devolví a su sitio en perfecto estado, que lo cuidé como oro en paño.
-¿A qué no me equivoco si aventuro qué no fue el único libro que te llevaste "prestado"?
- Pues no, para que nos vamos a engañar, terminaba uno y empezaba otro.
Oye Amada, estoy cansada, qué te parece si comemos algo y cojo un rato tu cacharro, por lo menos para agradecerte la buena voluntad que has tenido conmigo, pero como dice el refrán "lo que en la mocedad no se aprende, en la vejez mal se entiende".
-Con que lo intentes me doy por satisfecha.
Amada a las 3 de la madrugada se percata de la luz encendida en la habitación de su abuela y pensando que Dolores se ha quedado dormida leyendo como tantas otras veces, se dispone a apagarla.
-¡Ay qué susto Amada!
-¿Estás despierta todavía? ¡Ohhhh, pero si estás con el ebook !
-Oye, es que el libro me tiene atrapada como a un bicho una tela de araña, fíjate que en Macondo no paró de llover en casi 5 años, bien de cosas pasan, jesús jesús. Y el cacharro este es tuyo, así que mañana mismo me llevas a donde sea a comprarme el mío, o te quedas con el nuevo, me da igual. Qué maravilla poder leer con la letra tan grande .Yo lo pago y te doy perras para que me metas una lista de libros que tengo pendiente y quiero....
-Para abuela, mañana lo que tu quieras. Fíjate en la hora qué es ya y si mañana vamos de compras no podremos levantarnos tarde.
-Bueno, solo diez minutitos más y lo dejo. Oye ¿Y ésto va a pilas?
-No, pero mejor te lo explico mañana, buenas noches abuela.
-Buenas noches mi niña.
Y se oye el sonido característico del celofán desnudando bombones.
Continuará.
Deseando seguir leyendo este relato, me tiene atrapada como a la abuela el ebook.
ResponderEliminarLa verdad es que lo del ebook es mi propia experiencia, que no lo quería ni de broma y ahora me resulta imprescindible.
ResponderEliminarGracias por pasarte, besos.
Que golosa la abuela ��
ResponderEliminarImposible resistirse al chocolate, hummmmm!!!!!!
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