jueves, 6 de agosto de 2020

Infancia. Capítulo II.

-¿Preparada para seguir?, me gustaría que me dijeras como fue tu niñez, a qué jugaban, esas cosas...
-Como vivía rodeada de chiquillos  pues a cosas de niños, que no había quién me ganara jugando al boliche, pero añoraba alguna amiga con la que jugar, así que cuando me quedaba sola con Francisco, le ponía mi ropa y le hacía moños en el pelo, el pobre, mira que se llevó tirones...
-Jajaja, con lo serio que es Francisco,  quién lo vería.
-Por aquellos años pasaron dos cosas, una mala y una  buena.
-Venga, no te hagas la misteriosa, cuenta, cuenta.
-Mi padre tenía un hermano, Cristóbal, había emigrado tiempo atrás a Cuba y allá que estaba cuando una mulata le leyó el futuro con el humo de un puro y le dijo que le quedaban 2 años de vida.
Se lo tomó tan en serio que dejó el trabajo, había reunido sus buenas perras y durante un año se dedicó a vivir como quiso, mujeres, ron, fiestas.... reservando el último año para volver a su tierra y pasarlo con la familia.
-¿De verdad cambió su vida por lo que le dijo una "pitonisa"?
-Mira si. El día que según él se cumplían los dos años, nos reunió a todos en su casa, vestido ya con la ropa que quería llevar cuando estuviera muerto.
 Repartió su herencia y se despidió de cada uno de nosotros, a  mí disimuladamente me metió en un bolsillo de la falda un mechero que había traído de Cuba, vete a saber porqué, todavía lo guardo como oro en paño.  Fueron horas largas y pasadas las 12 de la noche, viendo que le había ganado a la muerte y créeme cuando te digo que estaba muy decepcionado, salió a despedirnos y le cayó un rayo encima. No había tenido en cuenta que era año bisiesto.
Al pobre le tuvimos que cambiar la ropa, que la que había elegido se le chamuscó, con la ilusión que se había arreglado para la muerte... no sé porqué pero eso me produjo mucha tristeza.
 Fíjate que la noticia hasta en el periódico salió; anoche busqué el recorte, mira, todavía se puede leer.
-Por favor, si no llega a ser por lo que acabo de ver hubiera pensado que te estabas riendo de mí, vaya vaya, si estás todavía contando tu niñez, me imagino la de historias que te quedan.
-Na muchacha, una vida de lo más aburrida es lo que te seguiré contando....
-Supongo que esa era la cosa mala ¿y la buena?
-Pues que Cristóbal le dejó a padre en herencia una cabra, 5 gallina, una caja con libros (se ve que aprendió a leer en Cuba) y un precioso mueble marrón, con sus bonitos  botones dorados. A ver si adivinas qué era.
-No sé, ¿un mueble bar?
-Mucho mucho mejor, ¡una radio! Pasamos  muchos momentos delante de ella, los chiquillos sentados en el suelo en silencio y mira que eso si qué era difícil. Recuerdo que ponían por capítulos El Conde de Montecristo y todos esperábamos que llegara la hora del  nuevo episodio con ganas, bobitos  escuchábamos las aventuras del protagonista. Mira qué el hombre pasó lo suyo...todavía me apena.
-Abuela, es ficción.
-¿No sabías que Alejandro Dumas se inspiró en hechos reales?
-La verdad es que no, me sorprendes abuela, que te haces la tonta pero me estás dando unas "cuantas bofetadas sin manos".
-De algo me tiene que servir toda una vida de lectura, pero seguimos, que se me va el romero...
Los animales nos vinieron muy bien, que no te puedes imaginar en tiempos de escasez la de trueques que llegamos a hacer, con los huevos claro, la leche de la cabra  era para uso exclusivo de la casa y la de María Luisa.
Yo no tardé en ponerles nombre, todos femeninos, faltaría más y me hacía a la idea cuando las llamaba de estar jugando con amigas.
Ya Juan y y yo íbamos al colegio, estábamos empezando a leer y la caja de libros recibida en herencia me sirvió para descubrir la pasión de mi vida, la lectura; se ve que el pobre tío Cristóbal tenía un espíritu aventurero, pues la caja solo tenía novelas de Julio Verne.
 Cada noche nos turnábamos para leerle a padre un rato y  el chico, Francisco, se fue familiarizando con las letras.
Mi padre nos oía leer  y más de una lagrimilla intentaba esconder, pero yo podía ver que eran lágrimas de orgullo.
En la escuela por fin me pude relacionar con niñas....siempre rodeada de varones ya te podrás hacer una idea de lo contenta que estaba al tener  amigas. Tanto que a escondidas les llevaba huevos de nuestras gallinas, figúrate lo agradecida que estaba.
-¿Eras feliz?
-Mi niña, casi no tenía tiempo, ocuparme del pequeño, la casa, la escuela... La radio y la lectura ocupaban el poco tiempo libre que tenía,  pero ahora mirando hacia atrás lo veo como una época bonita.
Pero como se sabe, poco dura la alegría en la casa del pobre, que cumplí los 12 años y padre me sacó del colegio, por lo menos me dio tiempo a lo más importante, aprender a leer y escribir, bueno también a hacer algunas cuentas.
De esa edad guardo unos acontecimientos que la memoria no quiere borrar.
Un día, estando en casa con mi hermano pequeño, vi como mis piernas se teñían  de sangre y le grité  a Francisco que fuera rápido a buscar a María Luisa, que me había roto por dentro y me estaba muriendo. Nunca había estado tan asustada.
Al poco tiempo mi tía llegó  con el delantal puesto y un cucharón en la mano, se ve que salió corriendo sin pensar en nada; cuando ella vio que la sangre venía de mis partes,  se empezó a reír  nerviosa y yo no entendía nada. Cuando pudo parar, me pidió que la perdonara, que se le había pasado contarme lo que  nos pasa a las mujeres todos los meses, que claro, con tanto niños en su casa no lo había tenido  en cuenta.  Me dijo que iba a su casa a traerme unos paños y mientras la esperaba, rompí a llorar pensando que era imposible que las mujeres pudiéramos soportar  esa cruz 12 meses al año, encima me empezó a doler la tripa y maldije mi sino por no haber nacido niño.
Llegó mi tía y seguía teniendo el delantal y el cucharón, con el trajín  ni se había dado cuenta y claro, la situación me hizo gracia, al final no sabía si reía, lloraba o las dos cosas a la vez. Me dio los paños y me explicó como pudo lo de la regla, aparte de advertirme de que ya tenía que tener cuidado con los hombres. Yo no entendía naíta, mi niña.
Ahora pienso que la costumbre que tenemos las mujeres con la sangre y el dolor nos hace más fuertes, será por eso que los hombres son más changas.
¡Ay! qué hubiera dado yo entonces por el ibuprofeno que  te tomas y por el tapón que te pones cuando tienes los días.
- Tapón no, lo que ahora usamos las mujeres son tampones, abuela.
-Bueno, por una eme no nos vamos a pelear, para ti la perra gorda.
-¿Y qué otra cosa te sucedió qué no has olvidado?
-Uf, mejor lo dejamos para mañana, que con tantas emociones parece que se me ha bajado un pizco el azúcar, anda bonita, abre ese paquete de galletas.


Continuará.



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