jueves, 7 de enero de 2021

Concurso UN MUNDO DE CUENTO.

 Hace unas semanas me comunicaron que había quedado primera en un concurso de cuentos en el que había participado. Lo organizó Radio Ecca bajo el título "UN MUNDO DE CUENTO".
Las premisas eran que debía tratar sobre solidaridad, igualdad, intercambios culturales....
La pena es que debido a la situación que estamos viviendo por el jodío coronavirus, se fueran posponiendo las convocatorias para la entrega de premios y lectura de l@s ganador@s .
Finalmente se suspendió.         
Pero la alegría y sorpresa que sentí al leer el correo donde se me comunicaba que había quedado primera no me la quita nadie. Formará parte para siempre de los recuerdos bonitos que elegimos conservar.
Compartir algo positivo en estos tiempos "me pone", así que ahí va.
 ¡Qué lo disfrutes!


Mi hermano.
Si te digo que tengo un hermano y que no compartimos padres biológicos, pensarás que estoy equivocada, pero mejor será que te cuente mi historia para que lo puedas entender.

Me llamo Karima, que significa mujer generosa y noble y nací en el campo de refugiados de Tinduf.
El gobierno español facilita que niños refugiados saharauis pasen el verano en diferentes lugares y a mí me tocó en Gran Canaria. Iba a vivir durante unos meses como integrante de una familia que no era la mía.

Cuando me recibieron yo estaba asustada y curiosa a partes iguales, siempre he sido aventurera, pero temía que los padres canarios me retuvieran y alejaran de mi verdadera familia.
En el aeropuerto me esperaban Lola y Luis con su hijo Javier, que al igual que yo tenía 10 años.
Guardo el recuerdo del primer encuentro como si mi memoria le hubiera reservado un espacio especial que no se empaña con el paso de los años.

Yo no entendía su idioma y me dejé llevar por mi intuición. Los adultos parecían buenas personas y estaban cargados de regalos, no dejaba de ser una niña y en el Sáhara los regalos materiales eran un lujo ajeno a nuestras vidas. Pero lo que más me gustó fue perderme en la mirada de Javier, pude leer el mismo miedo y curiosidad que yo traía como equipaje y no sé, fue como si ya nos conociéramos.

Llegamos a la que sería mi casa ese verano. Era mágica, con agua y luz dentro. No sé en esos momentos que sería más grande, si mis ojos o mi boca asombrada. Javier me miraba sorprendido y no se separaba de mí.

Esa tarde me llevaron a las playa de Las Canteras y al ver su arena dorada recordé a mi madre y lloré. Al momento apareció Lola con 4 helados y al saborear el mío, pudo bajar por mi garganta la bola de pena que me oprimía.
Ahora que soy adulta, tengo el remedio perfecto para la tristeza: un buen helado de chocolate.

De un bolso que habían llevado a la playa sacaron un balón. Era de verdad, no un amasijo de trapos mal encarados y con gestos Javier me invitó a jugar. Mientras los dos alejábamos nuestras angustias pateando aquella preciosidad, se detuvo el tiempo, aunque noté que Javier se cansaba mucho y me hizo sospechar que algo le sucedía.

Ya de regreso me duché de verdad por primera vez en mi vida.
Me habían preparado una habitación preciosa. Yo estaba agotada, el viaje, las emociones... pero cuando llegó la hora de dormir volvieron mis temores y lloré de nuevo. ¿Y si esa gente no me permitía volver con mi familia? Vale que las condiciones allí eran de fábula, pero el abrazo de mi madre no lo cambiaba por nada en el mundo.

Javier pasó a desearme buenas noches y al verme llorando, cogió mi mano y empezó a repetir sus nombres: Lola, Luis, Javier... en una especie de mantra que me sumió en un sueño profundo.
Los días se fueron juntando como la arena del desierto y llegó el momento de regresar. La despedida fue triste. Como dice la canción tenía "el corazón partío".

Durante años repetí la experiencia con la misma familia y fue maravilloso, la única pena era ver que Javier padecía un extraño tipo de cáncer y los diferentes tratamientos no lo podían ayudar. Yo sufría por él, nuestras almas se habían hermanado y lo necesitaba en mi vida.

Gracias a la ayuda de mi familia canaria pude estudiar y mirar el futuro con buenas perspectivas. ¡Soy profesora!

A pesar de la distancia mi contacto con ellos seguía siendo fluido, sobre todo con Javier. El disimulaba su progresivo empeoramiento, pero sus padres me mantenían informada.

Un día me dijeron que la única oportunidad que le quedaba a Javier era realizarle un trasplante de médula. Toda la familia se hizo las pruebas para ver compatibilidades y nada, los resultados fueron negativos. Recurrieron a amistades cada vez más desanimados, si su propia familia no era compatible, ¿cómo iba a serlo alguien con otros genes? Y siguieron sin encontrar la aguja en el pajar.

Yo no podía dejar que Javier muriera sin haberlo intentado, consciente de que me aferraba a una quimera. Pero si la vida nos había hecho hermanos sin serlo, ¿por qué no nos podía hacer otro regalo?
Y si crees en los milagros, adivinarás que fuimos compatibles.

Javier está bien y yo feliz de haber continuado la espiral de generosidad que cambió mi existencia, al ser acogida por aquellas personas.

Mi otra familia, mi hermano.



5 comentarios:

  1. Hola hermana, me ha gustado mucho tu cuento, incluso al leer lo de la enfermedad de Javier se me ha puesto un nudo en la garganta. Afortunadamente y gracias a la generosidad de Karima, está bien

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  2. Por suerte tiene un final feliz, pero me alegra saber que con mis palabras puedo "mover" emociones.
    Un abrazo hermano.

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  3. Una maravilla como todas tus historias, no me canso de repetirlo tienes un don maravilloso, sigue escribiendo. Gracias amiga por compartir tus escritos. Besos

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  4. Bueno, eso de "don maravilloso" me viene grande, me considero una "escribidora" con ganas y por supuesto tus palabras siempre son un aliciente para continuar y compartir.
    Besos gordos, de esos que hacen ruido, amiga.

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