jueves, 4 de marzo de 2021

La terapia. Capítulo VIII y último.

 Gracias a las visitas de Carmensa y las chicas, además de las de Carmelo y por supuesto mi madre, el tiempo de hospitalización pasó rápido.
Tenía que reconocer que agradecía que las "tejedoras cojonudas" me hubiesen contado sus historias, pero también que hubieran seguido turnándose para que yo no estuviera solo. 
Yo no estaba acostumbrado a ese mundo femenino, pero cada vez me sentía más cómodo con ellas, además, había tenido tiempo para pensar y debía reconocer que cada una de ellas luchaba para superar sus adicciones emocionales. Vale que los métodos de Carmensa no eran muy convencionales, pero daban resultado.
Un día que estaba solo con Carmensa hablamos sobre ello y le pregunté qué "terapia" había pensado para mí.
-Mira Sergio, no sé si eres consciente pero has mejorado mucho, vivías instalado en el duelo y no te permitía avanzar. No te creas que no me doy cuenta  que intentas disimular cuando las chicas te divierten con sus cosas. Debes dejarte ir un poco más, pero no te preocupes, no te voy a proponer que  hagas ninguna rareza, si acaso, que sigas con el punto y nos acompañes de vez en cuando.
-¡Vaya!, ya me imaginaba que me obligarías a disfrazarme de payaso como terapia...
-Anda niño, no me des ideas....
Me iban a dar el alta en el hospital, aunque tendría que seguir de baja unos cuantos meses, porque la bala había rozado musculatura y la tendría que recuperar con rehabilitación. Estaba contento de que la cosa no acabara peor, aunque pensar en el tiempo libre que tenía por delante me daba miedo. Miedo de volverme a ver como cuando estuve de baja por depresión. Con esos pensamientos andaba cuando la habitación se fue llenando, mi madre, Carmelo, Lola, Esther y Laura. Faltaba Carmensa, pero seguro que  estaría a punto de llegar.
Y claro, llegó excitada anunciando lo siguiente:
-Chicas, soñé que una de ustedes se casa de aquí a un año, uno de esos sueños, ustedes me entienden, así que nos van a faltar manos para tejer el traje de novia. Lo único que no se me desveló es quién de ustedes se casa. Pero mientras el destino va haciendo sus cosas, nosotras podemos empezar por el velo que no tiene talla y ya iremos viendo.
Ahí se formó la marimorena, todas hablando al mismo tiempo nerviosas ante la perspectiva de su posible boda. Yo alucinaba al ver la forma  en que  creyeron el vaticinio de Carmensa , pero ya me estaba acostumbrando a que en su mundo las cosas fueran diferentes.
Mi madre se ofreció a tejer con el grupo para ayudar, un Carmelo suplicante le pidió a Carmensa que lo dejara participar, que esa misma noche se ponía con tutoriales en internet, ella le dijo que todas las manos serían pocas y de repente todos los presentes clavaron su mirada en mi persona.
¿En serio? ¿Querían que yo participara en la elaboración de un vestido de boda a crochet, cuándo ni siquiera sabíamos quién iba a ser la novia? Era una locura, pero me ayudaría a ocupar el tiempo libre que tenía por delante y lo más importante, me sentía en deuda con aquellas chifladas. Cuando de mi boca salió un tímido sí, lo celebraron casi gritando.
Fue cuando entró una enfermera a poner orden.
-Señores, que estamos en un hospital, no en el Parque Santa Catalina en carnaval...
Yo la miré avergonzado, no era una de las enfermeras que me había atendido, pero su cara me resultaba conocida.
Carmensa se dirigió a ella y la abrazó.
-Mi Lucía, cuánto me alegro de verte, ¿cómo estás?
-Vaya Carmensa, tenías qué ser tú,  estás en todas las salsas. Yo justo me incorporo hoy al trabajo, ya estoy lista para la batalla, pero cuenta, ¿qué haces aquí y a qué viene tanta escandalera?
-Nada muchacha, acompañando al amigo Sergio que se va hoy.
La enfermera me miró sorprendida y  dijo:
-Oye, yo a ti te conozco de algo.... ah vale, ya sé. Te vi hace unos días tejiendo en el parque, por cierto, te di me teléfono y no me has llamado.
-Si si ya te recuerdo, perdona pero he estado ocupado con una bala...
Y todos rieron, no sé si por mi gracia o al ver que estaba recuperando el sentido del humor.
Carmensa le dijo:
-Mira Lucía, justo ahora necesito tejedoras y no me vale un no por respuesta.

Un año después.
Van llegando al Ayuntamiento los invitados a la boda, cuando llega la novia, todos alucinan con su vestido. 
Han conseguido hacer un encaje delicado, una filigrana etérea que embellecería a cualquier novia. Valió la pena el año que han ocupado en tejer esa maravilla.
Esther está preciosa con su embarazo, Laura ha perdido el rictus amargo que le agriaba la expresión y transmite felicidad, Carmensa está pletórica.
Lola, la novia, de la mano de su hija espera al novio que llega un poco tarde.
Al fin aparece Domingo con su pajarita de crochet, tejido por el padrino, Sergio.
Todos están emocionados.
Al finalizar, Lola les dice a las chicas que se preparen que va a tirar el ramo de novias.
Alborotadoras, como siempre, se preparan para ver quien lo recoge.
Es cuando Carmensa mira fijamente el ramo como si le diera instrucciones y este termina en manos de Lucía, que cogiendo a Sergio del brazo le susurra:
-Ya te puedes ir preparando.


Fin.



2 comentarios:

  1. Hola hermanita!! Yo pensaba que se casaba Sergio, pero bueno, tiempo al tiempo.
    Bonita historia. Me supo a poco, jjjj.
    Besotes y abrazotes muchos. A ver si mejora la situación y nos vemos pronto.
    Cuídate hermana.

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  2. No se nos casó pero final feliz, ahora yo lo dejo y que se gobierne solo, jjjj.
    Un abrazo hermano, a ver si prontos las cosas cambian para bien y nos vemos, besosssss

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