Siempre supe que era diferente y poniendo todo mi empeño me he ido superando con el paso de los años.
Ya desde pequeña, todos me tomaban por una niña frágil; mi físico ayudaba, ojos color miel, una pupila ligeramente desviada, pelo claro, hasta el nombre que me pusieron mis padres contribuyó a ello. Me llamo Alma y es como si la gente me atribuyera espiritualidad por llamarme como me llamo.
Siendo muy niña oí decir a mi abuela que me tenían que operar del ojo cuando fuera un poco mayor para evitarme complejos, pero yo sabedora de que añadía a mi físico la sensación de vulnerabilidad, me negué llegado el momento, con la excusa de que me daba miedo la intervención.
Supe esconder al mundo mi verdadera naturaleza, me supe guardar muy bien la fortaleza que disimulaba, me venía bien para seguir pasando por la niña buena y débil que todos veían en mí.
Yo sabía que mi poder residía en la manipulación que ejercía secretamente sobre las personas que caían bajo mi influjo. Por supuesto, mis primeros experimentos recayeron sobre mi familia.
Yo nací la segunda, mi hermano mayor, Gabriel, me llevaba 4 años y se puede decir que me estrené con él.
Cuando yo tenía unos 6 años, a menudo venía a casa Alejandro, un amigo de mi hermano. Por puro entretenimiento me dediqué a robarle a mi hermano Gabriel objetos sin valor, alguna estampas de las que coleccionaba, bolígrafos, algunos comics... por supuesto siempre lo hacía coincidir con las visitas de su amigo. Al principio Gabriel se volvía loco buscando lo desaparecido, mis padres le decían que si no fuera tan desordenado no perdería nada, que ya aparecerían los objetos cuando menos lo esperara.
Quise dar un paso adelante, así que cogí el reloj que le habían regalado por reyes a mi hermano y que tanto le gustaba. Lo pude meter con disimulo en la mochila de Alejandro, el amigo. Ese día no pasó nada, pero al siguiente estando en clase, ya echando de menos su preciado reloj y sin sospechar nada le pidió a su amigo que le prestara una goma. Al abrir la mochila ajena recuperó el reloj y perdió a su mejor amigo.
En casa mis padres no daban crédito, conocían de siempre a Alejandro. Empezaron a atar cabos, las pequeñas cosas que desaparecían del cuarto de mi hermano coincidían con las visitas del chico. Mi hermano estaba decepcionado, dolido, enfadado.... y más solo.
Para resumir diré que Alejandro no volvió a pisar mi casa.
Que yo recuerde fue mi primera manipulación consciente y premeditada, aunque sé que era mi naturaleza y siendo bastante pequeña sabía las cuerdas que tenía que tocar para obtener lo que quisiera. Bastaba con poner carita de niña buena y dejar que las lágrimas aparecieran en mis ojos. No fallaba.
Me llegué a preguntar entonces qué motivos me llevaban a aquellas actuaciones, la respuesta llegó clara como el agua, básicamente porque podía, además de darme cuenta de que yo podía controlar emocionalmente a las personas y eso me daba poder. Y yo quería más.
Era un reto que me ponía a mí misma, tenía que probar con personas que no fueran de mi ámbito familiar para ver los resultados. Fue más fácil de lo que pensaba.
Por ejemplo en el colegio, todos me tenían por una alumna aplicada, tímida pero que me relacionaba bien con las otras niñas.
Se me metía en la cabeza separar a un grupo de amigas y no descansaba hasta conseguirlo, una acusación en el oído adecuado, una mentira en otro..., así las iba volviendo en su contra hasta conseguir mi propósito.
Cuando obtenía lo que quería me sentía bien, pero siempre quería más. Era embriagador observar el comportamiento humano con sus debilidades, me fascinaba encontrar el punto de flotación de la gente y dinamitarlo. Me seducía tanto, que tuve claro que estudiaría psicología o psiquiatría, quería conocer los resortes de las mentes ajenas.
Ya en la adolescencia, me llegué a preguntar si yo presentaba rasgos de psicopatía, leía todo lo que caía en mis manos al respecto, eché la vista atrás y nunca me vi martirizando a ningún animal ni se me apetecía, un síntoma menos. También me cuestioné sobre mi propia empatía, llegué a la conclusión de que era capaz de sentirla, pero me parecía una pérdida de energía. Pero por supuesto me puse a prueba. Falleció el padre de una compañera de clase y me puse en su lugar a ver que sentía, pude notar el dolor correr por mis venas. Llegué a la conclusión de que no tenía ninguna necesidad de aportar más sufrimiento al mundo, no sacaba nada y desde entonces antes los problemas ajenos me desvinculo emocionalmente; que cada palo aguante su vela. Eso sí, simulo que siento en el alma lo que quiera que sea.
Llegué a la conclusión de que sencillamente yo era curiosa, manipuladora, cabrona y retorcida.
Me gustó mi propio análisis, para que negarlo. El problema era que quería más y más, eso me animaba a seguir hurgando en las mentes ajenas, manejarlas a mi antojo. El que nadie sospechara de mis intenciones era el reto que me nutría cada día.
La adolescencia con los cambios físicos propios fue una etapa de lo más productiva. Me propuse conocer más la naturaleza masculina. Fue divertido meterme en medio de las relaciones de mis "amigas" con sus chicos, siempre de forma taimada por supuesto.
En esa época las chicas se volvían locas por mostrarle al mundo sus recién estrenados pechos y curvas, para ello se vestían con ropa ajustada y empezaban a usar maquillaje.
Yo me convertí en una chica guapa, bien proporcionada y sin nada que envidiar al resto de las féminas que frecuentaba, pero me seguí escondiendo bajo mi apariencia. Por ello nunca usé nada ajustado, al contrario, me ponía ropa holgada, aunque sabía que se adivinaban perfectamente mis generosas formas de mujer bajo el disfraz escogido.
Cuando asistía a alguna fiesta, observaba el panorama y me regocijaba internamente. Los chicos babeaban tras los escotes, como dice el refrán "tiran más 2 tetas que 2 carretas", pero siempre en la manada había algún líder que no se contentaba con la chica que se le pusiera a tiro, no, buscaba otras emociones, por ejemplo ligarse a la tímida guapa que seguramente seguiría siendo virgen. Se querían poner esa medalla. Pero no les di ese gusto, nunca mejor dicho.
También soy de carne y hueso y las hormonas adolescentes corrían por mi torrente sanguíneo. Bajo mi piel de oveja me convertí en lobo y probé lo que quise cuando se me antojó, eso sí, lejos del círculo que frecuentaba. Necesitaba mi fama de tímida y recatada ante los ojos de la fauna con la que me relacionaba.
Por mencionar solo una de mis "anécdotas", diré que puse el ojo en el típico guaperas líder del grupo que salía con mi mejor amiga. Aquí debo aclarar que yo nunca he necesitado amigos o amigas, solo gente para ser utilizada, pero me venía bien que pensaran que yo los considerara como tales.
Lidia, "mi mejor amiga", salía con el macho alfa, un tal Alfredo. Estaba enamorada hasta las trancas la muy ilusa, así que me venía de perlas.
Me bastaron unas pocas caídas de ojos ante él, sonrisas bobaliconas y engordar su ego para que pensara que yo estaba por él y como no podía ser de otra forma intentó enrollarse conmigo.
Yo reaccioné estampándoles dos sonoras bofetadas, haciéndome la ofendida le dije que se había equivocado conmigo y que no me dejaba más remedio que contarle a Lidia el tipo de persona que era.
Aún recuerdo la cara de Lidia ante mi relato, acompañado por mis oportunas lágrimas que añadieron dramatismo.
La muy estúpida se tragó mis palabras como si fueran puñales, ante mí llamó a Alfredo y cortó con él.
Estaba tan desolada que esa noche se intentó suicidar. Yo había contemplado todas las posibilidades y contaba con algo así, por eso de madrugada la llamé y balbuceando me dijo que se había tomado no sé cuántas pastillas, que no quería seguir viviendo.
Desperté a mis padres que para ganar tiempo alertaron a los suyos por teléfono. Si no hubiera actuado lo más probable es que Lidia no se hubiera despertado. Me empeñé en que me llevaran al hospital, desde donde llamé a Alfredo para decirle que él era el culpable, que rezara por que a Lidia no le pasara nada malo.
Tras el oportuno lavado de estómago, los médicos dijeron que si no hubieran acudido tan rápido estarían hablando de otra cosa. Y me convertí en la heroína, la buena amiga que le había salvado la vida. Mis padres estaban orgullosos de mí y los de Lidia más que agradecidos. Mi respuesta ante tanto reconocimiento fue regalarles mis lágrimas emocionadas.
Descubrí que se puede llorar de puro placer.
Continuará.
Ufff pinta bien esta historia Pepa, Alma de diablo. Esperando el siguiente 👏👏👏😘😘😘
ResponderEliminarSi, aquí ni espíritus ni nada, maldad pura y dura.
ResponderEliminarOjalá te guste amiga, un abrazo grande
Hola Hermana! Vaya una mente más retorcida la de esta chica.
ResponderEliminarYa veremos cómo se comporta en próximos capítulos. Esperamos ansiosos. Hasta pronto Hermana, Besos y abrazos grandes.
Algo me dice que no será un comportamiento normal. Habrá que ver la mente retorcida de la autora a donde nos lleva, ohhhhh!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo hermano.