jueves, 20 de mayo de 2021

Buscando el crimen perfecto. Capítulo IV.

 Aparentemente mi relación con Lucas iba bien, ya había conseguido que abandonara a su mujer y sinceramente no sabía hasta donde lo quería hacer llegar. Me limitaba a alterar situaciones para obligarlo a estar bajo mi dominio. Se me daba bien. 
Me asombraba observar lo manipulables que son los hombres, creo que más que las mujeres, pero bueno, ya tendría tiempo para cerciorarme.
El estaba dispuesto a pedir  traslado de Facultad, cosa que no me interesaba de momento. Quedaba poco para que terminara el curso y que me avalara con el trabajo que estábamos a punto de presentar, me serviría para subir las notas finales.
Lo convencí de que esperara con el pretexto de que un traslado lo obligaría a cambiar de ciudad y eso no facilitaría sus encuentros con el niño.
El muy iluso estaba agradecido pensando que anteponía sus intereses a los míos.
Nos seguíamos viendo a escondidas y como no podía ser de otra manera, cuando le tocaba estar con su hijo compartíamos las tardes en su piso de alquiler.
Ya su exmujer le había dicho que cuando el niño llegaba de estar con su padre no dormía por las noches, pero Lucas no le dio mucha importancia, era casi un bebé y dormía cuando tenía sueño. Ni por asomo hubiera imaginado que era por las gotas que yo a veces le daba. 
Una tarde que hacía mucho calor le dije a Lucas que me moría por un helado sabiendo que él se ofrecería para ir a comprarlo. No me equivoqué. 
Lucas quiso llevar al niño, pero lo convencí para que lo dejara a mi cargo, iba a a ser unos pocos minutos y mientras le daría la merienda. Su móvil se estaba cargando, así que allí se quedó.
Aproveché cuando Lucas salió para llamar a la "ex" con el teléfono de Lucas, me bastó pulverizar un  poco de mi perfume en el ojo del chiquillo para que  llorara como si no hubiera un mañana, no sé si le picaba el ojo o le dolía, poco me importó, la verdad, pero me salió bien. 
Cuando la madre contestó al teléfono pudo oír perfectamente el llanto desconsolado de su hijo.
Gritaba como una loca preguntando qué estaba pasando y pasado un largo minuto corté. 
Para tener la tarde tranquila  apagué el teléfono después de borrar el registro de llamadas, ya tendría el lío Lucas cuando llegara a dejar al niño.
Comí mi helado relamiéndome al imaginar el cuadro que se encontraría.
Esa misma noche Lucas me llamó bastante alterado, su "ex" le narró lo sucedido con la llamada telefónica pidiendo explicaciones y preocupada por el niño. El, que no entendía nada, me contó que habían tenido una bronca monumental y no se podía explicar la acusación injustificada.
Yo sibilinamente le dije que el comportamiento de su "ex" no era normal, que quizá necesitara ayuda especializada; no quise añadir más leña al fuego, sabía que la semillita ya estaba sembrada.
De momento dejé al niño tranquilo, me bastaba con ver como la relación amistosa que habían prometido tener sus padres se iba como agua sucia por una alcantarilla.
La semilla creció y creció, sus frutos fueron los reproches mutuos que la expareja se dedicaba; cada uno pensaba del contrario que actuaba irracionalmente.
Terminaron en manos de abogados en una relación que se enquistó y supuró por todos lados.
Acabó el curso y saqué buenas notas, el trabajo que hice con Lucas me permitió situarme primera para elegir donde hacer las prácticas. Todo había salido según lo previsto.
Lucas cansado de no poder tener una relación pública conmigo, pidió traslado a otro instituto, en otra ciudad. Yo sé lo que le costó renunciar a estar más cerca de su hijo, con los pleitos con su ex lo iba a tener bien difícil, pero se consolaba pensando en nuestra relación, aunque tuviéramos que desplazarnos durante una hora de coche para vernos.
A punto de comenzar el nuevo curso, Lucas se tuvo que mudar a su nuevo destino.
Lo había manejado como a una marioneta y ya no me daba más juego, me aburría, así que le dije que lo nuestro se había acabado, que estaba conociendo a otra persona.
Suplicó, se humilló pidiéndome otra oportunidad, pero aquel guiñapo hundido ya no me interesaba.
Generosa, le tenía una última sorpresa preparada. Envié al nuevo instituto vídeos sexuales de nuestros encuentros añadiendo de forma anónima que las relaciones las había mantenido con una alumna.
Cambié de número de teléfono y a otra cosa mariposa.
Pasé un par de años tranquila centrada en mis estudios, aunque echaba de menos llevar a cabo alguno de mis "inocentes" planes, pero valía la pena esperar. 
De momento la carrera de Psicología me estaba sirviendo para desenredar los hilos que mueven las mentes y  sentimientos humanos. Lo divertido era adquirir más experiencia para enredarlos a mi antojo.
Por fin llegaron las ansiadas prácticas. Por mi expediente académico pude elegir dónde hacerlas y sin dudarlo me apunté para realizarlas en un psiquiátrico.
Estaba tan ansiosa por "ayudar" a mis siguientes conejillos de indias, que no veía el momento de empezar.
Y como todo en la vida el momento llegó.

Continuará.


6 comentarios:

  1. Pero hasta donde va a llegar esta mujer, no tiene límites, cosa mala, mala!!😱

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    1. Pues si, y se va perfeccionando según crece. Qué miedo!!!
      Gracias por tu lectura.

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  2. Más mala que un dolor, pobres pacientes del psiquiátrico...😢😢. Un beso amiga 💋

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  3. Se pondrá interesante en el psiquiátrico, hasta algo de sexo vamos a encontrar. No te lo puedes perder, jejeje.
    Un abrazo fuerte querida.

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  4. Hola Hermanita! Pobrecito el hijo de Lucas y pobres conejillos de indias del psiquiátrico, a ver qué les tiene preparado.
    Bueno Hermanita, cuídate. Besos y Abrazos Grandes.

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  5. Mala mala mala esta Alma. Seguro que buenas intenciones no tiene.
    Los mismos besos y abrazos para ti Juanfra.

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