jueves, 3 de junio de 2021

Buscando el crimen perfecto. Capítulo VI.

Debo reconocer que la noticia me sorprendió, mi intención era averiguar hasta donde podía llegar a través de la hipnosis. Suponía que el paciente al intentar amputarse apenas viera sangre se pondría a gritar y lo detendrían a tiempo. No conté con que estuviera tan absorto con el mensaje que yo le había inoculado que llegara a costarle la vida. 
Daños colaterales, me dije, pero el efecto que me produjo la noticia me sorprendió.
Me sentía como levitando.
Después de esa primera muerte subí a otro nivel.
Saber que podía tener la vida de otros en mis manos me incendiaba, me daba poder.
Alguna vez mi mente se preguntaba el por qué de mis acciones y la respuesta siempre era la misma: "porque puedo".
Siempre se ha dicho que no existe el crimen perfecto, han corrido ríos de tinta sobre ese asunto y yo, sin casi darme cuenta tenía la respuesta. Existe, vaya si existe.
Luego estuve centrada en terminar mi carrera, no me bastaba con aprobar, quería ser la primera de mi promoción. Además, me interesaba estar una temporada alejada de cualquier incidente, tenía que ser cauta.
Aparté durante ese periodo mis artes de manipulación. A veces me cuestionaba si podría encontrar a alguien como yo. ¿Existiría ahí fuera alguna persona con mis mismas motivaciones? ¿Y en ese caso, qué supondría conocerla? 
Tiempo al tiempo, saber esperar y no precipitarme fue un arte que me concedí, temporalmente claro, ya había probado el gusto de la muerte provocada y salivaba pensando en aquel sabor.
Conseguí finalizar  mi carrera como me había propuesto, lo que me abrió muchas puertas, para empezar tenía trabajo asegurado.
Elegí trabajar en una cárcel, de hombres para más señas.
Como psicóloga sería interesante, pero había algo más oscuro que me empujaba hacia ese destino.
No sabía qué estaba buscando, pero algo buscaba.
Cuando me incorporé al nuevo trabajo el personal se sorprendió al ver mi aspecto frágil, me dijeron que quizá no era el destino adecuado para mí, que allí había que tener la piel muy dura para sobrevivir, pero me limité a contestarles que sabría guardar las distancias y que si me agobiaba aquella atmósfera decadente pediría traslado.
Todos me miraban como si yo fuera una muñequita caída en un aquelarre salvaje.
Antes de tener contacto con los presos estudié con profundidad sus expedientes, muchos estaban allí por asesinatos tan mal efectuados..... Qué tontos, me decía internamente.
No sé por qué uno llamó mi atención, Ángel se llamaba el sujeto.
Estaba condenado por intento de homicidio, había ideado matar a su hermano haciéndolo pasar por un suicidio, pero calculó mal y la víctima quedó con vida.
Me imaginaba un tipo rudo, con mandíbula cuadrada y alguna cicatriz deformando su cara, pero cuando lo conocí personalmente su imagen me sorprendió.
Guapo, con cara de niño, mirada dulce.
La consulta era grabada y él debía permanecer esposado, detrás de la puerta esperaba un funcionario atento a entrar al instante si yo tocaba el timbre de alarma o gritaba.
Lo normal  en aquellas circunstancias era una primera toma de contacto, valorar el talante colaborador o no del sujeto y en próximas sesiones profundizar.
Me presenté y pude ver que ninguno de los dos se dejó engañar por nuestros inocentes aspectos.
No pude evitar recordar cierta escena de la película "el silencio de los corderos", pero en esa habitación habían dos lobos. Y tenían hambre. 
Saltándome todos los protocolos lo miré a los ojos y le pregunté que por qué lo había hecho, él manteniéndome la mirada contestó: "porque puedo".
Oír de una boca que no era la mía esas palabras me alteró, el ritmo de mi corazón se trasladó a mi vagina latiendo feroz. ¿Qué me estaba pasando? Tenía que procesar aquella reacción que me producía el sujeto  y analizarlo a fondo, así que di por terminada la sesión sin intentar disimular que aquel hombre había tocado algún resorte desconocido en mi interior. Cuando se levantó no hizo nada por ocultar una evidente erección.
Sabía que él también había sentido algo diferente al verme, pero me tenía que centrar, esconderme bajo mi disfraz de oveja en el próximo encuentro, averiguar que resortes lo hacían actuar.
Necesitaba exprimir hasta el último de sus pensamientos.
Aquella noche casi no dormí, nunca me había sentido así, tenía que idear algo para no esperar hasta el próximo encuentro que tardaría, tampoco me valía que se produjera en el  mismo lugar, tenía que pensar en algo y pronto.
La suerte estaba echada.


Continuará.










4 comentarios:

  1. Uhmmmm esto se pone muy interesante!! Vamos a ver qué pasa. Besotes 😘😘😘

    ResponderEliminar
  2. Hola Hermanita! Pobre Angel, aunque no es un angelito; a ver en qué depara esos encuentros en la carcel. Besos y Abrazos Grandes Hermanita. Cuídate mucho.

    ResponderEliminar
  3. Un angelito no es que intentó matar al hermano, esperemos que no se me pegue la idea, jajajajaja.
    Igualmente para ti besos y abrazos hermano.

    ResponderEliminar