jueves, 8 de julio de 2021

El ladrón de emociones. Capítulo IV.

 Salí al balcón antes de la hora acordada por Cristóbal y me encontré con Adrián. No parecía estar de buen humor.
-Hola, ¿Le puedes decir a tu abuelo qué ya estoy aquí?
-Lo siento tío, pero no le hablo. El muy cabrón no sabes lo que me hizo.
-¿Qué te hizo?
-Que se aburre y me fastidia. Estaba con las clases online, sabe que si aparece lo va a ver por la cámara todo el mundo, se lo he dicho mil veces, pues no se le ocurre otra que aparecer preguntándome si he visto su dentadura postiza. Imagínate toda la peña descojonándose. ¡Qué vergüenza! Pero que se la devuelvo como que me llamo Adrián.
Tuve que aguantar las ganas de reírme, ese Cristóbal era un figura, pero me contuve imaginándome el mal rato que tuvo que pasar el chico.
En eso apareció el susodicho y Adrián se entró con cara de pocos amigos.
-Hola vecino. ¿Ya me dedicaste el libro?
-Perdone, pero se me pasó.
-¿Tanto tienes qué hacer? , preguntó de mala forma.
-Mire Cristóbal, con ese carácter me parece que le voy a dibujar una calavera con serpientes, no se me ocurre otra cosa.
Soltó una fuerte carcajada y no pude evitar pensar en su hija.
-Jajaja, mira si el muchacho tiene sentido del humor y todo. Ponme algo bonito hombre, que se lo quiero enseñar a mis amigos.
-Se lo va a tener que ganar, con que sea un poco más amable me vale. Bueno, quería contarme cosas de su vida, ¿no? pues soy todo oídos.
-Tampoco hay tanto que contar, una vida normal es lo que he tenido.
Trabajé muchos años de camarero, me enamoré de una cocinera, Pino, mi mujer. -Recordé que su hija tenía el mismo nombre y era poco común-.
-¿Pino? ¿Y de dónde viene ese nombre?
-Mi mujer era canaria y allí es muy habitual, mi hija se llama así también.
Pues eso, nos casamos, tuvimos una hija, nos hicimos viejos, mi mujer se murió y ya está.
-Hombre, antes me dijo que tenía muchas anécdotas que contarme, ese resumen tampoco me inspira mucho...
-Es que hoy me gustaría que me hablaras tú, que me contaras sobre tu libro, supongo que andarás con el segundo, los personajes, la trama.....
-Estoy escribiendo, pero la verdad, un poco atascado ando, no sé por donde tirar. Había empezado uno pero ahora otros personajes me están rondando y no sé.... 
Por supuesto omití que los nuevos personajes eran por obra y gracia de ellos mismos.
-Pues rompe todas las hojas que tengas escritas y empieza de nuevo.
-No son manuscritas, utilizo el ordenador.
-Voy a buscar unas cervezas, ¿por qué no sacas el ordenador y me lo enseñas?
Miedo me dio, lo veía muy capaz de darle el mismo destino a mi ordenador que al caballo perdido del ajedrez, por supuesto no lo iba a sacar. Lo que sí saqué fueron unas aceitunas y una tabla de quesos para acompañar a las bebidas.
Le pasé un plato para no tener que compartir, el coronavirus nos obligaba a ser cuidadosos. Pensé que sacaría un par de cervezas, pero salió con una nevera de playa que parecía pesar.
-Así no me tengo que estar levantando cada dos por tres, mi  nieto no me habla y no me las va a traer. 
Fue nombrar al nieto y éste aparecer; con sus auriculares puestos se sentó retirado del abuelo.
-Cristóbal, lo de sacar el ordenador lo dejamos para otro momento. Hoy se me apetece más escucharlo hablar a usted.
-Vale, pero no me trates de usted.
Estuvimos un rato callados, bebiendo cervezas que aparecían cada poco de aquella nevera que parecía no tener fondo.
Se ve que el alcohol le fue soltando la lengua y comenzó a hablarme de su mujer.
-Mi Pinito, como la echo de menos, como buena canaria era guapa y con su acento dulce me cautivó, aunque no creas, tenía un carácter de mil demonios. Cuando se enfadaba mejor que no te pillara cerca. Además, trabajábamos juntos, ella de cocinera y yo de camarero. 24 horas sin separarnos. Cuando se enfadaba conmigo volaban los platos y tenía puntería la jodía. Espera, voy a entrar un momento y te enseño alguna foto.
Cuando Cristóbal entró, el nieto aprovechó para sacar de la nevera 3 cervezas y ponerlas en el amplio bolsillo de su sudadera. Yo no dije nada. También era consciente de que los auriculares eran un truco para aparentar no estar escuchándonos, pero se estaba quedando con todo.
-Mira qué guapa -dijo mientras me pasaba un álbum de fotos- ponte estos guantes antes de tocarlo, no quiero que me pegues nada.
Obediente me puse los guantes y comencé a curiosear, las primeras fotos me mostraban a una pareja joven, felices, tan lejanos...... Ciertamente la mujer había sido guapa, aunque no, no era guapa, era muy bonita, no es lo mismo. Cristóbal encendió un cigarro y el nieto a escondidas bebía. Desde donde yo estaba lo observaba todo y me parecía de lo más surrealista, pero lo estaba disfrutando igualmente.
-¿Y de su hija no tienes fotos?
-Claro burro, cómo no las voy a tener... Espera que saco otro álbum.
De nuevo el nieto aprovechó la ausencia del abuelo para proveerse de cerveza, ahí ya le dije que se estaba pasando y le sentarían mal, se hizo el sordo y miró para otro lado. 
Cuando Cristóbal me entregó el nuevo álbum, me moría de curiosidad por ver la cara de su hija. Y allí estaba, fotos de su niñez, de su adolescencia, de su juventud..... Era bonita como la madre, aunque desde pequeña arrastraba sobrepeso.
Ensimismado estudiaba aquella cara cuando Adrián se levantó tirando la silla y entró en la casa tambaleándose. Solo me dio tiempo a observar que estaba amarillo.
-El jodío está vomitando, le está bien empleado por robarme las cervezas.
-Vete a ver cómo está, hombre, que solo es un chiquillo.
-Qué se fastidie, además, no me habla, pero ya lo oí meterse en la cama, dentro de un rato cuando esté dormido le doy una vuelta...
Seguimos bebiendo y un Cristóbal cada vez más locuaz me contó parte de su vida.
Habló con añoranza de su mujer, había muerto por un maldito cáncer que se la llevó en pocos meses. Contó que a pesar del mal carácter que tenía habían sido una pareja feliz. Miedo me daba imaginarme la convivencia de esas dos personas con caracteres poco amables, sus discusiones tenían que ser tremendas. ¿Cómo habría vivido la hija todo aquello? 
Saqué más comida y el vecino más cerveza, tocó el turno de mis penas y me vi contando a casi un desconocido mis preocupaciones, mi temor de estar escribiendo una novela que no me decía nada. Volvió a insistir en que le enseñara el ordenador para ver lo que tenía escrito y yo sumiso, entré a buscarlo y se lo pasé a través del balcón. Cristóbal leyó por encima y para mi sorpresa, sabía darle a la techa de borrar. Y borró y borró diciendo que empezara de nuevo, que no tenía alma ese proyecto de novela, que empezara otra que me saliera del corazón.
Anestesiado por el alcohol todo me parecía bien. 
Cuando ya estaba con la lengua de trapo Cristóbal me mandó a acostar; como si fuera mi padre obedecí, le di las buenas noches y entré en mi casa para tirarme directamente sobre la cama.
El día siguiente desperté con resaca, con los guantes de látex aun puestos. Vi en el balcón uno número elevado de latas vacías de cervezas, muchas. Se me revolvió el estómago, pero cuando recordé haber permitido al vecino borrarme lo que tenía escrito tuve que correr al baño a vomitar.
No tenía copia de seguridad.

Continuará.

4 comentarios:

  1. Hola Hermanita! Vaya con la familia trapisonda, jjj. Se hartaron de cervezas, jjj. A ver si a Cristobal le gusta la sorpresa y el regalo del cumple. Bueno Hermanita, cuídate mucho. Besos y abrazos Grandotes

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  2. Gracias por acompañarme cada semana, una abrazo grande grande.

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  3. Vaya vaya con el abuelo, todo un personaje... Besos amiga

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  4. Toda la familia parece especialita, jajaja.
    Un abrazo fuerte.

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