jueves, 29 de julio de 2021

Nota: Te recuerdo que dejarás de recibir en breve los correos avisando de una nueva publicación si estás suscrit@.
Además, este blog que tiene ideas propias, estuvo esta semana un día donde no se podía acceder a través de:
Pepalabras
Para entrar tenía que ser a través del enlace:
Pepafontes.blogspot.com
Ahora de nuevo se puede de las dos maneras. 
Me imagino que internet está invadido por duendes burlones que se divierten a mi costa, vamos, que descojonados deben estar mientras yo me desespero por no entender nada. Pero sea como sea yo sigo, y espero seguir contando con tu lectura entres por donde entres. Gracias. 
(Pon aquí el emoticono del guiñar el ojo o el que más te guste, tampoco puedo poner emoticonos) Ahora emoji de cara enfadada.


El ladrón de emociones. Último capítulo.

El tiempo continuó inexorablemente. 
Pasó el cumpleaños de Cristóbal celebrado de balcón a balcón. Pasó el confinamiento y poco a poco iniciamos lo que malamente se dio por llamar "nueva normalidad".
Mientras, me sentía más libre para escribir, mis nuevos personajes parecían tener ideas propias y yo simplemente me dejaba llevar. Aprendí que tenía que deshacerme de la pesada mochila de contar con un primer éxito literario, que me había condicionado a la hora de enfrentarme al nuevo trabajo. Solté lastre y dio resultado, ¿qué no tenía fin para el nuevo proyecto? algo se me ocurriría. ¿Qué podía resultar que no obtuviera el éxito de la primera novela? Cabía esa posibilidad, pero por lo menos necesitaba que el oficio de la escritura me alimentara anímicamente, no que que me chupara la sangre.
Aprendizaje puro y duro, mas al mismo tiempo tenía que iniciar el ejercicio contrario, o sea, de desaprender. El proceso al que me enfrenté, cortesía del confinamiento, me hizo ver que tenía prejuicios a los que poner nombre para poder luchar contra ellos.
Prejuicio al reconocer que un jubilado sin mayores estudios me había enseñado borrando, a golpe de clip, un proyecto de novela que había nacido muerto.
Desaprender que una buena amante tenía que tener unas medidas determinadas, me costó mucho verbalizar la palabra gorda al pensar en Pino. 
Si, estaba gorda, y su generoso cuerpo me acogió como ninguna figura 90-60-90.
Conocí a mis 30 años el placer con mayúsculas por obra y gracia de una mujer gorda, madre soltera por más señas y 5 años mayor que yo, con un hijo adolescente perdido y un padre aparentemente desagradable. El lote completo.
Creo que desaprender es más difícil que aprender, pero sarna con gusto no pica.
Me siento bien, la nueva novela clama por ser parida; atrás quedó el estar obligatoriamente encerrado... y llega el momento de dar por concluidas estas páginas que me sirvieron de desahogo.
Y ahora tú que estás posando tus ojos sobre estas líneas, te preguntarás  si voy a terminar sin contar si he iniciado una relación estable o no con Pino, qué pasó con Cristóbal, con Adrián......
Pero esa sería otra historia para ser contada en otro momento.
Así que amig@, elige el final que desees, te reto a tal ejercicio, aunque soy yo quién me quedaré con la duda, ¿optarás por fueron felices y comieron perdices, o bien me imaginarás hundido y solo?
Como bien me dijo un día el gruñón de Cristóbal (¿será mi suegro o no?), lo importante no es el final, si no que mientras lo hayas disfrutado.


Fin.... o no.





4 comentarios:

  1. Hola Hermana! Pués nos quedamos con la duda si fueron felices y comieron perdices, bueno, como dices, que cada uno dibuje el final que elija. Besotes y Abrazotes Hermana. Cuídate mucho

    ResponderEliminar
  2. Pues sí, un final diferente, espero que te haya gustado.
    Ya falta menos para vernos. Imagina aquí emoticono de carita feliz.

    ResponderEliminar
  3. Me ha gustado la posibilidad de que cada lector Imagine su final. Besotes amiga

    ResponderEliminar
  4. Y a mí que te haya gustado.
    La semana próxima vuelve la mala malísima.
    Un abrazo querida.

    ResponderEliminar