Una serie de circunstancias administrativas hizo que la convocatoria para las oposiciones se adelantara.
9 meses, ese era el tiempo que tenía para prepararlas.
Supongo que mi padre estaba feliz pensando que no sería tiempo suficiente para superarlas y la verdad, a veces yo mismo dudaba. Pero el abuelo incombustible me decía que si 9 meses eran suficientes para traer al mundo a un ser perfecto, yo con mis capacidades no tendría ningún problema.
Entre sacar el carnet de conducir, el gimnasio y preparar la parte teórica de las oposiciones poco tiempo me quedaba y los días empezaron a correr muy deprisa como si se hubieran vueltos totalmente chiflados.
Pero querida Cecilia, mi corazón joven guardaba un rincón desocupado para pensarte por muy frenético que hubiera sido el día.
La primera satisfacción fue sacar el carnet de conducir, lo que me dejaba más tiempo para prepararme las inminentes oposiciones.
Los esfuerzos en el gimnasio se empezaban a apreciar en mi cuerpo, ya no parecía tan delgaducho, comenzaba a tener bien definido el cuerpo de un adulto.
Yo sabía que ibas a venir un fin de semana para dar una sorpresa a tu madre por su cumpleaños y aunque yo estaba hasta el cuello con los estudios quedamos.
Estaba ansioso por verte, pero también porque observaras mi cambio. Dijiste que me estaba poniendo cachas y le gustaba, pero no quisiste darme falsas esperanzas y con algo de vergüenza confesaste que estabas conociendo a alguien.
¿Lo entendí? Si. ¿Te deseé lo mejor? También.
Pero la pena que me inundaba la sudaba en el gimnasio para que no me ahogara.
Llegó el primen examen, el teórico.
Salí más nervioso de lo que entré, me había salido realmente bien y recelaba pensando que alguna trampa se me escapaba, pero no, saqué la mejor puntuación.
Sabía que en el físico tendría más competencia, pero me imaginé que te tenía de público y me sorprendí dando lo que no sabía que tenía.
Al publicarse las notas y ver que era el número uno de mi promoción, la alegría, las ganas de gritarlo a los cuatro vientos me llenaron, estaba exultante, eufórico. ¡Lo había conseguido!
El único "pero" es que tú no estabas para compartir mi felicidad, pero ya te lo haría saber.
En casa el abuelo me abrazó diciendo que no esperaba menos de mí, mi madre se alegró y mi padre a regañadientes me felicitó. Aunque en el fondo estaba orgulloso, no fue capaz de admitirlo.
El ser el número uno me permitía elegir destino y no lo dudé, quería la plaza en Firgas, mi pueblo.
Otra cosa buena es que iba a hacer los repartos en motocicleta y estaba deseando empezar a trabajar.
Me felicitaste por teléfono y te prometí que cuando volvieras en verano, te invitaría a ti y a Lali a pasar un fin de semana en un apartamento en el Sur.
El primer día de trabajo, con mi cartera nueva y repleta cruzándome el pecho, me sentía levitando. Me gustaba imaginar que cada carta entregada era portadora de buenas noticias. No era tan iluso como para creérmelo, pero imaginar cosas positivas no hacía daño a nadie.
Firgas es un pueblo, todo nos conocemos, así que la gente se alegraba de verme tan feliz.
Hasta los perros se aliaron, ninguno amenazó con morder, al contrario, se dejaban acariciar por mis manos, mientras lo agradecían con el vaivén de sus colas.
Hoy en día con la informática eso ha cambiado, las únicas cartas que deposito en los buzones suelen ser de los bancos o facturas y las entregas que se hacen en mano son de los pedidos hechos por internet.
Pero recuerdo agradecido aquella época que viví haciendo lo que me gustaba.
Podría contar mil anécdotas de aquellos días, como la señora que me ocultó que ya se había operado de cataratas para que yo le siguiera leyendo las cartas que recibía. Debo decir que cuando me enteré por una vecina que ya se había operado, fingí no saberlo y le seguí leyendo sus cartas.
Yo sabía que hacía cosas que teóricamente no me correspondían, pero mientras cubriera las entregas en el tiempo debido, no me importaba escuchar al viejillo que estaba solo todo el día sin nadie con quien hablar, ni de aceptar las galletas que hacía otra vecina aunque no tuviera hambre.
Era mi pueblo, yo aliviaba de alguna manera la soledad de mucha gente, ¿cómo no iba a ser amable si mi trabajo solo me aportaba satisfacciones?
Lástima que con el tiempo hice cosas de las que me avergüenzo y ya no me pueda considerar un buen cartero.
Continuará.
Que habrá hecho para que se considere un mal cartero? 🤔🤔 Volverá Cecilia pronto al pueblo? Bueno a esperar al jueves la nueva entrega... besos miles 😘😘😘
ResponderEliminarEl muchacho igual no es tan noble como parece, habrá que esperar para saber qué hizo.
ResponderEliminarA seguir leyendo, jejeje.
Gracias amiga por tu constancia acompañándome cada semana.