Fluían los noviazgos aunque sin acercamiento alguno entre las hermanas.
Nieves y Damián hicieron pronto planes de boda; aparte de querer vivir juntos habían pensando en abrir un negocio relacionado con la pasión que compartían, la música.
Lava se enteró por su madre de los proyectos de Nieves y apuró a Juan para ser ellos los primeros en casarse, queriendo así quitar protagonismo a su hermana.
Se celebraron las dos bodas con apenas unas semanas de diferencia, ambas con una novia hermosa y enamorada.
Ninguna acudió a la boda de la otra, descubriendo sin expresarlo que la ausencia ocupaba mucho espacio y escondiendo el desconsuelo que sin remedio sentían.
Cada una se fue a vivir a la casa regalada por los padres y que las mantenía alejadas físicamente. De vez en cuando coincidían en la casa familiar, mas sin amago alguno de querer enmendar el entuerto que las separaba.
Lava encontró en la convivencia con Juan sosiego; además de la relación amorosa estaban unidos por su amor a la tierra y llevaban los negocios crecientes del padre con acierto.
Nieves y Damián abrieron una academia de música, donde también vendían instrumentos musicales, disfrutando de su estrenada convivencia y del negocio que funcionaba mejor de lo esperado.
Pero en lo más íntimo de las hermanas latía un vacío puñetero que nos le permitía sentirse completas.
Se dio que en un cumpleaños de María, coincidieran sin querer sus hijas y pasó que las dos notaron al mismo tiempo un temblor en sus entrañas desconocido, como si el vientre de Lava tirara hacia el de Nieves, siendo el hecho recíproco.
A las pocas semanas anunciaron que estaban embarazadas.
Los futuros abuelos esperaban que las buenas noticias pudieran ablandar a sus hijas y que retomaran la buena relación perdida en el tiempo. La esperanza es lo último que se pierde, o eso dicen.
Con apenas unos días de diferencia, Nieves parió a un niño y Lava a una niña.
El niño era pelirrojo como su tía y sus llantos enérgicos anunciaban que el parecido no solo iba a ser físico, mientras la niña de Lava nació con una piel tan blanca como la de Nieves y el mismo mechón blanco en el pelo.
Desconociendo el nombre que la otra hermana pondría al recién nacido, la niña se llamó Gara y el niño Jonay. La conjugación de los dos nombres presagiaba el destino que los uniría.
Cuando Lava veía a su niña que se parecía tanto a la hermana maldecía su sino, mientras Nieves con el pelirrojo en brazos cuestionaba su suerte.
María, convertida en abuela, les hablaba por separado diciéndoles que las casualidades no existen y los parecidos heredados eran una señal que debían atender. Pero Lava y Nieves hacían como que no escuchaban el mensaje materno que las inquietaba.
Llegó el momento en que las madres se debían incorporar al trabajo y se plantearon el cuidados de los niños. Aunque por separado, las dos tenían las mismas dudas y temores, pensando que deberían recurrir a una guardería.
La madre convenció a Lava de que ella se podía hacer cargo de Gara, mientras en otra conversación le aseguró a Nieves que la haría feliz si dejaba que se ocupara de Jonay.
A la abuela le hacía feliz ocuparse por la mañana de los nietos. Aunque fueran dos ya se apañaría, rogando por que su treta sirviera para unir a sus hijas.
Ellas pusieron el grito en el cielo por la encerrona, pero una María testaruda aseguró que si se organizaban las hermanas no tenían ni que verse.
Y así lo hicieron, Lava dejaba a su hija a primera hora y la recogía antes, Nieves que abría su negocio algo más tarde podía dejar al niño sin encontrarse con su hermana.
Con lo que no contaban era con el sentimiento que las secuestraba cuando estaban antes sus sobrinos, sin poder evitar cogerlos, cuando María oportunamente se ausentaba de la habitación infantil.
Gara y Jonay se olían, se buscaban con la mirada.
Fueron creciendo, al igual que el magnetismo que los pegaba como el hierro al imán.
María, testigo de la atracción de los nietos, miraba al cielo y rezaba.
Continuará.
Cómo me está gustando esta historia!!!! Un abrazo fuerte 😘😘
ResponderEliminarYa verás que va de menos a más y te enganchará, por lo menos a mi me pasó al escribirla.
ResponderEliminarUn abrazo amiga.