Gara y Jonay hacían todo lo posible para sus hijas se relacionaran con niñas y niños de su edad, organizando meriendas en el jardín de la casa, pero siempre con el mismo desalentador resultado.
Las gemelas incómodas con aquellas visitas impuestas, se quitaban las prótesis pidiendo a los chiquillos que jugaran con sus muñones. Ninguno volvía.
Al fin comprendiendo que sus hijas no querían socializar, tiraron la toalla.
Las niñas deseaban que llegara el día en que parara su crecimiento físico y tuvieran sus correspondientes piernas ortopédicas definitivas. Resultaba doloroso y pesado tener que seguir ajustándolas cada dos por tres, doloroso y tedioso. La verdad es que caminaban lo mínimo exigido considerándolo innecesario.
Continuaban con buenos resultados sus estudios en la casa y cada vez pasaban más tiempo experimentado con el bordado. María les había dicho que no mezclaran texturas, pero ellas tozudas se empeñaban en obtener diferentes resultados.
Cuando estaban en las puertas de su 16 cumpleaños, las abuelas Gara y Nieves iban en el mismo coche a comprarles sus regalos. Hablaban al tiempo entendiéndose en su galimatías, tan absortas a estímulos exteriores, que se estrellaron contra un gran muro de piedra.
Suerte tuvieron para lo que les podía haber sucedido, tan solo sendos esguinces cervicales y la prohibición unánime de la familia de viajar solas en el mismo vehículo.
Tuvieron que llevar durante un tiempo collarines y hacer reposo.
María por las tardes preparaba chocolate caliente para todas sus niñas; las gemelas bordaban, Gara improvisaba melodías al piano y Lava y Nieves.... hablaban.
Disfrutaban tanto de aquellas reuniones, que Nieves y Lava al recuperarse adaptaron sus horarios de trabajo, para poder continuar con aquellos encuentros familiares compartidas por tres generaciones.
En contra de su voluntad se jubiló Manuel por aquellos días. El corazón le había dado más de un susto y su médica le habló claro: tenía que olvidarse del ritmo de trabajo que durante tantos años había llevado.
Sabía que los negocios seguirían con buen rumbo en las manos de Lava y Juan, pero le costaba adaptarse a su nueva vida. Estar ocioso lo reconcomía.
Por las tardes de sumó a las reuniones femeninas, llegando a disfrutar de las charlas de las mujeres de su vida mientras flotaban en el ambiente las notas musicales y los aromas chocolateros que con mimo preparaba su mujer. Pero las mañanas se le hacían eternas.
María por verlo ocupado en algo le sugirió que hiciera un marco grande para un telar. Las gemelas ya no se conformaban con los tambores redondos de bordado. Práctica como siempre pensó que así mataba dos pájaros de un tiro. También le dijo que el cuarto de las herramientas se podía transformar para que las bisnietas lo usaran como taller.
Al hombre ocuparse de esas cosas lo mantenía entretenido, pero sus ojos continuaban tristes. Las gemelas le preguntaron un día el motivo y él, sincero, les dijo que echaba de menos ver todos los días sus plataneras.
A las gemelas trasladarse a bordar en lo que había sido el cuarto de aperos les gustaba, permanecía el olor a hierros y las inspiraba, desconociendo que allí habían sido gestadas.
Bordaron un cuadro donde se podía leer claramente "NO ENTRAR" y lo pusieron en la puerta.
Durante horas ocupaban su tiempo en algo secreto y cuando colgaban el letrero nadie las molestaba.
Cuando dieron la última puntada y observaron lo que sus manos habían realizado, se sintieron satisfechas llamando a Manuel alborotadas.
Al bisabuelo le cayeron dos lagrimones cuando las muchachas le entregaron el regalo.
Habían plasmado el realismo de sus plataneras como si de un retrato se tratara.
Con la técnica inventada por ellas consiguieron un efecto de relieve tridimensional, tanto, que apetecía meter la mano en la labor para coger un plátano.
Los colores perfectamente combinados, los miles de detalles, la exquisitez en cada puntada... dieron vida a aquella labor.
Había magia en la imagen, tenía alma.
Continuará.
Vaya habilidad la de estas chicas, seguro que les dará alguna alegría a ellas y su familia 😘😘😘
ResponderEliminarEn su mundo son felices, lo que no es poco.
ResponderEliminarGracias amiga por tu compañía cada semana, un abrazo.