jueves, 7 de abril de 2022

La contadora de historias. Capítulo II.

 Espe, ajena todavía a la desventaja de su físico, se relacionaba bien con los demás niños.
Con cinco años esperaba ilusionada ser elegida para el papel de princesa en las representaciones escolares, pero nunca se produjo el hecho, eso sí, cuando lo que pusieran en escena precisara de locución, ella era la encargada con su voz de encantar al público.
No era consciente aún de que sus cuerdas vocales eran su mejor baza, además, le gustaba contar cuentos oídos o inventados y sus oyentes olvidaban al escucharla el físico desafortunado que le había tocado en suerte.
Sobre esa edad, Javi, un compañero de clase con el que hacía buenas migas y sin mala intención, le hizo una pregunta que habría de cambiar la concepción que tenía sobre sí misma.
-Espe, ¿porqué tienes la cara así?
-¿Así cómo? 
-Rara, tu cara es rara.
-Pues no sé, se lo preguntaré a mi madre y te lo digo mañana.
Y en cuanto su madre la fue a recoger le lanzó la pregunta que le había lanzado Javi.
Cristina no se sorprendió, era madre de tres hijos y sabía las preguntas que los niños con su curiosidad eran capaces de hacer, destartalando a veces la seguridad adulta. Sabía que ese momento iba a llegar, por lo menos -se consoló- Javi era un encanto de niño y no le supuso la maldad que sin dudar se encontraría en otros.
-Espe, mi niña, todos tenemos un físico, una cara diferente. También cada uno tiene sus gustos, para lo que  algunos es bonito para otros es feo y al revés.
-No mamá, lo que Javi preguntó es porqué tengo una cara rara.
-Pues no sé, quizás lo que para Javi sea raro para otros no lo sea... Imagina que todos fuéramos iguales, no podríamos distinguirnos, además, sería de lo más aburrido.
Una maraña de pensamientos se adueñó de Espe. Había entendido lo que su madre le había explicado, pero... había un "pero" que no lograba comprender.
Así en cuanto llegaron a la casa, la niña fue a su habitación para ponerse delante del espejo esperando que su propia cara la sacara de dudas. Por primera vez fue consciente de sus ojos separados y saltones, de aquella nariz que no se parecía a la de las princesas que salían en sus cuentos, de aquellos labios extremadamente finos..... comenzando en ese momento una relación de rechazo con el objeto que le devolvía su imagen y que habría de acompañarla toda su vida.
-Soy fea, se dijo con tristeza.
Al día siguiente según se encontró con el amigo, resumió la conversación mantenida con su madre. Javi quedó unos segundos pensativos hasta que finalmente expresó:
-O sea, que si todos somos diferentes por eso a mí lo que me gustan son los niños, ¿no?
-¿Te gustan los niños? preguntó sorprendida Espe.
-Sí.
-Vale, pues va a ser verdad lo de que todos somos diferentes. Y una pregunta Javi, ¿tú crees qué yo soy fea?
-Hummm.... Espe, a mí lo que me pasa contigo es que cuando te oigo hablar no te veo fea.
-Está bien, ¿quieres venir a jugar esta tarde a mi casa?
Saberse diferentes unió más a los dos niños que se volvieron inseparables.
Una de las muchas tardes que compartían entre libretas y juegos, estando en casa de la niña, decidieron jugar con los disfraces. Espe le dijo a Javi que si quería podía coger los de sus hermanos, pero éste le dijo que el que le gustaba era el de enfermera.
Y así, una niña fea disfrazada de princesa y un niño de enfermera, pasaron la tarde jugando, ajenos a la crueldad exterior que sin duda los alcanzaría.

Continuará.






2 comentarios:

  1. Me gusta la historia!! Gracias pq tú también con tus relatos me haces disfrutar. Miles de besos amiga

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  2. Me gusta que te guste. A ver que va pasando con esa niña fea cuando se haga adulta.... Habrá que seguir leyendo, jjj.
    Un abrazo amiga.

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