jueves, 14 de julio de 2022

Secretos de familia. Capítulo I.

 Ernesto Figueroa de Ayala.  Así se llamaba mi abuelo y esta es su historia. 
Su nombre evocaba estirpe de nobleza, lo que unido a las muchas hectáreas heredadas hizo que fuera conocido como "Ernesto el rico".
Provenía de familia adinerada, varias generaciones de sus ancestros se dedicaron con éxito al negocio de las joyas. 
Su padre, hombre inquieto y con ideas nuevas, quiso apostar por la cría de caballos de raza, así invirtió gran parte de su dinero en comprar una finca con muchas hectáreas. En aquel inmenso terreno se hizo construir una casa donde vivió con su esposa y sus dos hijos. Mi abuelo era el menor.
A  punto de recibir a los pura sangre con los que soñaba, una guerra absurda se cruzó en sus caminos.
El cabeza de familia se vio obligado junto a su hijo mayor a defender la patria, la misma que desde sus seguras atalayas proclamaban los que mandaban con sus dineros a buen recaudo.
Mi abuelo se libró de aquel sinsentido por su minoría de edad.
Antes de partir su padre le dijo que si no volvía buscara en la tierra, pues había enterrado una buena cantidad de diamantes. Eso les permitiría vivir sin apuros y si invertían bien tendrían asegurado el futuro económico.
Aquella guerra puso patas arriba sus existencias. Los caballos nunca llegaron y no hubo forma de reclamar lo que se había desembolsado por ellos, perdiendo la fortuna que su padre había empleado en la estéril compra.
Pasaban los meses y no llegaban informes del padre y el hermano, lo que en sí era una buena noticia.
Julia, la madre de Ernesto estiró cuanto pudo el dinero que les quedaba, pero pronto tuve que ver como salían de su casa los caros muebles que se vio obligada a vender, sin poder evitar las lágrimas cuando el piano partió para ser acariciado por otras manos que no serían las suyas.
El colegio desapareció bajo una bomba maldita, lo que la obligó a convertirse en la maestra de Ernesto en aquella casa grande y cada vez más vacía, donde el eco de sus lecciones acompañaba el aprendizaje de su hijo.
Al año de la obligada partida, recibió Julia un comunicado oficial donde se le anunciaba la muerte del marido en el campo de batalla, con el dolor añadido de no poder disponer de un cuerpo que volviera para ser enterrado. 
A los pocos días se repitió la carta con el nombre de su hijo narrando las mismas circunstancias.
Dos desgracias, dos duelos invisibles y el mismo dolor que se negó a la costumbre.
Se le borró la niñez a Ernesto y comprendiendo que su padre y su hermano no volverían ni con los pies por delante, le contó a su madre lo de los diamantes escondidos.
Ella le dijo que con tanto terreno sería como buscar una aguja en un pajar y mientras tanto tendrían que seguir comiendo todos los días.
Por ello plantó un pequeño huerto delante de la casa, al mismo tiempo que empezó a vender sus joyas.
Mi abuelo pensaba todos los días en el tesoro oculto y pasaba mucho tiempo excavando una tierra que no le devolvía nada.
Julia con buen criterio le dijo al hijo que tendría que vender parte de aquellas tierras para seguir subsistiendo, ya no quedaba otra cosa por vender, pero Ernesto le dijo que era imposible.
¿Cómo iba a vender sin haber encontrado aún el tesoro? Le dijo a su madre que no se preocupara, que encontraría algún trabajo.
Se echó a la calle sabiendo que no sería tarea fácil, pero testarudo se repitió que aquellas tierras no se venderían mientras su vientre guardara lo enterrado por su padre.
Aquel día tenía la suerte de cara, pues a sus 14 años consiguió entrar en una imprenta como aprendiz. Ganaría una miseria, pero añadido a lo que daba el huerto aguantarían hasta que los diamantes se dignaran a dejarse encontrar.
Comenzó desde abajo y según fue aprendiendo los entresijos del oficio descubrió que le gustaba, pero si le daban a elegir entre mancharse las manos con tinta o con tierra, elegía lo segundo. 
Ocupaba el tiempo libre excavando, seguro de que algún día el legado de su padre aparecería.
"Ernesto el rico" era tan solo un apodo... dejaría de serlo cuando hallara el tesoro.

Continuará.






2 comentarios:

  1. Pinta bien esta historia, a ver qué pasa?? Besotes

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  2. Como siempre habrá que esperar a que la historia vaya cogiendo cuerpo.
    Un abrazo amiga.

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