jueves, 18 de agosto de 2022

Secretos de familia. Capítulo VI.

 Apenas salió el sol se levantó de la cama Violeta, extrañada de no oír el habitual sonido que hacía su suegra en la cocina al preparar los pucheros. Escamada despertó a Ernesto y fueron a la habitación de Julia.
La mujer parecía dormida con una expresión de paz en su rostro. Al intentar despertarla se percataron  de que ya no habitaba el mundo de los vivos. Al dolor por la pérdida se unió el estupor por aquella muerte anunciada. Sin poder esconder sus lágrimas fueron a despertar a Dulce para notificarle el fallecimiento de su abuela.
La niña estaba despierta en su cama, parecía estar viendo algo invisible y antes de que sus padres le dieran la mala noticia les dijo:
-La abuela está donde tiene que estar, ella misma me lo dijo. También que entenderá nuestras lágrimas, pero que debemos comprender que al fin está con la compañía que le faltaba. Me prometió que aunque de otra forma, seguirá con nosotros.
A pesar del dolor por la pérdida, Ernesto y Violeta tuvieron la templanza suficiente para respetar la decisión de Julia, solo les quedaba buscar el árbol más bonito de aquella finca para enterrarla como les había pedido.
Los primeros días Ernesto regaba con sus lágrimas los agujeros que le hacía a la tierra en su incansable búsqueda y Violeta se aseguraba de llorar a gusto antes de entrar en la cocina, evitando así agriar sus mermeladas.
También tuvo mucho cuidado de mezclar las flores en las cazuelas antes de que despertaran su marido e hija. Era como un guiño que le hacía a su suegra, no revelaría aquel ingrediente, era su secreto.

El tiempo les fue templando el dolor y la vida continuó su curso.
Dulce cambió con gusto las tardes de pala con su padre por la cocina para ayudar a su madre.
Se le daba bien pintar y como no llegaba aún a los pucheros Violeta le pidió que hiciera las etiquetas artesanales que distinguían su producto.
La niña le contaba a su madre los sueños nocturnos donde invariablemente le hablaba su abuela. La aconsejaba sobre mezclas de colores y técnicas para conseguir el dibujo de violetas perfectas.
Algunos días invitaba a sus amigas del colegio a su casa. La enorme mesa de la cocina era el lugar perfecto para hacer los deberes, luego venía el turno de los juegos. Y a pesar de aquella enorme finca donde podían jugar en mil sitios, preferían la cocina que les parecía mágica. Los aromas, los botes de cristal, las delicadas etiquetas hechas a mano.... y las cucharas escondidas que sacaban cuando creían que Violeta no las veía y manchaban sus bocas delatoras.

Pasó el tiempo y Violeta se percató de que su hija se hacía grande cuando cambió las manchas de mermelada por un pintalabios.
Era una época de cambios, la tecnología les llevó el teléfono a la casa y una tele que apenas veían. Cada uno seguía con sus rutinas... Ernesto con su empeño de encontrar los diamantes y Violeta con sus mermeladas. 
Dulce entrando en la adolescencia era la única que estrenaba cambios. 
La chica se atrevió por fin a decirle a su madre lo que siempre había pensado, que el tesoro que buscaba su padre era una quimera y que su abuela en sueños le había dicho que realmente la motivación de su padre era la búsqueda en sí, que no le quitaran la ilusión.
Dulce quería estudiar Bellas Artes, aunque saber que le sería difícil ganarse la vida con ello la hacía dudar. Sus padres le dijeron que si era lo que le gustaba no se echara para atrás, que luchara por sus sueños.
Cumplió los catorce años como debe ser, con rebeldía y llenando de silencios lo que antes eran conversaciones familiares. Parecía guardar sus palabras para susurrarlas al teléfono cuando por las noches sonaba y la mantenía durante horas jugando con el cable del aparato.
Violeta y Ernesto supusieron que su hija se había enamorado. Les hubiera gustado saber más de lo que le estaba pasando a Dulce, pero ésta refunfuñaba cuando le preguntaban.
Igualmente tuvieron que deducir pasado un tiempo que tenía mal de amores. Ya  no la llamaban por teléfono, despertaba con los ojos hinchados como si hubiera llorado durante la noche, casi no comía...
Intentaban que la chica se desahogara con ellos, pero seguía negada a dar explicaciones. Hasta una mañana que desayunando dijo que aquella mermelada estaba hecha con flores.
Violeta sospechó del acierto de las papilas gustativas su hija, algo estaba pasando. Pensó inmediatamente en un embarazo, pero se dijo que no podía ser, que su niña acababa de cumplir los 15 años.... 
A la semana Dulce pidió hablar con sus padres, tenía que decirles algo:
-Estoy embarazada, voy a tener al niño aunque me digan que es una locura con mi edad, si me ayudan seguiré con mis estudios. Y por favor, no me pregunten quién es el padre, no lo pienso decir por más que intenten sacármelo.  No se lo merece después de haberme jurado que me quería, desapareciendo cuando le hablé del embarazo. No quiero un cobarde para mi hijo, para mí ya está muerto y enterrado.
Los padres se quedaron mudos con los mismos pensares, su niña embarazada. No eran tiempos fáciles para ser  madre soltera y sin un padre que reconociera a la criatura. Comprendieron que Dulce había perdido de golpe la niñez.  
Aunque disgustados dijeron que la apoyarían, insistiendo en saber quien era el padre.
Dulce se negó a responder.
Había entrado en el mundo de los adultos con su propio secreto.

Continuará.





2 comentarios:

  1. La historia se complica!! Deseando saber que pasará. Un fuerte abrazo amiga😘😘

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  2. Pues eso parece.
    Gracias Astrid por tener siempre el detalle.
    Un beso amiga.

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