Ayer domingo mi hija no me preguntó por la vieja historia.
Sabía que remover aquel avispero me causaba dolorosas picadas, pero en el fondo yo tenía ganas de terminar lo poco que quedaba por contar. Se lo debía a Pedro.
El día pasó rápido, como todos los domingos.
El lunes por la mañana mi hija tenía revisión en el materno y a X le cuadraba llevarla porque trabajaba por la tarde. Seguimos haciendo encaje de bolillos para que ella no se quede sola.
A media mañana me llamó Daniela al trabajo.
-¿Qué pasa Daniela? ¿Y por qué estoy oyendo tantas pitas?
-Papá, que me está llevando en el coche a 30 por hora y tiene a todo el mundo cabreado. Dile que conduzca normal, que no me voy a romper, ¡me tiene de los nervios! Y por favor, ¿puedes venir a buscarme luego? Igual te cuadra a la hora del desayuno, que si tengo que volver con papá el niño va a querer salir de puro aburrimiento.
-Vale, dejo a Rafa al mando y tiro ya para allá. Y paciencia, que tu padre estará conduciendo así para que estés bien, tendrá miedo de coger algún bache y que te pongas de parto.
-Contra mamá, pero es que se pasa.....
Me tengo que reír imaginando la escena, X conduciendo como si pisara huevos cabreando a todo el personal y a mi hija hecha un manojo de nervios; esto último no tiene tanta gracia dado su estado, así que hablo con Rafa y él solícito como siempre me cubre durante un rato las espaldas.
Finalmente todo salió bien. Lo más importante es que la revisión nos deja a todos más tranquilos, aunque Daniela debe seguir con el reposo absoluto.
Al llegar al hospital encontré a X enfadado porque Daniela estaba enfadada con él. Le digo que tiene que tener en cuenta el estado de nuestra hija, que no conviene contrariarla, que se vaya, que yo me encargo de llevarla a casa y a Daniela le digo que debe entender que su padre tiene sus años y que las personas nos volvemos más miedosas a ciertas edades.
Pienso que mis argumentos no podrían ser más tópicos, pero apagaron los fuegos.
Nico que está de turno anda mirando la foto de la ecografía de su niño babeando. Todos contentos, pero yo tengo que dejar a Daniela en casa y regresar al trabajo.
Todas las compañeras del materno le han dicho a mi hija que está guapa con las trenzas.
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Ya estamos a jueves y sin poder coger el bolígrafo. Pero busco un rato, este diario se está convirtiendo en un confesionario necesario.
Aparte del trabajo y de mis turnos con Daniela, estoy ayudando a Nico en su casa. Está pintando la habitación del niño y le echo una mano. Todavía queda montar la cuna, ventilar para que se vaya el olor a pintura, compras de última hora y qué se yo. Cuando tuve a mi hija X y yo no nos complicamos tanto la vida. En fin, lo que toca.
Daniela lleva ya unos cuantos días con las trenzas y aunque se lava la cabeza le empieza a picar. Me dice que le da pena, pero que cuando yo tengo un ratito se las quite para lavársela en condiciones.
Y esta tarde encontré el ratito, así mientras mis dedos deshacen trenzas sigo contando lo poco que queda por contar.
-Mamá si no quieres hablar de ese tema lo entiendo, no debe ser fácil para ti.
-No, si en el fondo me está viniendo bien, y pensar que todo esto empezó por los discos.... ¿Por dónde iba la última vez?
-Cuando Pedro te llama para decirte lo de Manuel y tú le dices que no irás al entierro.
-Si, es verdad. Finalmente fui, me acompañaron mis padres y mis amigas. Yo estaba como en trance, no había digerido la noticia. La idea de no volver a ver a Manuel me explotaba por dentro.
-Supongo que te encontrarías con Pedro en el cementerio.
-Sí y sé que hablé con él, pero no recuerdo lo que nos dijimos. Mira que tengo recuerdos grabados de ese día, hasta que llevaba dos calcetines diferentes, fíjate que detalle más bobo se que quedó archivado, pero de lo que hablé con Pedro.... nada, cero.
-Eso es memoria selectiva, una forma de defensa. Normal en esa situación. ¿Y qué pasó después con Pedro?
-No nos volvimos a ver.
-¿En serio?
-Sí, ninguno de los dos contactó con el otro. Supongo que él como yo estaría pasando el duelo a su manera.
Fue jodida esa época, yo me sentía mutilada sin Manuel. No entendía que el mundo siguiera girando, que el sol saliera.... qué sé yo. No sabía gestionarlo, me costó años aceptar que nunca volvería a ver a Manuel, a estar con él. También aprendí que a los muertos se los sigue queriendo.
¡Jesús la hora qué es ya! Termino de deshacer la última trenza y me pongo con la cena que hoy me toca a mí, esta costumbre de comer todos los días.....
Continuará.
Los recuerdos pueden ser sanadores aunque duelan. Ánimo amiga 😘😘
ResponderEliminarEra algo que tenía pendiente, el paso del tiempo suaviza las cosas, pero siguen ahí.
ResponderEliminarY tú recupérate pronto, abrazos.