jueves, 3 de noviembre de 2022

Vinilos. Capítulo VII.

 "Enterrado me veo, crucificado en la cruz y en el hoyo del desengaño...
¡Qué mala luna me ha empujado a quererte como a ninguna".
Esa era la dedicatoria que Pedro décadas atrás escribió en el disco que me regaló.
Según llegué a mi casa Daniela me la puso delante de la cara con un: Cuéntamelo todo.
Volver a leer aquello me marchitó aún más los ánimos, por suerte el timbre de la puerta me permitió  cambiar el chip. 
Las niñas, mis amigas, vinieron sin avisar sabiendo que nos encontrarían en casa, salvada por la campana. Llegaron cargadas de bolsas dispuestas a entretener a Daniela con sus regalos. Mercedes que ya es abuela fue la más práctica, con unos cuantos paquetes de pañales. Daniela siempre ha dicho que mis amigas son sus tías postizas y se alegró de verlas. Entre los regalos y las cosas de las niñas me libré del interrogatorio de Daniela. Pero sabía que no cejaría hasta que le contara la historia.
Y temo el momento, sé que no es por contárselo a mi hija, no. El miedo es mirarme en ese espejo del pasado y que no me guste lo que vea.
Tengo que ordenar mis recuerdos primero, reencontrarme con ese ayer tan lejano para dejarlo ir. 
Mientras escribo siento a Daniela dando vueltas en la cama, pobre, está nerviosa. Que ganas de que los días se conviertan en semanas.
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Hoy en el trabajo me ha sorprendido Rafa con un detalle. Después de escuchar mis vinilos se ha enganchado descubriendo que hay muchas tiendas que los venden y claro, se ha comprado un tocadiscos.
Ya tiene una buena colección y me ha traído un LP de nanas, dice que es bonito. Al llegar a casa lo puse y sí, es precioso. Daniela y yo lo escuchamos embobadas, se lo tendré que pasar a un pendrive.
Mi hija me pide que me siente en la cama con ella y que hablemos. Entiendo su preocupación, sus ganas de que pase el tiempo y el niño venga bien, su aburrimiento, sus ganas de volver a su casa y estar con Nico.
-Ayer con la visita te escaqueaste, anda, cuéntame por qué le rompiste el corazón a Pedro.
Necesito hacer algo con las manos y me siento detrás de ella, comienzo a hacerles trenzas mientras mis palabras estallan como millo al fuego.
Le cuento que Manuel, Pedro y yo fuimos inseparables durante un tiempo, le hablo sin tapujos de que Manuel y yo nos encamábamos buscando intimidad mientras Pedro esperaba fuera de la habitación que nos cuadrara. Que con el tiempo Manuel y yo quedamos como amigos pero siempre hubo algo que no incluía a Pedro aunque estuviéramos los tres juntos. Manuel, mi amigo del alma, que con el tiempo sufrió una enfermedad mental, aunque en el fondo sé que siempre estuvo en su cabeza, en su espíritu. 
Le explico como con el tiempo nos fuimos distanciando físicamente, aunque Manuel y yo mantuvimos siempre una unión inexplicable. 
Sigo desbordada de palabras y no omito nada, hasta el mal trago del taladro le cuento, mientras parte de la cabeza de Daniela se va llenando de trenzas.
-Qué fuerte mamá y donde encaja el disco de Pedro con esa dedicatoria tan triste.
-No recuerdo bien, creo que fue por un cumpleaños que se presentó en mi casa con el disco. Reunió el valor para decirme que siempre me había querido y se había mantenido en un segundo plano. Yo entendí que por no traicionar a su amigo.
-¿Y qué le contestaste a Pedro ese día?
-La verdad es que nunca había imaginado que tuviera esos sentimientos hacia mí. Aparte de la sorpresa pensé que no debió ser plato de buen gusto ser testigo de mi relación con su amigo, más teniendo en cuenta que Manuel y yo nos metíamos en una habitación y Pedro se quedaba fuera, imaginando lo que pasaba tras la puerta. Lo tuvo que pasar mal.
Me sentí triste por él, por su sufrimiento, pero no le iba a decir que me daba pena, así que le dije que yo siempre lo había visto como un amigo y le cambié de tema como si tal cosa. Creo que me equivoqué, tenía que haber hablado de sus sentimientos, escucharlo, dejar que se desahogara.
-Qué bruta mamá, el pobre solo escucha una frase y le hablas de otra cosa.... como si él no te importara.
-No gestioné bien mis emociones, no le di la oportunidad que se merecía. Aunque no sentía lo mismo éramos amigos y la verdad, siempre me defendía antes las burradas que se le ocurrían a Manuel.
Creo que en ese momento le fallé como amiga.
Justo en ese momento sonó el timbre.
-Se acabó el confesionario por hoy, ese debe ser Nico. Así aprovecho y salgo a hacer algo de compra.
-¿Me vas a dejar sin contarme más? Además, tengo media cabeza llena de trenzas, solo media, imagínate que me pongo de parto y me tengo que presentar en el materno con estas pintas. Mamá, por favor, que trabajo allí y no sabes lo que les gusta el cachondeo a las compañeras.
-Tengo que ir a comprar o no comemos en esta casa. Mañana es sábado, te prometo que por la mañana te termino de contar y a ver que hacemos con esas trenzas. No se te ocurra ponerte de parto esta noche.

Continuará.



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