jueves, 18 de mayo de 2023

Obsesión. Capítulo I.

 Soy Mateo Martel, el escritor de éxito que muchos conocen.

Nunca pensé que tuviera que recurrir a la escritura para poner orden -intentarlo al menos- a los acontecimientos que en los últimos tiempos han puesto mi existencia patas arriba.
La escritura ha sido mi medio de vida y en ese sentido soy de los pocos afortunados que se han podido dedicar exclusivamente a sus libros. Pero se me hace raro salirme de mis thrillers para contar otra cosa.
Y más cuando esa "cosa" es hablar de mi vida personal y lo que últimamente me trae por el camino de la amargura. 
¿Por dónde empiezo? ¿Debería describir a las personas qué forman mi familia y a mí mismo cómo si de personajes se trataran? 
Estas dudas a estas alturas... 
Kiwi se me acerca con la correa en la boca y tiene razón, salir nos irá bien a los dos. El paseo con mi perro ha sido positivo, como siempre. 
Me aclaro y decido retomar mi historia años atrás, antes de que las amenazas y los anónimos me dejaran este sabor a bilis que no puedo tragar.

Comencé a trabajar en un banco con veinte años. El sueldo no estaba mal, pero a mí lo que me daba la vida era escribir. 
Allí conocí a Marisa, compañera de trabajo que se fue metiendo bajo mi piel como un tatuaje indeleble. 
A ella le gustaba la banca y tenía ambiciones. Aptitudes no le faltaban, tampoco el coraje para  luchar contra el muro que suponía ser mujer en aquellos tiempos y en aquel ámbito. Siempre me preguntaba: ¿cuántas mujeres directivas hay dentro de nuestro sector? Mucho hablar sobre la igualdad de la mujer pero a la hora de la verdad nos siguen vetando en según qué puestos. 
Logró su propósito, a cabezona no le gana nadie, aunque me estoy adelantando, mejor ir paso a paso.

Nunca supe que vio Marisa en un tipo como yo. 
Pero sucedió, nos hicimos pareja y al saber ella de mi querencia por la escritura me animó a dedicarme en serio a lo que era un mero entretenimiento entonces. Dijo que lo intentara al menos y se convirtió en buena consejera con su fina intuición. 
Me atreví, empujado por ella, a escribir mi primera novela, por supuesto Marisa fue la primera en leer aquel borrador. Me hizo algunas sugerencias que tenían sentido. Tenía -tiene- un psicología innata que siempre aporta algo positivo a mis personajes. Yo le digo cariñosamente que es "bruja" y pone esa cara de: "no te pases que te pongo dos velas negras".
Marisa sin decirme nada entregó el borrador a Pepona, una amiga de toda la vida que era como de la familia. Pepona, llamada así en el entorno más íntimo, trabajaba en una editorial y tenía fama de tener buen olfato con l@s escritor@s  nóveles. Al igual que Marisa tenía sus propias ambiciones y se estaba cansando de que le sacaran el cuero cobrando una miseria. Se estaba planteando dar el paso y crear su propia agencia, llevar su propia editorial.
Finalmente animada por Marisa pidió un crédito y se lio la manta a la cabeza, deseando que a sus manos llegara un mirlo blanco en forma de libro que la hiciera despegar.
Quedó impresionada con mi primera novela, "Eclipse" y sin decirme nada la presentó a los Premios Planeta.
Cuando me lo dijo pensé que estaba más loca de lo que yo pensaba, ¿quién iba a fijarse en el relato de un perfecto desconocido? Molesto por el tejemaneje de las dos mujeres que de forma diferente se habían instalado en mi vida, preferí no enfadarme y seguí madrugando para acudir de lunes a viernes a mi puesto en el Banco, al fin y al cabo era lo que me daba de comer.
Pasó el tiempo y ya ni me acordaba del concurso, cuando Pepona se presentó en mi puesto de trabajo con una botella de champán que terminó empapando mi chaqueta.
-¡Felicidades Mateo, lo conseguiste, eres el ganador del Planeta!

Y mi vida de la noche a la mañana cambió.

Continuará.









2 comentarios:

  1. Pinta bien esta historia...a esperar el segundo capítulo. Un abrazote amiga 😘

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  2. Como siempre la historia necesita más capítulos para irse perfilando. Espero que te guste. Besos.

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