jueves, 10 de agosto de 2023

Obsesión. Capítulo XIII y último.

 ¿Por qué Marta, por qué?
Tuve un ataque de ansiedad y justo en ese momento llegó mi hija Carla, pensó que era por el accidente  y habló para que me dieran un ansiolítico; ser médica hizo que se lo facilitaran sin problema.
Insistió en que debía irme a casa y descansar, pero yo le había prometido a Pepona que no me separaría de su hija hasta que pudiera regresar y se lo repetí hasta la saciedad.
Terminó por ceder después de verme más tranquilo (pura fachada la mía). La suerte quiso que en el turno de noche entrara un enfermero que había trabajado con ella en el centro de salud y con quien tenía confianza. Le dio su teléfono y le pidió que si me encontraba alterado la avisara para venir a buscarme.

Agradecí que se fuera, necesitaba tiempo para pensar, intentar encontrar alguna razón que justificara el comportamiento de Marta. ¿Acaso había algo dentro de ella que no funcionaba bien?. Me costaba separar los hechos de los últimos tiempos con el miedo a que no volviera a despertar o falleciera. Un caos de preguntas y temores me taladraban. 
El ansiolítico me había relajado aparentemente, pero en mi fuero interno mil demonios me consumían. 
Y volvía  la misma pregunta: ¿por qué Marta, por qué?
Quise pensar que ella nunca hubiera pasado de los anónimos, que no nos hubiera hecho daño, aunque daño había hecho.

Pepona seguía atrapada en el aeropuerto de Buenos Aires. Yo sabía que aunque no fuera a solucionar nada le tranquilizaba saber que cumplía mi promesa. 
Gracias a las amistades del gremio de mi hija me permitieron ducharme allí mismo, me traían la comida y estaban pendientes de mí. Marisa y Carla insistían en que me podían relevar, pero me instalé en el no y sabedoras de lo largas que se hacen las horas en un hospital me trajeron el portátil.

La segunda noche procuré estar más sereno para intentar dar con la clave de todo aquello, necesitaba una explicación para el comportamiento de Marta. Yo había sido como un padre para ella, nos unía la pasión por las letras y había tenido conversaciones que no se habían dado con mi hija biológica.
Recordé una, años atrás, cuando me dijo que había empezado a escribir un relato pero que lo había abandonado. Según dijo no era bueno y le dije que terminara lo que había empezado, si no nunca sabría si realmente era bueno o no. Yo siempre con la misma frase, ¿cuántas veces me la habría oído decir?
Con ese recuerdo y medio recostado en el sillón del hospital me fui adormilando. En ese estado de duermevela tuve como una revelación.

Marta sabía que yo había cedido a los deseos de su madre y no terminé la trilogía con el final que me hubiera gustado. Me conocía y sabía que aunque yo nunca me lo reconociera a mí mismo, no haber culminado lo que había previsto me atormentaría internamente. 
Era como hacer un puzle de miles de piezas, invertir mucho tiempo y esfuerzo para completarlo y teniendo en la mano la última pieza, no ponerla. La imagen se vería, pero no estaría terminado.
Marta me conocía mejor de lo que pensaba, nunca justificaría los medios de coacción que empleó, pero me hizo ver con claridad que yo necesitaba escribir el final que desde el minuto uno había ideado en mi cabeza.
En ese momento lo comprendí, tenía que poner la última pieza.
Le hablé en voz alta, deseando que me escuchara desde donde su mente perdida anduviera. 
-Marta, tu ganas, escribiré el final que se merecen la trilogía y mis lectores. Te prometo que lo que has hecho quedará entre tú y yo, pero a cambio dejarás que cuando salgas de esta te lleve a un psicólogo.
Y para que veas que no te miento comienzo como siempre con la dedicatoria.

Abrí mi ordenador y escribí: "Para Marta, ella sabe por qué". Lo leí en voz alta y por primera vez en  días, sus pestañas se agitaron.

Fin.




2 comentarios:

  1. Lo sabía, sabía que era alguien de su entorno, tengo buen olfato jajajaja. Me ha encantado está historia amiga. Esperando la próxima. Buen finde 😘😘😘😘

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  2. Pues sí, tenías razón.
    En la próxima historia doy un cambio radical, hay que ir variando para no aburrirnos. Espero que la disfrutes como las anteriores. Besos Astrid.

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