jueves, 28 de septiembre de 2023

Los niños no lloran. Capítulo I.

 No sé como me las arreglo para dejarme liar con los proyectos de Luna, pero soy incapaz de negarle nada si está en mi mano.
Ahora, aprovechando el follón que hay formado por el directivo de la cúpula futbolística que actuó recientemente como un cromañón, tod@s hablan del machismo en el mundo del fútbol y las mujeres se han puesto sus pinturas de guerra para exigir un cambio más que necesario.
Tod@s hablan de lo mismo, a algun@s les parece desproporcionado el revuelo por un beso que no se debió dar. A mí, la verdad, lo que sucedió minutos antes de ese beso me parece suficiente para apartar al tipo del cargo, no quiero que me represente un varón agarrándose los genitales para celebrar la victoria de las jugadoras españolas en el mundial.
Luna dice que debemos implicarnos también los hombres en esta lucha, conseguir entre tod@s interiorizar los cambios que debemos llevar a cabo.
Si nos cuentan que hace unas pocas décadas a veces el médico nos recibía en la consulta fumando, o  que nuestros padres se tomaran sus buenos copazos antes de conducir, nos llevaríamos las manos a la cabeza. Podría dar mil ejemplos, pero para no enrollarme, que los tiempos cambian y ya va siendo hora de que la igualdad entre géneros no sea tan solo teoría.
Luna me ha pedido que escriba sobre mi experiencia laboral, por eso de que ejerzo un trabajo, que por decirlo de alguna forma, es mayoritariamente ejercido por mujeres.
Mi amiga Luna, como si fuera poco el trabajo en su consulta, colabora con una revista cultural donde están preparando un trabajo sobre los estereotipos sexistas en el ámbito laboral. No sé de donde saca tiempo para todo, y más ahora que con 7 meses y medio de embarazo tiene otras cosas en la cabeza.
En fin, que aprovecharé los pocos ratos libres que me permiten mis guardias para ir contando por escrito mi experiencia. Fácil no me va a resultar, para eso están l@s escritor@s de verdad. Intentaré aportar ni granito de arena de la única forma que sé, contando lo que de primera mano he vivido.
Soy matrón, trabajo en el Materno y encantado con mi profesión, pero mejor empezar por el principio de mi historia. 

Yo era un niño normal, con una familia normal, o eso me parecía.
Mi padre era director de una sucursal bancaria, mi madre se dedicaba a lo que vienen siendo las tareas domésticas y a cuidar a mi abuela paterna, que sufriendo una enfermedad mental no podía vivir sola.
Mi padre era mi mayor referente. Los fines de semana me enseñaba a jugar al fútbol, a montar en bicicleta, a nadar... Tenía respuestas para todas mis preguntas. 
Si yo me caía siempre decía lo mismo: Los niños no lloran. Y yo, que lo consideraba mi héroe y quería ser como él, me tragaba las lágrimas aunque me hubiera desollado las rodillas.
En esos casos mi abuela le decía que era un animal y atizaba a mi padre con lo primero que tuviera a mano, luego me llevaba a su habitación para curarme con su magia: el chocolate. Un misterio, teniendo en cuenta que lo tenía prohibido por ser diabética. Luego durante un par de días rebuznaba cuando veía a mi padre.
Mi madre terminaba sus dolorosas curas con un beso que me aliviaba tanto como el chocolate.

Tuve que llegar a los siete años para darme cuenta de que mi padre no lo sabía todo, de que lo que hacía mi madre sí era un trabajo y que a veces, la más cuerda de la familia era la abuela.

Como no podía ser de otra manera, Luna entró en mi vida para hacerme ver lo que parecía invisible.
Y vino para quedarse.
Bueno, dejo esto que tenemos un parto inminente y lo que tienen l@s niñ@s cuando les llega la hora de nacer, que no esperan.

Continuará.



2 comentarios:

  1. Me gusta el inicio de esta historia, vamos a ver qué pasa 😘😘😘

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  2. Pequeñas historias dentro de la principal. Espero que te siga gustando. Abrazos amiga.

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