jueves, 2 de noviembre de 2023

Los niños no lloran. Capítulo VI.

 Hoy le hice la revisión a Luna, por lo que veo y por la intuición que vas desarrollando con los años, creo que no va a llegar a las 40 semanas de gestación, pero en principio está todo bien.
Aprovecho para decirle que estoy escribiendo para colaborar con su propuesta para el artículo, pero que me estoy enrollando y a veces dudo de poder aportar algo interesante.
Me dice que me deje de tonterías y siga escribiendo, que por supuesto mi punto de vista sobre la igualdad de oportunidades entre sexos va a ser valiosa. Que no me preocupe si me extiendo demasiado, que en la revista sabrán acortarlo si es necesario.
Le respondo con un: Sí guana, y ya sabes, si te pones de parto me llamas a la hora que sea, que quiero ser el primero en decirle al niño que su madre es una tirana.

Mi niñez fue mejor desde que entró Luna en mi vida, no sé explicarme bien, algo así como si mi yo consciente estuviera anestesiado y con su ayuda  lograra despertarlo.
Los años pasaban con sus cambios, pero nuestra amistad seguía inalterable. Lo sigue siendo.
En aquellos años seguía teniendo un sentimiento ambiguo con respecto a mi padre, tenía la sensación de que no conocía bien a mi familia, y siguiendo el camino ya iniciado me atreví a hacer preguntas.
Recurrí a mi madre. Al compararla con Sara, la madre de Luna, salía perdiendo.
No trabajaba fuera, se dedicaba a la intendencia del hogar y no sé, de alguna manera la minusvaloraba.
Reuní el valor para preguntarle si no le gustaría tener otra vida, como trabajar fuera ganando su propio dinero y no dedicarse en exclusiva a nosotros.
-Mira Julio, aunque te parezca extraño ya gano mi propio dinero y soy feliz ejerciendo de madre y cuidadora.
Para que lo entiendas tengo que contarte que tuve una niñez llena de soledad, privaciones y malos tratos. Mi padre era alcohólico y muy violento, siempre le recriminó a mi madre que yo no hubiera sido varón, se lo recordaba a menudo. Trabajaba cuando le parecía y el dinero que ganaba lo dejaba en el bar sin preocuparse de que nosotras tuviéramos un plato de comida caliente. No le quedó más remedio a mi madre que vivir limpiando escaleras ajenas para poder tener lo indispensable, y eso la obligaba a pasar mucho tiempo fuera. No quería que yo me quedara sola con mi padre, así que se puede decir que me criaron las vecinas. Cuando estaba en mi casa la convivencia era insoportable, gritos, golpes...
Crecí sintiéndome sola y con mucho miedo, deseando que mi padre se muriera para poder liberarnos de su maltrato. Eran otros tiempos, mi madre apenas sabía leer y escribir, no se ayudaba a las mujeres maltratadas, la gente en general miraba para otro lado y seguían con sus vidas. 
Me daba cuenta de que las mujeres estábamos en desventaja en todos los sentidos. Me prometí que nunca dependería del dinero de ningún hombre, no iba a ser otra víctima invisible. Si para conseguirlo tenía que renunciar a formar una familia, lo prefería a replicar la mía.
Me tuve que espabilar muy joven, no me quedó otra que trabajar en una empresa de limpieza. 
Estaba trabajando en un banco, en principio el horario me pareció bien, por la tarde noche cuando ya se habían ido los empleados, pero había uno que se quedaba con la nariz metida entre balances y papeles hasta las tantas. Tu padre.
Y bueno, esas cosas que pasan, nos enamoramos. 
Era muy trabajador y sabía que iría ascendiendo, que tendría un buen sueldo, así que me pidió que dejara mi trabajo de limpiadora. A mí me saltaron todas las alarmas, yo lo quería, pero no iba a defraudarme a mí misma, no iba a depender económicamente de ningún hombre por muy enamorada que estuviera. Él desconociendo mi infancia no entendía mi negativa y siguió insistiendo hasta que por miedo a flaquear y acceder a lo que me pedía, pedí que me mandaran a otra oficina.
Pero tu padre supo encontrarme, me pidió que al menos le diera alguna explicación.
Terminé contándole mi infancia y la promesa que me había hecho a mí misma, la de no depender económicamente de ningún hombre.
Y aunque sé que consideras a tu padre algo antiguo por su forma de pensar, me entendió. Me hizo una propuesta y me dio tiempo para que tomara una decisión. 

Recuerdo todavía mi asombro ante el relato de mi madre y como solucionaron el tema para seguir con su relación, pero voy a tener que parar por ahora, me esperan en el paritorio. 
En fin, ya seguiré en otro momento, que me está gustando revivir el momento en que conocí algo mejor a mis padres.

Continuará.




2 comentarios:

  1. Cada capítulo me engancha cada vez más, Julio conocerá los secretos de su familia, y eso le ayudará a ver de diferente manera su vida y su entorno. Y cambiará su mirada hacia sus padres...Un fuerte abrazo amiga

    ResponderEliminar
  2. El secreto es hacer las preguntas adecuadas y su amiga Luna lo puso en el camino. La importancia de l@s buen@s amig@s que nos regala la vida.
    La próxima semana más, un beso fuerte Astrid.

    ResponderEliminar