jueves, 26 de octubre de 2023

Los niños no lloran. Capítulo V.

 La operación de cadera de la abuela salió bien. Le esperaba un recorrido de rehabilitación que dado su estado mental pintaba regular, por aquello de que no la veían capaz de colaborar.
Me di cuenta de que tod@s achacaban la caída de la abuela a su demencia, pero nadie se había preguntado qué la llevó a subirse al árbol.
Recordando lo que Luna me había dicho de que tendría que hacerme más preguntas me animé. La respuesta de la abuela en principio me dejó desconcertado:
-Me subí al árbol para ser la primera en llegar al concierto de las niñas espejo.
Aquello parecía no tener sentido, hasta que finalmente pude comprender que mi abuela se refería a las hermanas de Luna, las gemelas que tocaban el piano.
-Abuela, lo del árbol es peligroso. Si quieres escuchar a las gemelas tocar el piano hablo con ellas y seguro que te invitan a su casa para que puedas disfrutar del concierto desde primera fila. Pero es importante que te recuperes pronto, prométeme que vas a dejarte llevar con la rehabilitación.
Y así de fácil fue como mi abuela se convirtió en una paciente dispuesta a colaborar.
Contra todo pronóstico se recuperó, aunque las primeras veces que asistió "al concierto", Luna y yo nos turnábamos para llevarla en silla de ruedas.
Celeste y Estrella estaban felices de tener a mi abuela como público. Se turnaban para aporrear el piano y cantar. Mi abuela se extasiaba como si estuviera ante ángeles celestiales dando un concierto para ella.
Las gemelas se portaban bien con mi abuela, sin intentar confundirla con sus identidades, su juego favorito.
Los hilos que teje el destino son extraños, nadie hubiera imaginado entonces que a día de hoy, las gemelas son famosas y se dedican a dar conciertos por todo el mundo con sus voces y su piano. Artísticamente se llaman "las niñas espejo". En las múltiples entrevistas que les hacen, siempre aparecen las mismas cuestiones, primero el porqué del extraño nombre y luego si nunca se sienten tentadas a cambiar sus identidades en los conciertos. A lo primero responden que su nombre artístico está dedicado a la primera persona que creyó en ellas, aunque sus primeros pinitos sonaran como el culo (ella utilizan  palabras más finas) y en cuanto a lo segundo dicen que no tienen la tentación de cambiar sus identidades. Mienten como bellacas en este aspecto, pero bueno, cada uno se divierte como quiere.

Uf, tengo que retomar el hilo, me explayé demasiado.
A donde quería llegar es a aquella lejana pregunta que le hice a la abuela, y que me permitió darme cuenta de que Luna tenía razón, como siempre. 
Es más cómodo dar por bueno lo que nos dicen nuestros referentes sin cuestionarlo, pero ¿vale la pena vivir engañados?
 A partir de ese momento comencé a hacerme preguntas que de alguna manera había silenciado, por temer encontrar contestaciones que me hicieran daño.
Desde el minuto uno que Luna me hizo ver que mi padre no siempre tenía razón, temí saber la verdad. Viví aterrado cuando me dijo que los hombres que lloraban eran "maricones". Ya sabía gracias a Luna que eso era incierto y de alguna manera lo bajé del pedestal en que lo tenía. Pero también sabía que mi padre no era mala persona, al contrario. Sus ideas no casaban con el mundo cambiante del que era testigo. ¿Era posible qué yo le hiciera ver otras realidades? Y algo que me preocupaba mucho, ¿qué otras ideas erróneas había plantado en mi cerebro de niño?
La única forma de resolver mis dudas era seguir haciéndome preguntas.

Continuará.






2 comentarios:

  1. Me encanta esta historia, la evolución del personaje, el afecto que emana de la historia mientras la voy leyendo...pq tardará tanto en ser jueves de nuevo..Besotes amiga

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  2. A mí me gustó escribirla.
    Qué ilusión me hace que esperes el jueves para seguir leyendo.
    Un abrazo Astrid.

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