jueves, 11 de enero de 2024

La señora de la limpieza. Capítulo VI.

 Mis jefes viajaron a China para regresar con la que ya legalmente era su hija. Hasta yo estaba deseando conocerla. 
Me extrañó que solo tardaran 3 días en volver. Por alguna referencia que tenía de otra adopción en el mismo país, sabía que había que pasar por trámites en embajadas y otros asuntos que hacía que el viaje durara entre 2 y 3 semanas. Pensé que el hecho de que Ernesto fuera ministro de exteriores había ayudado a dejarlo todo solucionado desde España y no le di más importancia. 
Lo importante era Eva. Ya estaba aquí, tenía un nombre, era real.
Una preciosa bebé de 3 meses, con sus rasgos orientales y unos asombrosos ojos verdes.
De alguna manera el color de sus ojos me conmovió. Sabía por mi propia experiencia que esa circunstancia haría que llamara la atención aunque no lo pretendiera. Yo, mulata con ese color en mis iris, Eva, asiática y con ojos verdes.  Much@s no podrían evitar mirarnos con fascinación, como si lleváramos un traje que no nos correspondiera por nuestras razas.
Mercedes regresó del viaje enferma y según llegó se metió en la cama. No quiso que llamáramos al médico, según ella alguna comida la había descompuesto y no tardaría en estar bien. Un Ernesto nervioso y agotado por el viaje se turnaba entre quedarse embobado con la niña y ver como seguía su mujer.
Me tuve que ocupar desde el minuto uno de Eva, encantada la verdad, pero sentí lástima por la recién estrenada madre que no se podía ocupar de la niña.
Por ello me tuve que encargar de llevar Eva a la primera revisión con la que sería su pediatra. 
Le hizo un reconocimiento exhaustivo, much@s niño@s que venían de China presentaban problemas, principalmente por estar mal alimentados. Pero Eva la sorprendió para bien en todos los sentidos.
Le extrañó el peso y estatura de la niña, ligeramente por encima del percentil en una niña de 3 meses. Me preguntó si había llorado en algún momento. Dado el poco tiempo desde su llegada, le comenté lo poco que podía aportar.  Había llorado un par de veces y después del biberón se había quedado tranquila.
Me explicó que los padres que adoptaban en el país asiático se alarmaban ante la falta de llanto de sus hij@s. Pero tenía una explicación: aprendieron pronto que llorar no les aportaba nada, ningún brazo acogedor acudía a consolarl@s. Lo positivo es que en el entorno adecuado, dejaban atrás la pesadilla afectiva de los orfanatos. 
Pensé que era raro que la niña tuviera el peso y estatura que tenía y se expresara como una bebé normal a través del llanto cuando tenía hambre,  además, no era habitual poder adopta a una niña china con tan poco tiempo de vida.
Pero tenía tantas ganas de llegar a la casa y contarles a Mercedes y a Ernesto que la niña estaba sana, que guardé en algún lugar de mi mente lo que en principio resultaba, cuando menos, sospechoso.

Continuará.

2 comentarios:

  1. La historia se vuelve más misteriosa cada capítulo. Enganchada totalmente amiga. Besotes

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  2. Parece que los tiros no van por donde en un principio sospechabas, o sí, nunca se sabe.
    Gracias por tu fidelidad, un abrazo amiga.

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