jueves, 14 de marzo de 2024

Mal rayo lo parta. Capítulo II.

 Ya me había fijado en ti, difícil no hacerlo, una niña extrañamente clara de piel  y con aquella melena y pestañas aún más blancas.
Hacía pocos días que eras la nueva y no estábamos en la misma clase, pero en el patio te observaba. Pensé que te sentirías como un perro verde ante la mirada de l@s demás, ese sentimiento lo conocía bien, me pasaba lo mismo.
Felipe, de tu misma clase, tenía merecida fama de ser el típico matón. Más alto que los demás y rodeado de su cohorte de cobardes que le reían las gracias, comenzó a meterse contigo en el recreo desde el primer día, hasta aquel jueves que se pasó desencadenando su abuso.
Tú siempre que salías al patio te ponías unas gafas oscuras.
A Felipe le dio por molestarte pidiéndote las gafas, lo ignoraste y no le gustó, así que te las arrancó de mala manera y yo que estaba cerca, me dirigí a él pidiéndole que te las devolviera. L@s demás niñ@s se dieron cuenta de que iba a haber pelea y claro, Felipe se envalentonó y te las partió en dos. Por primera vez vi tus ojos, claros como el agua y la incomodidad que te suponía la luz solar sin tus lentes oscuras. 
A mí que por mi autismo me costaba ponerme en el pellejo de los demás, la situación me pareció tan abusiva que ni lo pensé, y le solté una maniobra que practicaba en kárate. El resultado ya lo conoces.
Tú, yo y un Felipe con la nariz sangrando en la antesala del despacho de la directora.
Mientras esperábamos nervios@s, vimos la mancha que se hacía más grande en los pantalones de Felipe y tú, rápida como siempre, le advertiste: si decía que yo te había soltado el golpe, se encargaría de que todo el colegio supiera de que aparte de chivato, te habías meado de miedo.
Cuando la directora quiso saber lo sucedido, un lloroso Felipe contó que había sido una broma que había terminado mal, que no había tenido mala intención y que al yo intentar recuperar las gafas, él se había movido propiciando que nos chocáramos. 
Aquel despacho tenía mucha luz y tus ojos se convirtieron en dos rayas, molesta por la claridad que te obligaba a las gafas de sol. La directora se percató y dijo que había que solucionar pronto la cuestión. Llamaría a tus padres para que indicaran que tipo de gafas necesitabas y a los padres de Felipe para que antes de venir a hablar con ella, pasaran por una óptica y las compraran. 
A mí me agradeció que intentara defender a Patri, y a Felipe le cayó una buena, quedando pendiente el castigo hasta que llegaran sus padres. Cuando te preguntó si aparte de las gafas necesitabas algo más, pediste que te cambiaran de clase para no volver a coincidir con el abusón de Felipe.
Como teníamos que estar presentes cuando llegaran los respectivos padres, nos hicieron esperar en la biblioteca. Felipe se limitó a bajar la cabeza y tú iniciaste la conversación que me dejó desnortada. 
-Oye, menuda hostia le soltaste a ese imbécil, eres mi heroína. 
-La heroína es una droga, no entiendo la comparación.
-No en ese sentido, heroína el femenino de héroe. 
-Ah claro, es que como soy un poco autista suelo interpretar literalmente las cosas. ¿Sabes qué significa literalmente?
-Claro, soy albina, no tonta. 
Tu risa escandalosa me dejó aún más perpleja. Habías mentido a la directora, decías palabrotas y tu risa tenía un volumen demasiado alto para mi gusto. Pero sin comprender por qué, me caíste bien.
Estaba deseando llegar a casa para escribir en una libreta lo sucedido. Era la forma que yo tenía de traducir lo que se le escapaba a mi mente analítica.
Cuando al fin en casa dediqué tiempo a esa labor, cogí una libreta nueva, la numeré y puse con buena letra: "Patri".
No sabía entonces que cientos de libretas habrían de llevar tu nombre.

Continuará.


2 comentarios:

  1. Me gusta la historia, bonita amistad se está fraguando entre las dos niñas . Esperando el tercer capítulo como agua de Mayo...Besotes amiga😘😘😘

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  2. Creo que según vaya transcurriendo te va a gustar más y eso espero.
    Un abrazo Astrid.

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