Alicia, la pareja de mi amigo Mateo, tiene una peculiaridad, acertar siempre cuando hace un regalo.
Fue en un cumpleaños cuando me regaló el libro "El perfume". No lo leí, lo devoré, asombrado al comprobar, que aunque ficción, existiera alguien con el olfato como centro de su existencia.
Vale que era un macabro asesino, pero me fascinó que a través de la muerte intentara crear el aroma perfecto.
Ya había pensado dedicarme a la ciencia forense, y me dije que haría el camino inverso, a través de los muertos llegar a alguna especie de vida a través de los efluvios olfativos que fuera desentrañando.
Hasta a mí me sonó extraño, pues no sabía ni como lo podría conseguir, pero llegado el momento de iniciarme en la vida laboral terminé por entenderlo por completo.
Como ya dije éramos un grupo de tres bien avenidos, nunca me sentí de más con Mateo y Alicia.
Pero como es normal, la ruleta del tiempo giró hasta colocarnos en la vida adulta.
Mateo comenzó a trabajar como policía de delitos informáticos, Alicia inició por entonces su negocio de abalorios y yo comencé mi andadura como forense en la policía.
A través de mi primera autopsia comprendí lo que ya intuía, mi especial olfato me hizo descubrir que además de los típicos olores de la muerte, yo podía ir más allá capturando efluvios que, como en un libro abierto, me permitían leer lo que no estaba escrito.
Recuerdo la primera vez que abrí en canal un cuerpo; era una mujer joven que había sido violada y asesinada. Esos datos con el pertinente examen eran evidentes, pero la víctima, a través del olor que solo yo podía percibir, me habló de humedades, maderas viejas, polvo almacenado... Eso me llevó a la conclusión de que había estado encerrada en algún sótano durante un tiempo. Esos detalles los añadí a mi informe sin decir que me fueron revelados por mi olfato, pero sirvieron para delimitar el círculo de sospechosos y terminar finalmente cogiendo al mal nacido que le había arrebatado la vida.
Me felicitaron, diciéndome que tenía instinto para la criminología y había elegido bien mi profesión, por supuesto no les hablé de las pistas aromáticas que me había regalado la pobre muchacha. Me hubieran tomado por loco.
Y seguí haciendo mi trabajo con ganas, detectando indicios a través de mi nariz que me hacían encontrar pistas donde supuestamente no las había.
Por aquel entonces Alicia quedó embarazada, ella y Mateo estaban pletóricos aunque no hubieran pensado ser padres tan jóvenes. Yo también me alegré y cuando nació el niño, al que llamaron Amado, y aún sintiendo que formaba parte de aquella ecuación, tuve que admitir que mis amigos tenían otras ocupaciones y no pasaríamos tanto tiempo juntos.
Comencé a sentirme algo solo y supongo que se me notaba. Alicia, a la que no se le escapaba nada ejerció de celestina. Me presentó a algunas amigas suyas con las que pensaba que yo podría cuadrar. Y vale, nunca tuve una mala cita, eran muy del rollo de Alicia, mujeres interesantes, agradables, buena gente, pero ninguna tenía el olor que encajara con el mío como dos piezas de un puzle.
Así fueron pasando varios años hasta que me animé con una aplicación en internet para encontrar pareja. Estuve "conociendo" online a varias chicas y ninguna me decía gran cosa, hasta que apareció Pilar, una perfumera con la que pronto me sentí identificado.
Pasábamos muchas horas conectados, me gustaba y parecía ser mutuo. ¿Era posible enamorarse a través de un ordenador? No me importaba su aspecto físico, pero deseaba con toda mi alma conocerla en persona para oler su alma.
Y quedamos.
Continuará.
Uhmmm que interesante se está poniendo esta historia, a esperar otra semana..Besotes
ResponderEliminarA ver que pasa..., pues eso, a esperar hasta el próximo capítulo amiga.
ResponderEliminarAbrazos Astrid.