Aún sabiendo que mi vida no volvería a ser la misma, decidí quedarme con aquel pobre niño que no conoció el cariño de su madre. Se lo debía.
Tendría que hacer una lista de prioridades para que Ángel legalmente apareciera como mi hijo. Pensé que lo "arreglaría" para que constara como hijo adoptivo. Mi ginecóloga y Lucía sabían que yo no podía tener hijos, mejor dejar atados todos los cabos y no tentar a la suerte.
Volví a la dark web, tenía dinero gracias a lo ahorrado y a las buenas inversiones en criptomonedas, eso me permitió en poco tiempo obtener la documentación necesaria. Un tema solucionado.
Luego estaba la cuestión laboral, hasta que se calmaran las aguas con el tema del secuestro era mejor no regresar a España. En mi trabajo sabían que yo era medio francesa, me inventé que mi abuela estaba muy mal y había decidido acompañarla el tiempo que le quedaba de vida en el país vecino. Pedí una excedencia. Aunque mi deseo era teletrabajar por mi cuenta, no quería cerrar aquella puerta.
Los pasos que iba planeando parecían ir por buen camino, pero no sabía como comportarme con mi amiga Lucía, me daba rabia tener que mentirle, pero algo tenía que idear, quería que siguiera formando parte de mi vida. Como me había dicho estaba en Málaga por el estado de salud de su suegra, eso me daría algo de tiempo para inventarme algo que se sostuviera.
Programé una alerta para que me avisara cuando se publicara algo relacionado con Elsa, fuera prensa o redes sociales. Ya la había "bicheado" y no parecía tener ningún perfil en internet, pero no se sabía por donde podía saltar la liebre.
Otra cosa que tenía claro es que me convenía buscar algún sitio para vivir temporalmente, lo del hotel por unos días había servido, pero no quería llamar la atención. También estaba el tema laboral, aunque sabía que con mi formación y curriculum no tendría problemas en ese aspecto.
Encontré un apartamento que no estaba mal, pequeño pero suficiente para vivir con mi hijo. Mi hijo, me resultaba extraño pensar en él como tal, pero me tenía que acostumbrar pronto, todos los detalles eran importantes y no estaba dispuesta a terminar en la cárcel.
Instalada en el apartamento comencé a buscar trabajo y como había supuesto, tuve más de una oferta.
Elegí la que más me convenía, primero porque trabajaría a distancia programando para una empresa y luego porque pagaban muy bien. No tendría que depender de nadie para que cuidara a Ángel.
Me empapaba en internet sobre el autismo. Había un consejo común, estimulación sensorial y afectiva, y me dediqué a ello con ganas. Según la información, algunos autistas eran muy inteligentes y mostraban una predilección por algún tema en particular. Si Ángel no formaba parte de los que tenían un coeficiente intelectual alto, me iba a dar igual, pero quería dar con algo que lo motivara, que le hiciera la vida menos áspera. Mi remedio fue paciencia y más paciencia, me pasaba horas acariciándolo y hablándole. Compré juguetes acordes a su edad por ver si elegía alguno en particular, pero seguía sin mostrar interés. Probé con diferentes tipos de música y para mi sorpresa, vi su primera reacción ante un solo de piano. El niño movió la cabeza como si siguiera el ritmo y le expresión de su cara cambió, como si estuviera contento.
Fue un triunfo, pero sabía que el camino a recorrer sería de todo menos fácil.
Llamaba un par de veces por semana a Lucía. Su suegra había empeorado y se quedaron en Málaga más tiempo del que habían planeado en un primer momento. Eso me hizo ganar tiempo, pero la conversación que tenía pendiente con ella me tenía atragantada.
Llevé a Ángel a un reconocimiento médico. Le dije a la pediatra que lo había adoptado hacía un mes y que el comportamiento del niño era extraño. A ella le pareció raro que lo hubiera podido adoptar siendo un bebé, pero la excusa que había preparado coló: era hijo de toxicómanos y podía tener alguna alteración psicológica, la madre biológica no había dejado de consumir durante el embarazo. En esos casos si el niño o la niña no era adoptado pronto, sería casi imposible que alguien con el tiempo l@s llegara a adoptar, además, es@s niñ@s necesitaban un pronto diagnóstico para poder empezar con el tratamiento que fuera necesario.
La mujer se conmovió y trató a Ángel con profesionalidad y mucho cariño. Le hablé de mis sospechas de autismo y le conté que me estaba informando para darle lo mejor. Como ya esperaba dijo que era pronto para un diagnóstico, pero me animó a seguir por el camino de la estimulación musical. Cuando iba a salir de la consulta, la mujer con los ojos húmedos, dijo que yo era una valiente y me deseó suerte. Sentí que me lo dijo de corazón, se me puso un nudo en la garganta, pero si había conseguido que mi historia pareciera verdadera, el camino se haría más llano con el resto del mundo.
Comencé a llevar una vida más normal, trabajaba por las mañanas vigilando que el niño estuviera comido y limpio y por las tardes lo sacaba a pasear. El resto del tiempo lo pasaba acariciándolo, diciéndole cuanto lo quería y eligiendo piezas musicales en las que el piano fuera el protagonista.
En una de esas ocasiones y teniéndolo en brazos, me miró. Supongo que la emoción que sentí debió ser muy parecida a cuando una mujer después de parir se encuentra la mirada de su hij@ por primera vez. Amor, aquello era amor.
Estaba segura de que Elsa nunca le brindó esa oportunidad al hijo que parió por saberlo diferente, y dejé de sentirme culpable.
Continuará.
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