-No te equivocas.
Como te dije antes, tenía a Carmelo asustado, en un sinvivir, así qué tomó la decisión de embarcarse.
Eso significaba qué me lo quitaba de encima durante unos cuantos meses; mi plan había funcionado.
Estaba más contenta....
Y a la semana de irse pude confirmar lo qué ya me imaginaba, estaba embarazada.
Amada, sé qué estás muy sensible y no quiero influirte ni para bien ni para mal con este asunto. Si quieres no entro en detalles.
-No te preocupes, estoy ansiosa por conocer lo qué sucedió.
-Bueno, si algo te incomoda me lo dices y paso a otra cosa.
-Sigue sigue.
-¡Al fin logré quedarme embarazada!
Cuando se lo dije a José Luis, la ilusión le brilló en los ojos unos instantes, hasta que me preguntó si sabía de quién era el niño.
Yo hacía tiempo que con Carmelo naíta, pero preferí ser prudente aunque tuviera que mentir y le dije que no lo sabía. Qué seguramente cuándo naciera sus rasgos "cantarían".
Esto le entristeció, pero no le quedaba más remedio que esperar.
-¿Porqué no le dijiste la verdad?
-Porque desde el momento en que me supe embarazada salió la leona que llevamos dentro las madres y sabía qué si el niño se parecía a su verdadero padre, sería señalado.
Tienes que ponerte en los comienzos de los años 60, había otra mentalidad y más en un pueblo. A mí que me tacharan de adúltera poco me importaba. ¿Dónde estaban los qué sin duda me criticarían cuándo Carmelo me daba una paliza?
Pero si podía evitar que mi hijo viviera con ese estigma, lo iba a hacer. Aun cuando tuviera que mentir al hombre que de verdad quería.
Yo que no era especialmente religiosa rezaba todos los días para que el niño no saliera blanquito, ni con ojos claros.
Había un cincuenta por ciento de que sacara mis genes, me aferré a esa posibilidad cada día para poder soportar el desazón que se me colaba y me raía por dentro.
Además, yo seguía casada con Carmelo. Por suerte las fechas cuadraban y podía pasar por ser el padre.
-¿Y qué pensabas hacer cuándo tu marido se enterara? El sabría que no era el padre.
-Fíjate que era lo menos que me preocupaba, estaba siempre tan borracho que me podría inventar que alguna noche tuvimos relaciones. Con las ganas que tenía de ser padre no se pararía a pensar mucho.
Pensé que cuando pasara un mes y ya estuviera bien lejos, le escribiría una carta comunicándole su futura paternidad.
-Vaya panorama, me imagino el embarazo que tuviste que pasar con esa incertidumbre.
-Si, pero por otro lado estaba feliz, iba a tener a mi niño, no sé porqué pero sabía que sería un varón.
-¡Al fin logré quedarme embarazada!
Cuando se lo dije a José Luis, la ilusión le brilló en los ojos unos instantes, hasta que me preguntó si sabía de quién era el niño.
Yo hacía tiempo que con Carmelo naíta, pero preferí ser prudente aunque tuviera que mentir y le dije que no lo sabía. Qué seguramente cuándo naciera sus rasgos "cantarían".
Esto le entristeció, pero no le quedaba más remedio que esperar.
-¿Porqué no le dijiste la verdad?
-Porque desde el momento en que me supe embarazada salió la leona que llevamos dentro las madres y sabía qué si el niño se parecía a su verdadero padre, sería señalado.
Tienes que ponerte en los comienzos de los años 60, había otra mentalidad y más en un pueblo. A mí que me tacharan de adúltera poco me importaba. ¿Dónde estaban los qué sin duda me criticarían cuándo Carmelo me daba una paliza?
Pero si podía evitar que mi hijo viviera con ese estigma, lo iba a hacer. Aun cuando tuviera que mentir al hombre que de verdad quería.
Yo que no era especialmente religiosa rezaba todos los días para que el niño no saliera blanquito, ni con ojos claros.
Había un cincuenta por ciento de que sacara mis genes, me aferré a esa posibilidad cada día para poder soportar el desazón que se me colaba y me raía por dentro.
Además, yo seguía casada con Carmelo. Por suerte las fechas cuadraban y podía pasar por ser el padre.
-¿Y qué pensabas hacer cuándo tu marido se enterara? El sabría que no era el padre.
-Fíjate que era lo menos que me preocupaba, estaba siempre tan borracho que me podría inventar que alguna noche tuvimos relaciones. Con las ganas que tenía de ser padre no se pararía a pensar mucho.
Pensé que cuando pasara un mes y ya estuviera bien lejos, le escribiría una carta comunicándole su futura paternidad.
-Vaya panorama, me imagino el embarazo que tuviste que pasar con esa incertidumbre.
-Si, pero por otro lado estaba feliz, iba a tener a mi niño, no sé porqué pero sabía que sería un varón.
Como era algo que no podía ni quería ocultar, finalmente envié una carta a Carmelo comunicándole mi estado y ya estando yo de 3 meses, me llegó la noticia de que Carmelo había muerto ahogado en las aguas de Marruecos. Un mal golpe de mar se lo llevó. Nunca supe si llegó a leer mi carta.
Me vi embarazada y viuda.
La gente me decía que qué pena lo sucedido, con lo feliz que habría sido Carmelo siendo padre...
Eran tiempos en que se guardaba luto, pero por dentro me sentía llena de colores.
José Luis me mimaba y evitábamos el tema de la paternidad, ya se vería lo que pasaba.
Un 9 de agosto me puse de parto. Una vecina avisó a la partera y mientras la esperaba salí a contemplar la lluvia de estrellas que el cielo nos regala por esas fechas. Ahora sé que se llaman Las Perseidas.
Por cada estrella fugaz que veía, pedía los siguientes deseos: qué mi niño nazca sano, qué sea morerino y con ojos oscuros...Me aferré a la idea de que nacer esa noche mágica le ofrecería un buen destino a mi hijo. Y ahí estaba yo mirando el cielo y pidiendo deseos, doblada por el dolor, cuando llegó la partera y me arrastró al interior de la casa.
Nació mi hijo, pero también nací yo como madre.
Amada, otra vez esos ojitos llenos de lágrimas.... Te entiendo, pero aunque ser madre es como un milagro, tiene su lado doloroso, como si al parir se nos quedara dentro un trozo del cordón umbilical que nos acompañará mientras estemos vivas. Y cada vez que a tu hijo le pase algo malo, tenga la edad que tenga, ese cordón se te retuerce dentro y te devora las entrañas.
Cuándo le vi la carita se me derritió el corazón, era el niño más bonito del mundo. Tan chiquito, que el nombre Daniel le venía grande, así que tu padre fue llamado Dani desde entonces.
Era moreno y de ojos oscuros. No heredó el físico de José Luis y yo agradecida le di gracias a todos los santos, a dios, a las estrellas fugaces...
Fíjate como son las cosas que la matrona nada más verlo dijo: "es igualito que su padre, qué lástima que no lo llegara a conocer", refiriéndose a Carmelo y casi todo el mundo decía lo mismo al conocer al niño.
-¿Cuál fue la reacción de José Luis al verlo?
-De enamoramiento, debe ser verdad que la sangre tira.
Me preguntó que si estaba segura cien por cien de que Dani era de Carmelo y yo improvisando le dije que el lunar que tenía el niño en la nalga era igualito a uno que tenía el difunto.
A José Luis mis argumentos no le parecían muy científicos, pero por aquel entonces no existía la prueba de paternidad, a dios gracias.
-¿Y no te tentaba decirle la verdad?
-Claro, cuando veía con los ojos que miraba al niño me tenía que morder la lengua. Pero ¿y si le daba por reclamar sus derechos y se terminaba por saber la verdad? No no no, no podía permitir que mi hijo viviera deshonrado por algo de lo que era totalmente inocente.
De todas formas José Luis pasaba mucho tiempo con Dani.
Pasamos unos años muy buenos. Dani crecía siendo un niño feliz y sano.
Cuando cumplió los 5 años, ya se veía su carácter y aquí viene lo bueno, era metódico, ordenado, no soportaba ver sus juguetes desordenados ni que se tocaran sus cosas.
-A eso se le llama karma, abuela, por alguna parte te tenía que salir el engaño...
-Pues si. José Luis lo trató desde que nació, lo veía crecer y al ver los rasgos de su carácter reflejados en el niño me decía que yo tenía qué estar equivocada. Y yo erre que erre intentaba convencerlo de lo contrario.
Siempre lo quiso. Desde bien chico Dani, José Luis viendo potencial en él, le enseñaba las letras, los números...Yo cobraba la pensión de viudedad que era una miseria, así que aparte de seguir con las tareas en casa de José Luis, me busqué otras casas. Y el niño se quedaba por las tardes al cuidado de José Luis que aprovechaba para enseñarle.
Mi mayor afán era reunir para poder darle estudios a mi hijo.
Todo era perfecto para mí, un hijo sano creciendo feliz, un hombre que me quería y respetaba.
Hasta que un buen día de buenas a primeras se viraron las tornas.
-¿Cómo?
-Qué todo cambió.
Llegué una tarde a buscar a Dani a casa de José Luis y éste mandó al niño al jardín.
Estaba furioso, rojo de la rabia. Me gritó que había confirmado lo que siempre había sospechado, que lo había engañado, que Dani era su hijo.
Cuando oí sus voces, me vinieron a la memoria los gritos de Carmelo y por ahí no, me dije, mientras recogía a mi niño y nos fuimos.
Dejé de ir a su casa durante una semana, hasta que una noche tocaron a mi puerta y era José Luis, por suerte el niño ya dormía.
Me suplicó que le dijera porqué le había mentido y yo le confesé la verdad, que tenía miedo a que hijo sufriera un pecado que no le correspondía.
¿Qué pecado Dolores? me preguntó con tristeza.
El pecado de la ignorancia y la maldad de la gente, le respondí llorando.
Me dijo que parecía mentira que no lo conociera, que jamás haría nada que perjudicara a Dani. No podría volver a confiar en mí, pero me suplicó que no lo separara del niño.
Llegamos a un acuerdo, él nunca reclamaría sus derechos legales como padre por el bien de Dani y guardaría el secreto, a cambio seguiría teniendo contacto viéndolo por las tardes como "maestro".
Decidimos que lo mejor sería que yo no siguiera trabajando en su casa. Los dos estábamos dolidos y no sé si fue por orgullo, pero ninguno hizo ningún gesto de acercamiento hacia el otro, cuando en el fondo nos moríamos por abrazarnos.
-¿Y sabes porqué supo José Luis qué Dani era su hijo?
-No, me lo he preguntado millones de veces y créeme, me da coraje morirme sin saberlo. A día de hoy me lo sigo preguntado.
Amada, creo que con esto podemos cerrar esta historia. Ya conoces tus orígenes y el motivo por el que oculté la paternidad de mi hijo.
-Si abuela y te comprendo, pero la historia no se ha terminado. Ahora necesito ordenar mi cabeza y mañana te cuento alguna cosilla que te va a interesar.
-Noooo, no me dejes así ahora....¿Sabes algo qué yo no sepa?
-Estoy cansada, mañana abuela, mañana.
Continuará
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