-Amada, no sabes la noche qué he pasado dándole vueltas a la cabeza.
¿Me vas a contar ya lo qué quiera qué sea?
-Tranquila abuela, no es nada malo, pero anoche quería ordenar mis pensamientos para hoy poderte decir lo que sé. No todo el mundo tiene tu facilidad para ponerse en situación y contar su vida como tú lo has hecho.
Por cierto, ya no grabo más. La parte para el trabajo está terminada y me va a ser muy útil. Muchas gracias.
-Anda, déjate de palabrerío y suelta lo que tengas que soltar, me tienes en un sinvivir chiquilla.
-Hoy las cosas las vamos a hacer a mi manera. Primero un buen desayuno y luego salimos a dar un paseo y esta historia tiene que terminar debajo de tu árbol, ahora también es un poco mío. ¿Te parece bien?
-Tienes el sartén por el mango, tú mandas.
Es media mañana, abuela y nieta una vez más se sientan bajo el viejo pino, melancólicas al saber que se cierra un ciclo que han compartido desbaratando mentiras y tejiendo verdades.
-Venga Amada, ahora te toca hablar a ti.
-Pues estoy nerviosa y todo, pero no te hago sufrir más.
Lo que te voy a contar ahora, lo sé por boca de mi padre.
El conoce la verdad, la ruleta de los genes lo puso sobre aviso, al igual que a José Luis, mi abuelo.
¿Tú sabes qué tu hijo es daltónico verdad?
-¿El qué?
-Que no diferencia los colores.
-Ah sí eso.... bueno, me lo llegaron a decir cuando estaba en la escuela, pero en aquellos tiempos no se le daba mayor importancia....
-Pues se hereda, por eso José Luis vestía siempre con los mismos colores, por su daltonismo. Así evitaba combinar colores a lo loco.
-¿Cómo? ¡No me lo puedo creer! ¡Por eso lo supo!
-Aquel día que llegaste a su casa y lo encontraste furioso, fue porque se dio cuenta de que el niño no distinguía los colores.
-¿Y José Luis desveló su paternidad a Dani?
-No, no. Respetó la promesa que te hizo de guardar silencio.
Pero mi padre lo intuía y cuando supo lo del daltonismo lo tuvo claro. Pero como tú no se lo contaste, no quiso incomodarte con preguntas que te pudieran hacer daño si removía el pasado.
Me dijo que cuando el mismo fue padre, pudo entender que lo quisieras proteger.
Fue mi padre quien habló con José Luis, no tenía sentido negar lo innegable.
-Dios y yo penando durante años por pensar qué estaba haciendo lo mejor para mi hijo.
-No te atormentes, en su momento tomaste la decisión que te pareció más acertada.
Y cuándo tu hijo se fue a estudiar a Las Palmas la carrera, ¿no te extrañó que José Luis pidiera traslado y se fuera de Fuerteventura?
-Pensé que al no poder estar ya cerca de su hijo se quería alejar de mí.
-Pues aquí te tengo otra sorpresa, pidió traslado a Las Palmas para poder seguir cerca de su hijo; siempre han estado en contacto.
-¡Jesús Jesús!, ahora lo entiendo todo. Me acabo de sacar un espina que durante años tuve clavada, lamentando que mi hijo creciera sin le presencia de su padre.
-¿Me quieres hacer alguna pregunta?
-Miles, estoy que no quepo en mi piel.
-Venga dispara.
-¿José Luis se casó?
-No, no encontró a nadie que supiera convivir con sus rarezas.
-¿Y está vivo?
-Si, vivito y coleando.
-¡Con la vejez tendrá aun más manías!
-Las tiene, pero es buena persona, abuela.
-No lo pongo en duda.
¿Y mi niña, porqué ahora has decidido contarme todo esto?
-Porque pienso que ninguno de los dos se merece seguir anclado en un pasado que ya no tiene sentido. Y además, tú te enfadaste porque un día te gritó y él no supo perdonar tu engaño.
¿No crees qué si lo hubieran hablado lo podrían haber solucionado?
- Si claro, ahora veo que los dos nos apuntamos a brutos, las circunstancias, el orgullo... ¡qué se yo! Ahora tengo que darte la razón.
Pero no sé, estoy hecha un lío, no me esperaba que las cosas terminaran siendo como me has contado.
¿Y tu padre está enfadado conmigo?
-Para nada, ya te dije antes que entendió tus motivos.
-¿Y qué fue de José Luis cuándo tu padre terminó sus estudios y volvió a Fuerteventura para trabajar?
-También regresó, estuvo dando clases en la otra punta de la isla. Lleva años jubilado.
-¿Y tú lo conoces?
-Claro, mi padre nunca perdió el contacto con él.
Llora Dolores y su nieta comprende sus lágrimas. Perdió la oportunidad de vivir con el hombre al que amaba, mantuvo una mentira innecesaria, vivió preguntándose si José Luis pensaba en ella.....
-Toma este pañuelo abuela y cambia la cara que no quiero que te vean triste.
-¿Quién me va a ver?
Amada señala a dos personas que se acercan.
Dolores reconoce a su hijo y al hombre que lo acompaña.
Se apoya en un bastón, vestido de gris y con el pelo blanco, conserva la forma de caminar que tanto ha echado de menos Dolores.
José Luis y Dolores se miran largamente, bajo sus arrugas buscan a los jóvenes que un día se quisieron y los encuentran.
No necesitan pedirse perdón, bastante condena han pagado viviendo toda una vida separados.
El hijo de ambos los abraza, sintiendo cumplido su sueño gracias al empeño de su hija.
Amada emocionada y satisfecha le dice a Dolores.
-Abuela, ¿Sabes qué soñé anoche? Qué va a ser una niña y se va a llamar Lola.
Padre e hijo extrañados se miran entre sí.
-Venga, vamos todos a mi casa, allí les darás la noticia en condiciones. Por cierto, sabía que tirarías palante.
Amada coge del brazo a su padre, mientras Dolores y José Luis empiezan a hablarse, como si las décadas pasadas sin contacto no existieran.
Y el viejo pino, testigo mudo, celebra el encuentro agitando sus ramas.
Fin.
Esta historia se la dedico a mi daltónico preferido.
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