Diario Falso.
Hoy le toca el turno a mamá. No es que sea mala, pero hay cosas que no están bien, por ejemplo, fuma a escondidas y todos nos hacemos como que no lo sabemos, debe pensar que somos tontos. Cuando llega a casa del trabajo siempre tiene en la boca un chicle de menta fuerte, pero el tufillo a tabaco sigue cantando, disfrazado de menta, pero tufillo al fin y al cabo. Y por la noche sale al jardín cuando estamos acostados, parece olvidar que la casa tiene ventanas.
Mamá trabaja en un centro de acogida para menores. Siempre que nosotros tenemos algún problema le quita importancia diciendo que afortunadamente tenemos una familia normal (no sé lo que entenderá por normal) y que deberíamos estar agradecidos, que los pobres chicos que están en el centro han venido al mundo con las cosas en su contra y que el futuro que les espera no es bueno.
A mí me dan pena esos niños, pero también rabia que mi madre haga comparaciones. No sé, es como si tuviera que sentirme culpable por la desgracia ajena, no es justo. Además, noto cuando llora antes de llegar a casa después de un día duro en el trabajo. Si es infeliz viendo los males ajenos, ¿porqué en vez de cuidar de esos niños desdichados no se queda en casa y se ocupa de nosotros?
Yo con esto del accidente la necesito más, pero parece que no se da cuenta.
Me deprimo tanto que no paro de pensar en mil torturas para Maléfico, no se me va de la cabeza el puto gato. La única forma de sacármelo del coco será terminar con él. Y tiene que sufrir. ¡Puto gato!
Diario de verdad.
Me he quedado un poco triste escribiendo lo de mamá, no sé si me estaré pasando, porque tengo una madre guay y es tan guapa...
El pensamiento de que sería mejor dejar el trabajo y estar más con nosotros, es egoísmo mío, entiendo que le guste ayudar a otros niños y cuando está con nosotros es la mejor madre del mundo. No puedo evitar que me dé penita saber que llora, pero ella es así, todo corazón.
La noche que pasé en el hospital cuando me operaron de la pata chunga, se quedó toda la noche sentada en una silla pendiente de mí. Un lujo no tener que compartirla con ninguno de mis hermanos.
Ahora que soy grande y entiendo las cosas, me doy cuenta de como es mi madre. Tengo muchas anécdotas que recuerdo de cuando era pequeño. Por contar alguna, una vez estábamos en la calle y pasó un coche grande lleno de flores. Asombrado le dije:¡qué coche más bonito! Ella puso una cara rara, pero me dijo que si, que era muy bonito. Ahora que sé que era un coche fúnebre, le agradezco que no se riera de mí en aquel momento, que a veces los adultos hacen que los niños nos sintamos tontos. También recuerdo cuando dejé de creer en los Reyes Magos, se lo dije y muy seria me felicitó, porque según ella ya pertenecía al club secreto de los niños grandes, pero que debería seguir como si lo creyera por mis hermanos pequeños. Aquel día me sentí adulto, importante. Eso sí, me sigue haciendo ilusión la noche que vienen los Reyes. El mejor día del año junto a mi cumpleaños.
También sabe que me gusta Nerea desde que estábamos en infantil y ni me hado el coñazo ni se lo ha chivado a nadie.
No sé como lo hace, pero consigue que cada uno de nosotros piense que es su preferido. Aunque sin dudas yo soy su preferido de verdad.
Se llama Rosa y es así, como una bonita flor.
Ayer pillé a mi padre mirando su peine, ¿habrá leído mi diario falso y estaría mirando si se le cae el pelo?
No sé, pero me parece que todos me miran raro y me entra la paranoia. ¿Estarán leyendo mi diario para reírse de mí?
Ayer por fin pudieron venir venir Damián y Bruno, hemos dejado la silla de ruedas niquelada. La probamos en el jardín y tuve que sentarme en una silla normal para que ellos la probaran un rato, mola mogollón. Por cierto, se descojonaron cuando vieron el dibujo que los gemelos me hicieron en el yeso.
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