El viernes Domingo me preguntó por la clase de ganchillo del día anterior, le conté lo sucedido para que me dejara tranquilo y olvidarme del tema.
Entre risas decía que se quería apuntar, cuando nos llegó un aviso por radio.
Se estaba produciendo una agresión por parte de un tipo a su exmujer, así que nos dirigimos al domicilio que nos notificaron.
Llegamos y pudimos oír a través de una puerta que no nos abrieron, los gritos de la víctima que gritaba que el tipo la estaba apuntando con una pistola y que la iba a matar.
Viendo el alcance de la situación pedimos refuerzos, pero no nos podíamos quedar esperando, así que tuvimos que derribar la puerta, rogando por no llegar demasiado tarde.
La escena que nos encontramos parecía sacada de cualquier película mala, el sujeto detrás de la mujer, reteniéndola a la fuerza y con una pistola apuntando hacia la cabeza de la que había sido su pareja.
En esa situación poco podíamos hacer, salvo intentar convencer al sujeto por las buenas de que soltara a la víctima, pero se veía que el hombre estaba fuera de sí y no iba a atender a razones.
Domingo utilizó todas las herramientas psicológicas que nos enseñan para tales ocasiones, pero por la mirada del agresor supe que desquiciado se disponía a morir matando.
En un segundo reaccioné al ver que cambiaba la dirección del arma para apuntar a Domingo y la adrenalina tomó el control de mi mente sin pensar en posibles consecuencias.
Me lancé en plancha hacia el tipo que ante mi arremetida se tambaleó, pero tuvo tiempo de apretar el gatillo. La bala que al principio parecía tener el nombre de mi compañero, cambió de rumbo al caer el delincuente y sentí como me atravesaba el muslo izquierdo.
Era tal mi nerviosismo que en un primer momento apenas sentí el dolor.
Hice balance de la situación, la víctima y Domingo estaban fuera de peligro, ya entraban los refuerzos para reducir al individuo. Todo estaba bien.
Ahí fue cuando me paré a mirar el rastro de mi propia sangre y llegó el dolor.
Domingo con los ojos húmedos me hizo un torniquete apresurado, empecé a marearme y mi cerebro se encargó del resto, vamos, que me desmayé.
No guardo recuerdo del resto, sé porque luego me lo contaron, que se ocuparon de la mujer que sufría un ataque de ansiedad, que el agresor fue llevado a comisaría y yo conducido en ambulancia al hospital.
Cuando desperté estaba Domingo junto a la cama, intenté moverme pero el dolor me recordó por qué estaba allí.
Domingo dijo:
-Mejor no te muevas compañero, ahora viene la doctora, que está muy buena y te informa. Por cierto, me salvaste la vida amigo, estoy en deuda contigo. Ya sé que suena teatrero, pero es lo que siento.
Y me cogió de la mano, mientras me susurraba lo afortunado que era al contar con un amigo como yo capaz de jugarse la vida por él.
¡Vaya! resultaba que Domingo no era un cacho de carne con ojos solo para las féminas, pensé mientras entraba la doctora, que nos vio cogiditos de la mano y a saber que pensaría, pero bueno, cosas más raras habría visto.
Me dijo que la bala seguía dentro, no quiso salir en el momento del disparo la muy puñetera, así que me tendrían que operar; me esperaba una larga recuperación, pero la doctora me aseguró que quedaría bien.
Llegó mi madre con evidente preocupación y en seguida se adueñó del espacio: ropero, mesa de noche... No puedo entender la capacidad que tienen las madres cuando reciben la noticia de que a su hijo lo han llevado al hospital, para en dos minutos preparar un bolso con todo lo que el convaleciente pueda necesitar y algo más por si acaso.
Por supuesto no se le había pasado por alto informar a Carmensa de lo sucedido y supuse que esa tarde recibiría su visita.
Así fue, llegó Carmensa y mi madre con la excusa de salir a comprar un bocadillo nos dejó solos. Yo seguía enfadado con ella, seguía pensando que me había querido tomar el pelo junto a sus chicas, pero la verdad, agradecía que estuviera siempre en los malos momentos.
Carmensa sacó de su bolso, por supuesto de ganchillo, una botella de vino.
-Mira Sergio, para brindar por tu suerte.
-¿En serio?, ¿suerte estando en un hospital a la espera de qué me operen? Además, con la medicación que me están dando, si me tomo un vaso de vino seguro que me pongo verde o algo peor.
-Mira niño, suerte porque estás vivo, suerte porque no te vas a quedar sentado en una silla de ruedas por el resto de tu vida y suerte porque no te puedes mover y no te va a quedar más remedio que escuchar lo que te tengo que contar. Te fuiste de la última clase sin esperar a oír la explicación de lo que no entendiste.
Y nosotras si que podemos beber el vino.
-¿Nosotras?
-Si, nosotras, las chicas están esperando fuera, están preocupadas por ti, así que procura no ser demasiado borde. Merecen ser escuchadas. Y por último, aprovecha el tiempo que tienes aquí, a tus manos no les pasa nada. Te vendrá bien practicar y aprender puntos nuevos, mientras de una mochila, también de ganchillo, sacó lanas y agujas.
Justo cuando le iba a decir que no quería ver a las chicas entró Domingo y Carmensa salió a la sala de espera a buscar al resto de su grupo.
A los pocos minutos entraron todas, alborotadas y alborotando. Me besaron, me abrazaron, me llenaron de achuchones, mientras veía por el rabillo del ojo como se le afilaban los colmillos a mi amigo, conocía a Domingo y sabía que ya estaría eligiendo a su próxima conquista.
Se terminaba la hora de visitas, pensé aliviado, pero no hubo forma de convencer a mi madre de que no hacía falta que se quedara toda la noche sentada en el incómodo sillón.
-Ya iremos viendo Sergio, de momento me quedo yo esta noche y ya Lola se ofreció para venir por la mañana.
¿En serio? ¿Ya me has organizado la estancia en el hospital sin contar conmigo?
-No bobo, solo hemos hecho un planing de la primera semana, seguro que ya luego te dan el alta.
Deseé por un instante que algún meteorito sin nada mejor que hacer, se estrellara en mi cabeza, pero debe debió ser que andaban todos ocupados.
Hola hermana! tenemos un hèroe entre nosotros, yujuuuuu!
ResponderEliminarAbrazos y besitos hermana.
Jejeje, eso parece. A ver si se nos recupera Sergio pronto.
ResponderEliminarGracias por estar ahí, besos hermano.
Este chico no sabe la suerte que tiene de tener ese grupo tan maravilloso de mujeres tejedoras, seguro le cambian la vida. Besotes amiga
ResponderEliminarEl piensa que lo vuelven loco, pero a saber qué pasa al final.
ResponderEliminarSe admiten sugerencias!
Gracias por tu constancia lecturil, besos Astrid.