jueves, 1 de abril de 2021

Una historia de ficción.... o no. Capítulo IV.

Como pasa el tiempo, solo faltan 2 meses para verles las caritas  a mis niñas Alba y Violeta.
Olga y yo nos hemos vuelto locas comprando ropa de bebé, mi hija dice que está más que surtida, pero es que no podemos evitarlo y terminamos siempre pasando por alguna tienda.
Pero sigo, que me enrollo como siempre y no es plan.
Creo que la última vez me quedé en la época de estudiante, así que por ahí sigo. 
Cuando nos dimos cuenta Olga y yo habíamos terminado nuestras carreras. 
En aquellos momentos la prioridad era encontrar trabajo y ahora, que la jubilación se materialice; anda que nos tenemos planes para cuando así sea. Pero continúo... ella volvió y tuvo suerte desde el minuto uno, empezó a hacer prácticas en una radio local y se enamoró de ese medio. Es lo suyo y a día de hoy dirige una emisora que la hace feliz.
Yo había terminado Magisterio y los primeros años fueron ilusionantes en el sentido de hacer lo que me gustaba, pero pesados en el aspecto de no tener plaza fija y tener que ir a cubrir vacantes en cualquier punto de la isla, sin proyección de que me dejaran en ninguno. Decidí sacar oposiciones para poder elegir destino.
En esas andaba, del tingo al tango como sustituta y preparando las oposiciones, cuando conocí a Bruno, él estaba como yo en el aspecto laboral, aunque su trabajo era en la banca. Le surgió la oportunidad de estar un tiempo trabajando en Lanzarote, con buenas perspectivas de poder ascender en un par de años y poder elegir destino en Las Palmas. Lo malo es que los dos años en la otra isla no se los quitaba nadie. 
No llevábamos ni un años saliendo, pero nos liamos la manta a la cabeza y organizamos una boda por lo civil en dos semanas. Nos iríamos a Lanzarote, allí si me salía algo como profesora lo aprovecharía, además, el aislamiento me iba a venir bien para preparar a conciencia las oposiciones.
Cuando se lo conté a Olga, tuvo un brote... todavía me acuerdo como si hubiera sido ayer.
Qué si yo estaba loca, qué llevábamos muy poco tiempo de pareja, que me fuera si quería pero qué no cometiera el error de casarme y un montón de vaticinios negativos que por suerte no se cumplieron. A día de hoy Bruno y yo seguimos juntos, después de tantos años ya no me lo quito de encima ni con agua caliente, pero debo reconocer que tuvimos suerte y la cosa nos salió bien, aunque soy consciente de que en aquel momento actuamos como verdaderos kamikazes. 
Olga que era menos tradicional que yo y juraba y perjuraba que nunca se casaría, terminó firmando los papeles con el amor de su vida,  su Manolo. Lástima que muriera tan pronto y la convirtiera en una viuda joven, pero bueno,  ella es una luchadora y ha sabido cogerle el pulso a su vida a pesar de sus pesares.
Ya me lie otra vez, pues eso, que nos casamos y nos fuimos a un pueblo de Lanzarote, Bruno trabajaba en una oficina bancaria y yo en principio me dediqué a dar clases particulares, me organizaba bien y tenia bastante tiempo para prepararme las oposiciones. 
Ya llevamos más de un año en una casa terrera que tenía un pequeño patio trasero; yo echaba de menos a mi familia y por supuesto a mi abuela María, aprovechaba cuando alguien de la familia venía a visitarnos para pedirle que me mandara sus semillas. Cuando me entretenía plantándolas era como si mi abuela me acompañara. Y cuando cogía alguna planta para infusiones repetía las palabras que tantas veces oí de su boca: "gracias madre naturaleza por tus dones".
A Olga y a Manolo les gustaba venir cuando había algún puente largo, los "niños" se llevaban muy bien y solían salir a pescar, mientras mi amiga y yo aprovechábamos para ponernos al día y siempre traía semillas que me mandaba la abuela. Ella no sabía escribir, pero le dictaba a mi amiga los cuidados que requerían las plantas y para lo que servían. Así, por ejemplo, "hervir 3 hojas para el dolor de barriga", "macerar cuando haya luna llena ", "no poner junto al perejil porque se llevan mal"... 
Leer las instrucciones de la abuela me producía mucha ternura, era como tenerla conmigo. Siempre se negó a viajar, decía que estaba vieja para esos trotes y que ya volvería yo a Las Palmas.
En uno de esos fines de semana que vinieron nuestros amigos a Lanzarote, Olga y yo dejamos a los "niños" con sus cosas y salimos a una discoteca que se había puesto de moda en Arrecife.
Estábamos pasando un buen rato cuando se acercó una mujer, debía tener nuestra edad y me dio dos besos como si me conociera de toda la vida, mientras decía:
-Hola Carmen, qué alegría verte, ¿estás de vacaciones? ya es casualidad verte aquí.
Yo le dije que no era Carmen, sino Isabel, que me estaba confundiendo con otra persona.
-Carmen, qué estudiamos la carrera juntas, ¿cómo te voy a confundir? Qué, ¿ya abriste el despacho en Las Palmas?
Yo no entendía nada, hasta llegué a pensar que estaba ante algún programa de cámara oculta, con Olga cerca todo era posible, pero mi amiga tenía la misma cara de sorpresa que yo.
-Lo siento señora, pero en serio que yo no soy Carmen, soy Isabel, le vuelvo a repetir que me está confundiendo con alguien....
La mujer se fue como enfadada, como si yo la estuviera engañando. Se sentó no muy lejos y no dejaba de mirarme.
La situación me resultó incómoda, pero fue peor cuando Olga me dijo lo que pensaba:
-¿No te das cuenta de qué esa mujer te ha confundido con tu hermana? Ya sabemos que se llama Carmen y que tiene pensado abrir un despacho en Las Palmas, venga, vamos a preguntarle....
Pero no la dejé ni terminar, la cogí del brazo y la saqué a la fuerza de la discoteca, miedo me daba.
El encuentro con la mujer en la discoteca me había removido las entrañas después de tanto tiempo sin tener a nivel consciente el dichoso temita. Además, Olga estaba excitadísima.
¡Lo ves Isabel!, tienes una hermana gemela y deben ser idénticas, que no se confunde así como así a las personas, y mira que marcharte de esa manera.... era la ocasión perfecta para tener más información, bla bla bla...
Mi abuela además de semillas me había mandado algunas hojas, embolsadas y etiquetadas con sus instrucciones. Todavía no las había visto todas, pensé que seguramente alguna habría que sirviera para calmar la inquietud que sentía después del extraño encuentro. Las revisaba cuando encontré una etiqueta bastante más larga que decía:
"Tómate una agüita guisada cuando tengas el encuentro con la desconocida que te hará perder los nervios, aunque mis espíritus me dicen que el camino de las gemelas todavía se está trenzando. Y no pongas naíta más que una hoja, con el embarazo no se puede más".
Se la pasé a Olga y le cambió la cara.
-Te juro Isabel por lo que tú más quieras que esa nota no la escribí yo.
El estómago se me centrifugó tanto que no tuve tiempo de levantarme para ir al baño, vomité sin poder evitarlo sobre los preciosos zapatos rojos que mi amiga estaba estrenando.
Por cierto, todavía no he cumplido la promesa de comprarle otros, aunque nunca es tarde. Me lo apunto y le doy una sorpresa por su cumpleaños.

Continuará.





4 comentarios:

  1. Mi madre esto se está poniendo bueno, ansiosa por leer el siguiente capítulo. Un abrazo amiga

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  2. El jueves más, jeje.
    Gracias como siempre por acompañarme en esta aventura.
    Un besote.

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  3. Hola preciosa! Aterricé por aquí siguiendo el link que dejaste en mi blog Diario de una Artesana. Y ha sucedido que me enganchó la historia a tal punto que me voy a ir a leer todas las anteriores! Me encantó tu estilo!! A partir de hoy tienes una nueva y fiel lectora! Saludos desde Argentina!

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  4. ¡Bienvenida!
    No te imaginas la ilusión que me hace que mis palabras hayan "cruzado el charco".
    Si te animas a leer lo anterior, la penúltima historia publicada "La Terapia", tiene al ganchillo como protagonista.
    Encantada de conocerte, nos leemos.
    Besos

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