Hola de nuevo Violeta y Alba, Alba y Violeta.
Con la tremenda barriga que tiene mi Ana, no creo que ustedes vayan a esperar a los 9 meses para venir, pero según las ecografías va todo bien y en los partos gemelares no es extraño que el nacimiento se adelante. Por suerte ya estamos en verano y al no haber clases, puedo estar disponible para echar una mano.
Al ver a mi hija embarazada recuerdo mi propio embarazo.
Si no me equivoco la última vez que les escribí, les contaba la enigmática nota que a día de hoy no sabemos quien escribió. La abuela nunca quiso hablar al respecto.
Pero no se equivocaba, yo estaba embarazada.
No lo habíamos planificado, pensábamos esperar a que las cuestiones laborales fueran más estables, pero decidimos tirar hacia adelante igualmente.
La estancia en Lanzarote llegó a su fin, volvimos a Las Palmas a una casita de alquiler muy cerca de mi casa familiar. A Bruno le estaban yendo bien las cosas y yo me seguía preparando las oposiciones; mientras, alguna sustitución me salía.
Fuimos padres y como dice el refrán la niña vino con un pan debajo del brazo.
Al poco de nacer Ana aprobé las oposiciones, no me iban a dar el destino que solicité de la noche a la mañana, pero pude aprovechar el tiempo para estar con mi hija. Bruno seguía subiendo escalón a escalón en su profesión. Lento pero seguro.
El tiempo que no se detiene siguió su camino y cuando nos dimos cuenta Ana ya tenía dos añitos y era una niña sana y feliz.
Por fin me dieron el puesto que había solicitado, un colegio cerca de la oficina bancaria donde Bruno trabajaba, pedimos un crédito y nos compramos una casa en la misma zona. También elegimos una guardería cerca. Total, iba a ser hasta que la niña cumpliera los 3 años, luego iría al colegio donde yo ejercía como profesora.
Solía ir a casa de mis padres con mi hija, que ejercían de abuelos orgullosos. La abuela María se nos hacía mayor, a menudo se enredaba en sus propias palabras y no sabíamos si nos estaba hablando a nosotros o a sus "espíritus", pero desde el minuto uno tuvo un flechazo con su biznieta. Fue mutuo.
Olga también se había mudado a otra parte de la ciudad, pero no dejábamos de vernos. Se quedó embarazada y tuvo a su Nicolás.
La vida siguió su ritmo con sus cosas buenas y malas, falleció Manolo, el marido de Olga; los padres se nos hacían mayores y ya tenían sus achaques, la abuela cada vez vivía más inmersa en su propio mundo. En fin, lo que viene siendo la vida misma.
Eran tiempos de mucho lío, con nuestros niños pequeños y el trabajo, los temas de conversación habían cambiado, así que por un tiempo el asunto de mi supuesta hermana robada quedó en segundo plano.
Hasta que empezaron los cada vez más frecuentes encuentros con gente desconocida que decía conocerme y me llamaban Carmen.
Por ejemplo, estando en la cola de una tienda para pagar, la mujer que estaba detrás de mí me saludó como si me conociera de toda la vida, tuve que insistir en que yo era Isabel, no Carmen, la pobre se retiró sorprendida e incrédula a la vez. Esa vez Bruno me acompañaba, siempre que le contaba esos encuentros en que la gente decía que yo era otra persona, me decía que todos tenemos un doble en alguna parte, pero ese día pude darme cuenta de que él también empezó a mosquearse.
Cada vez me pasaba más, algunas veces estando con Olga, que como siempre tenía explicación para todo. Según ella, Carmen se habría mudado a Las Palmas y no debía vivir lejos.
Una tarde mi amiga y yo fuimos a un parque de la ciudad con nuestros niños, cuando se acercó una chica y me saludó:
-Hola, no sé si me recordará, llevó mi denuncia hace unos meses. Soy la prima de su secretaria.
Resignada me dispuse a decirle que lo sentía pero que se equivocaba de persona y su reacción fue igual a la de las otras personas que me habían confundido, como si yo les estuviera tomando el pelo.
Me sentía incómoda, así que con la excusa de empujar a los niños en los columpios me levanté, quedando Olga hablando con aquella desconocida.
Miedo me daba conociendo a mi amiga, intuía que aprovecharía para tener toda la información posible sobre Carmen y por supuesto no me equivoqué.
Cuando nos íbamos me dijo que con los niños no, pero que esa noche quedábamos para unos vinos y me contaba los datos nuevos que había conseguido.
A mí el temita me ponía de mal humor, pero llegó la noche y mi amiga ansiosa me contó lo que pudo averiguar.
Carmen se había criado en Tenerife pero se había mudado a Las Palmas, era abogada y tenía un despacho en Vegueta. Su nombre completo era Carmen Figueroa García.
-¿Y? le dije a Olga.
-Chica, pareces tonta, que ahora puedes dar con ella y salir de dudas. ¿O pretendes vivir con esto toda tu vida?
-Mira Olga, de la misma forma que me confunden a mí, ella también habrá tenido algún encuentro parecido. ¿Tú ves que me haya buscado?
Y poniendo como excusa una jaqueca repentina di por acabada la conversación, aunque sabía que mi amiga no se iba a quedar con los brazos cruzados.
Continuará.
Fabuloso!! Espero el proximo capitulo!! Saludos!!
ResponderEliminarCecy, gracias por tus palabras y por la visita.
ResponderEliminarUn beso que viaja allende los mares.
Cada capítulo supera al anterior, ya con ganas de que llegue el siguiente. Un besote amiga
ResponderEliminarRecuérdame que te ponga en mi testamento, jjjj.
ResponderEliminarGracias amiga, un abrazo fuerte.