jueves, 4 de noviembre de 2021

El cartero. Capítulo VI.

Créeme Cecilia, si te digo que la felicidad que había experimentado la primera época de cartero se esfumó, no me sentía digno al haber profanado una carta que no me correspondía.
El saberte angustiada me revolvía las entrañas, no sabía que hacer para ayudarte pero algo tenía que hacer.
Y como tantas veces en la vida los acontecimientos rodaron por sí mismos.
Lali mi dijo que ibas a volver unos pocos días, y que si seguía en pie la invitación que yo les había hecho de pasar juntos un fin de semana en el Sur. 
Por supuesto, le contesté. 
Llegaste ojerosa y visiblemente apagada, pero no quería agobiarte con mis preguntas. Además, yo sabía lo que te pasaba y me avergonzaba el modo que empleé para saberlo. Mejor dejar que las cosas fluyeran por sí mismas.
Nos fuimos un viernes por la tarde, Lali y yo nos quedamos en el apartamento y tú llegaste del supermercado cargado con botellas de alcohol.
-Esta noche me emborracho y el mundo que se vaya al carajo, dijiste con la primera copa en la mano.
Al poco llamaron de Recepción, había un mensaje para Lali. El negocio familiar se había inundado por un incidente y tenía que regresar para echar una mano a sus padres. Tú y yo nos ofrecimos a ayudar, pero Lali se negó, insistiendo en que sería poca cosa y podría volver.
Tú Cecilia, vaciabas una copa tras otra como si te fuera la vida en ello, te dije que te sentaría mal, pero no estabas dispuesta a ninguna mesura.
El alcohol te secuestró de tus males por un rato, el justo para que me abrazaras y me pidieras que te hiciera el amor.
Yo no había bebido tanto, sabía que no estabas en condiciones, que terminarías arrepintiéndote si te seguía el juego. Pero te desnudaste, insististe,  suplicaste.... y yo caí. 
Durante un rato fuimos lo que siempre había deseado, dos cuerpos unidos traspasando sexualidades. 
Amanecimos abrazados en la misma cama y según abriste los ojos volviste a rogar:
-Por favor, dime que no ha pasado nada.
No tuve el valor de contrariarte y dije que solo habíamos dormidos abrazados, que estuvieras tranquila.
Veía como  atravesabas tu infierno, pero yo tenía el mío propio. Había abierto tu carta, te mentía.....
No sabía como gestionar todo aquello, me venía grande.
Lali avisó de que no podría volver, que disfrutáramos nosotros.
Al fin te sinceraste Cecilia, me hablaste de tu relación con aquel hombre casado, que aunque te habías prometido sacarlo de tu vida, lo volviste a ver y volviste a caer. Que lo tenías que dejar aunque fuera a base de mordidas a tu propio corazón. 
Yo me limité a escucharte y ofrecerte mi apoyo.
¿Acaso podía hacer otra cosa?
Ese fin de semana te vino bien, necesitabas desahogarte, cargar pilas y volver a Tenerife con la intención de alejarte de aquella relación que te hacía mal. Así lo prometiste, pero yo tenía mis reservas. 
Volvimos cada uno a nuestras vidas, pero se me hacía difícil olvidar la noche en que me rogaste que te hiciera el amor y yo, tu esclavo, obedecí.

Continuará.

2 comentarios:

  1. El amor ese sentimiento que a veces nos lleva a cometer locuras que nunca pensamos que haríamos. Pobre chico... enamorado hasta las trancas. Besos amiga

    ResponderEliminar
  2. Pues si, me preocupaba algo que esta historia oliera a culebrón, pero pensándolo bien, ¿quién no ha perdido la cabeza por amor alguna vez?
    Yo más de una, jajaja, bueno, estoy viva.
    Un abrazo Astrid.

    ResponderEliminar