jueves, 23 de diciembre de 2021

Lava y Nieves. Capítulo IV.

 Lava terminó sus estudios en el instituto y no quiso seguir en la universidad, necesitaba el contacto directo con la tierra y los negocios plataneros de su padre le ofrecían esa oportunidad. Por el contrario, Nieves sentía fascinación por el sonido frío de las teclas del piano y decidió hacer la carrera de música.
Aunque sus quehaceres y estudios las separaban algunas horas, seguían tan unidas como siempre.
La mayor de las hermanas conoció a Juan, encargado en uno de los almacenes de plátanos del padre.
Juan era serio, poco expresivo y no pudo evitar poner sus ojos en Lava. Sabiendo que la chica tenía más de un pretendiente un día se sinceró diciéndole lo que sentía, además de hacerle saber que no contara con cortejos y bobadas, para eso ya tenía un séquito dispuesto a besar por donde ella pisaba. Que se lo pensara, él esperaría lo que le pareciera oportuno, pero que no jugara con él.
A Lava le gustó la sinceridad de Juan, además su carácter le recordaba a su hermana. No negaba que sentía cierta atracción por el encargado, pero entretenida como estaba con los otros chicos que le bailaban el agua no quiso tomar ninguna decisión. 
Un verano, contando las hermanas 20 y 18 años, estaban a punto de terminar las fiestas del pueblo.
Les gustaban las verbenas nocturnas, Lava era más bailonga, mientras que Nieves disfrutaba más escuchando la música, pero hicieran lo que hicieran irremediablemente ambas eran el destino de las miradas masculinas.
Esa noche Lava estuvo bailando como poseída hasta que la sed la hizo parar, se dirigió a uno de los concurridos chiringuitos y sin querer tropezó haciendo caer el botellín de cerveza que un muchacho portaba, regando su propia ropa.
-Perdona -dijo Lava- con las prisas pisé mal, te debo un botellín.
-No, perdona tú, que estás empapada con mi bebida.
-No importa, estaba fresquita, justo lo que necesitaba.
-Vaya, otra chica se hubiera quejado de quedar apestando a alcohol.
-Pues yo no, mira tú por donde. ¿No eres de aquí verdad? No me suena tu cara.
-No,  me llamo Damián  y soy del pueblo de al lado; vinimos con la rondalla para actuar en la asociación de vecinos, pero ya terminamos y como hay ambiente nos quedamos un rato. Y por lo que ven mis ojos valió la pena. Seguro que te habrán dicho muchas veces lo guapa que eres.
-Bah, ¿ahora viene lo del color de mi melena?
-Ya veo que no te gustan los tópicos, tendré que probar algo más original. ¿Qué te parece si mañana por la noche  me acerco a tu casa y te doy una serenata con mi grupo? Se nos da bien. Solo tienes que decirme donde vives.....
-Mira qué listo el muchacho. Averígualo. 
Y sin más Lava se dio la vuelta y siguió como si nada hubiera pasado. Se dio cuenta de que ni había dicho su nombre, pero estaba segura que solo con preguntar por la pelirroja, a Damián le sería fácil dar con ella.
Llegaron las hermanas casi al amanecer al domicilio y agotadas se metieron en las camas que compartían en la misma habitación. La casa era grande, pero nunca quisieron dormir separadas.
Nieves estaba casi dormida cuando Lava le empezó a contar no se qué de algo que se cayó. Apenas entendía lo que su hermana le estaba diciendo, más cerca del mundo de los sueños que de las confidencias de Lava. Esta le dijo que si a la noche siguiente la voceaba para que saliera al balcón un chico llamado.... 
"An", fue lo último que escuchó Nieves y pensó que Lava le estaba hablando de Juan, cuando sus ojos por fin se cerraron.
No alcanzó a escuchar  lo  que Lava dijo, que si a la noche siguiente cantaban bajo el balcón, sería un tal Damián que le prometió una serenata y que el chico le había hecho gracia y quizás no estuviera mal darle una oportunidad.
El día siguiente había feria de ganado y fueron con sus padres, visitaron a familiares, disfrutaron de la romería. El día se les pasó volando y Nieves ni recordaba la conversación de su hermana la noche anterior, por lo que ni le preguntó por el tema. Lava a su vez tampoco hizo mucho caso a la promesa del chico, con el ajetreo de aquel día tenía la cabeza en disfrutar del último día de las fiestas.
Llegaron tarde a la casa y entonces recordó Lava que quizás la rondaran, tendría que darse prisa para ducharse y que se le secara bien el pelo, sabedora de que aquella melena suya atraía como el fuego.
En tanto, Nieves escuchó música fuera; parecía una parranda y con voz grave se oyó alguien que decía:
-Soy Damián.
Nieves apenas atinó a recordar retazos de la conversación de la noche anterior, algo le había dicho su hermana, pero no, había hablado de Juan, se dijo convencida.
Y ningún presagio la protegió de lo que sucedería por el simple hecho de salir a un balcón.

Continuará.




No hay comentarios:

Publicar un comentario