jueves, 24 de marzo de 2022

Nieves y Lava. Segunda parte. Capítulo IX y último.

Los cuadros que realizaban las gemelas se hicieron famosos hasta tal punto, que algunas personas intentaron imitar su arte sin éxito.
Lo que salía de sus manos tenían un sello que las identificaba  y muchos pagaban lo que fuera por tener una obra realizada por las chicas.
Convirtieron lo que para ellas era un hobby en su medio de vida. Manuel seguía realizando los marcos con sus manos ya nudosas, sintiéndose bendecido por aquella oportunidad que  le aportaba tantas satisfacciones.
A pesar de que pasaron años y Lava y Nieves hubieran podido tener su propio domicilio, optaron por seguir bajo el mismo techo familiar, al igual que Gara y Jonay.
A Manuel que ya sentía en sus huesos el paso de los años, a ratos le daba por pensar en el futuro con tristeza.  Se figuraba que en pocas décadas todo lo que había levantado con esfuerzo desaparecía. Su familia se convertiría en olvido.
Sus hijas, ya por la edad, no iban a tener descendencia, sus nietos Gara y Jonay no se atrevieron a repetir. Quedaban las bisnietas, pero era evidente que en el mundo particular en que vivían las gemelas no cabían romances ni relaciones externas. Sencillamente no lo necesitaban.
Una mañana  que estaba enredado con esos pensamientos, las gemelas le preguntaron que le pasaba y Manuel se sinceró con ellas. 
Se miraron entendiéndose sin necesidad de palabras. Comenzando a madrugar y colgando durante un par de horas el cartel de NO MOLESTAR bordado tiempo atrás. La familia se preguntaba qué se traerían entre manos, nunca mejor dicho, pero hubieron de pasar  años para conocer la respuesta.
Manuel realizaba los marcos siguiendo las instrucciones en cuanto a medidas que las gemelas le iban proporcionando, sin tener ni la menor idea de lo que albergarían.
Los almanaques siguieron desojando hojas y más hojas; Manuel y María habían envejecido y creían que no llegarían a ver la labor que durante años y en secreto hicieron las chicas con sus puntadas mágicas.
Un día la familia recibió sorprendida un mural donde puntada a puntada se narraba la historia de sus vidas.
Eran cuadros individuales que al unirse formaban un todo. 
Cada uno cronológicamente hablaba de las vicisitudes de sus existencias; así el primero hablaba de una pareja que se unió bajo el influjo de un volcán vivo, el segundo de una inusual nevada testigo de una nueva concepción.... seguían contados todos los episodios importantes que el devenir trajo a sus vidas, 
reconocibles a simple vista por el lujo de detalles que los identificaba sin la menor duda.
Enredados cada uno en sus propios recuerdos frente a aquella maravilla, Manuel fue el primero en hablar:
-Ya me puedo morir tranquilo. Esto nos sobrevivirá, no caeremos en el olvido.
Y así fue, las décadas siguieron pasando al igual que las vidas de nuestros protagonistas: María, Manuel, Lava, Nieves, Damián, Juan, Gara, Jonay..... y las gemelas que no quisieron un nombre.
El mural terminó expuesto en el Ayuntamiento. 
Siempre que alguien se paraba por primera vez ante él, sentía que los ojos se le mojaban, testigos de una historia que quiso ser contada. 


Comencé esta historia hablando de La Palma y la termina igual, añadiendo el desazón que nos produce el largo parto del volcán. Largo porque lo medidos con nuestros tiempos humanos.
La niña o el niño que ahora esté viviendo tal situación llegará a viej@ y le contará a sus niet@s como se quedó sin casa y sus padres tuvieron que iniciar desde cero una nueva vida, consiguiéndolo a pesar de los pesares.
Y la isla bonita habrá cambiado su cara, pero seguirá siendo bonita..... al igual que los protagonistas de la historia contada, porque todo pasa y todo queda. 

Fin -ahora sí-. 



2 comentarios:

  1. Gracias amiga por esta sorprendente historia, que emerge de tu imaginación por un suceso histórico que ninguno de nosotros olvidaremos. Esperando con ganas tú siguiente relato...��������

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  2. Gracias por tu implicación, me anima a seguir escribiendo y la próxima semana otro relato completamente diferente.
    Un abrazo Astrid.

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