jueves, 26 de mayo de 2022

La contadora de historias. Capítulo IX.

 Espe jamás imaginó el poder que tuvo el pendrive entregado a su amigo.
Javier dominaba internet y supo "subirlo" a los sitios adecuados. Pronto se hizo viral y el entorno pudo imaginar que Jorge había sido el protagonista nefasto de aquella estúpida apuesta.
Todos defenestraron su comportamiento en las redes. Como un castillo de naipes fue cayendo su popularidad, convirtiéndose en el villano de aquella película. 
Queriendo salir de aquel embrollo se defendió diciendo que había actuado presionado por los amigos y "colocado", delatándose él mismo. Lo que eran rumores ya tenía nombre y apellidos. Los suyos. Solo consiguió que los amigos renegaran de él por chivato y gilipollas.
Se dio de baja en sus redes sociales, lo que equivalía en su insustancial mundo a ser invisible, estar muerto.
Espe supo por su amigo que Jorge había caído en el ostracismo y se alegró.

Buscó la palabra que definiera su estado emocional al respecto. Su venganza la gratificaba, si, la palabra justa era "venganza".
Recordó que de pequeña le preguntó a su padre por qué había personas malas. Wiso le contestó que todos tenemos en el interior el bien y el mal. Cada cual decide que alimentar y en eso nos convertimos.
Se sorprendió admitiendo que estaba alimentado su parte vengativa, una que nunca pensó que la habitara.
Si eso le permitía que nunca la volvieran a humillar, estaba más que dispuesta a nutrir todo lo que de mala hubiera en su interior.
El pozo amargo resultado de su mala experiencia se había instalado para quedarse.
Javier, que la conocía bien, hacía todo lo posible para que ella pasara página sin resultado. Solo pudo esperar que el tiempo cicatrizara las heridas de su amiga.

Cada viernes al terminar sus prácticas de enfermería Javier se repetía que el lunes no regresaría a aquel lugar. Le contaba a Espe que estaba a disgusto, que le deprimía ser testigo de tanto sufrimiento. Los usuarios del Centro nunca iban a mejorar, al contrario. Le argumentaba a su amiga que el personal sanitario que trabaja en un hospital, a pesar de las pérdidas, puede ver la mayoría de las veces que sus cuidados dan sus frutos al recuperarse o sanar los pacientes. Pero que con los discapacitados que atendía en sus prácticas nunca vería tales resultados.
Espe le decía que para estar a disgusto y no disfrutar de su pasión por la Enfermería, pidiera ya un traslado.
Pero Javier cada lunes se levantaba y volvía al mismo Centro.
Espe no alcanzaba a entender que Javier siguiera en el mismo sitio y menos cuando un día tras su jornada de prácticas volvió con un ojo morado.
-Ahh Javier y ese ojo?
-Nada chiquilla, gajes del oficio.
-Pero ¿qué te pasó?
-Que no fui suficientemente delicado y apagué la tele cuando pensé que ningún usuario le estaba haciendo caso, no me di cuenta de que Santi estaba tranquilo al fondo viéndola. Ahhh Santi, si lo vieras.... mide casi dos metros y normalmente no se altera, pero ya aprendí hoy que no se puede bajar la guardia.... 
-Por favor Javier, esas prácticas van a acabar contigo, mándalas ya pal'carajo.
-Un puñetazo también se la puede llevar un enfermero en un hospital y peor cuando quién te la da no tiene la excusa de su discapacidad.
En aquel momento supo Espe que su amigo no iba a pedir traslado. Al igual que ella en la radio, su amigo había encontrado su camino. 
Aunque él aún  no lo supiera.

Continuará.








2 comentarios:

  1. Me gusta mucho cómo describes lo de Javier, todos los que nos dedicamos a esto hemos pensado en abandonar en algún momento pero la vocación nos puede. Mil besos amiga 😘😘

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  2. Te entiendo, de hecho mi experiencia como cuidadora de discapacitados cuenta mucho en esta historia. La anécdota del puñetazo es real aunque no fuera en un ojo.
    Besos amiga.

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