La contadora de historias. Capítulo XIII.

 La relación de amistad con Ousman se fue afianzando. 

Javier estaba loco por conocer al abogado que hacía que su amiga tuviera una luz diferente. Se alegraba por Espe, pero también temía que volvieran a hacerle daño.

Despejó sus dudas cuando al fin lo conoció. 

-Espe chiquilla, no me habías dicho lo bueno que está, lástima que sea hetero, si no anda que no le iba a tirar los tejos.... Y tú espabila, que se nota que los dos se gustan, ¿a qué esperas?

Espe no se quería hacer ilusiones, cierto es que se estaba enamorando de aquel hombre y a veces quería pensar que él sentía lo mismo, aunque el miedo al rechazo seguía en su interior, paralizante y puñetero.

Pero la piel a veces actúa por sí misma y el día que Ousman dio el primer paso se dejó llevar. 

Así supo que tener relaciones sexuales satisfactorias no tenía nada que ver con su primera vez. 

Estaba en una nube, sin embargo el peso del colgante, la lágrima de cristal que se prometió no quitarse nunca, le recordaba la herida que no se permitía cerrar.

Una tarde de invierno estaba la pareja en el sofá compartiendo una buena manta y escuchando un audiolibro con Rafiki a sus pies, cuando Ousman preguntó:

-Mi niña, ¿por qué siempre que intento acariciarte la cara me retiras la mano?

-Porque eres ciego y la palma de tu mano "ve".

-¿Y cuál es el problema?

-Que no soy bonita, en realidad soy fea, bastante fea.

-Espe, yo soy negro. ¿Te plantearías no ser mi pareja por eso?

-Claro que no.

-Pues hay gente que sí. Además soy ciego, ¿crees que por ello algunas mujeres me rechazarían? Ya te digo yo que sí. 

Es como una selección natural, las personas que no me aceptan por ser negro o ciego en realidad me están haciendo un favor. Así no comparto mi vida con alguien que no valga la pena. ¿De verdad crees qué no estaría contigo porque según tú eres fea?

Espe por respuesta cogió la mano de Ousman y la llevó a su cara.

La pareja se fue consolidando, hicieron planes para irse a vivir juntos y ser padres.

Espe seguía disfrutando de su trabajo. 

¿Qué más se podía pedir?

Pero el animal herido que Espe guardaba dentro le decía que no era posible tanta felicidad, que cuando menos lo esperara un zarpazo la volvería a romper en pedazos.

Continuará.