Espe se instaló en un desapego emocional por mantenerse a salvo, aunque a veces no podía evitar una sensación nueva: sentirse fea también por dentro.
Centrada en su trabajo su única relación afectiva, quitando la familiar, era su amistad con Javier.
Fue testigo del enamoramiento de su amigo al entrar en su vida Pablo, también enfermero y que hizo que Javier se planteara otro rumbo en su vida.
Javier siempre había deseado ser padre, cuestión bien complicada, pero al encontrar en Pablo la misma inquietud comenzó a informarse en serio para iniciar una adopción.
Espe pensó que sobraba viviendo en el mismo techo con la pareja y le dijo a Javier que buscaría alguna casa para mudarse pronto.
Pero Javier la convenció con sus argumentos:
-Chiquilla, ahora te necesito más que nunca. Lo de la adopción va por buen camino y cuento contigo. He estado viendo unos pisos que ponen pronto a la venta, son pequeños y no están mal de precio. Yo había pensado proponerte que compremos dos que estén juntos. Así me dejas tranquilo con la perreta de que ahora sobras. Cada uno tendría su intimidad y al mismo tiempo estaríamos siempre a mano.
Sabes que lo más probable es que adopte a un niño con discapacidad y Pablo y yo contamos contigo para la crianza.
Javier pudo respirar aliviado al ver que Espe estaba de acuerdo. Sus argumentos eran ciertos, pero sabía que su amiga no estaba bien y alejarla físicamente del único ancla que la ataba, terminaría por hundirla.
Pasaron unos años y las circunstancias no parecían desfavorables para Espe.
Se mudó a la casa nueva, pasando de ser compañera de piso a vecina de Javier. Este vivía con Pablo y la niña con autismo que finalmente adoptaron y a la que llamaron Belén.
Espe se sintió útil colaborando con la niña, se organizaban sus respectivos horarios de trabajo y Belén siempre estaba bien atendida.
Veía con orgullo crecer a la niña y la vecindad relativa -pasaban de una casa a otra como si de una sola se tratara- llenaba sus días. Pero otra cosa eran las noches, cuando se preguntaba que hubiera de su vida si le hubiera dado una oportunidad a Ousman. Se atormentaba ahogándose en el agujero negro que le vaciaba el corazón.
Cumplió 40 años sin esperar que de un día para otro su mente le jugara malas pasadas, como cuando queriendo encontrar alguna palabra su memoria se la negaba. Más de una vez se quedó en blanco durante su trabajo en la radio y se mortificaba, teniendo que recurrir a llevar escritas las entrevistas. Sabía que le restaba espontaneidad, pero la alternativa a que su mente se distrajera en directo era peor. Luego vinieron otros olvidos, como salir sin llaves o dejar algún fuego encendido.
Pablo advirtió a Javier, trabajaba en un centro especializado con personas que padecían Alzheimer y supo detectar en Espe los síntomas de la maldita enfermedad. Era extraño con su edad, pero no imposible, se conocía como Alzheimer de aparición temprana.
Un día Espe había quedado para ir a buscar a Belén a la piscina y sencillamente lo olvidó.
Ya con las alarmas encendidas, Javier llevó a Espe a especialistas que confirmaron el diagnóstico.
Su caso era complicado, porque en poco tiempo el deterioro cognitivo de Espe corría como un caballo desbocado.
Javier y Pablo se hicieron cargo mientras pudieron de ella, pero llegó en un momento en que no podía permanecer sola. Los padres de Espe eran muy mayores, los hermanos habían emigrado años atrás, Lola se había jubilado y luchaba contra un cáncer que la inhabilitaba como cuidadora.
Solo los tenía a ellos.
Con dolor admitieron que lo mejor que podían hacer era internar a Espe en el centro donde trabajaba Pablo. Les quedaba el alivio de la supervisión personal y directa del amigo.
Espe andaba perdida en su mente llena de agujeros. Lloró cuando la dejaron en aquel sitio que no conocía, pero se le olvidó al rato.
Incapaz de retener información nueva o del pasado, solo sabía intuitivamente que a la gente le gustaba escucharla hablar.
Cada mañana Pablo la llevaba al salón y los demás internos se dejaban acariciar por aquella voz. Espe contaba historias que no tenían pies ni cabeza, así narraba relatos donde los hombre se quedaban embarazados, había pájaros que hablaban....pero a sus escuchantes no les importaba. Total, igualmente lo iban a olvidar..... Pero era tan bonita la forma de hablar de aquella mujer con su voz de caramelo que lo demás no importaba.
Espe lo olvidó todo, hasta su fea cara.
Muchas tardes la iba a ver un hombre negro luciendo ya algunas canas. De la mano paseaban por el jardín y charlaban.
Ella lo olvidaba derritiéndose su memoria como mantequilla al fuego y cada encuentro lo vivía como si fuera el primero.
Él le decía que la seguía queriendo y a Espe la sonrisa le duraba lo suficiente para que Ousman la pusiera delante de un espejo que por fin no la espantaba, devolviéndole la imagen de su cara.
-¿Ves los bonita qué eres?
Y ella vacía de recuerdos creía las palabras de aquel hombre como si no hubiera un mañana.
Fin.
Me ha sorprendido el final pq no lo esperaba así, pero ha sido un gran final. Me ha emocionado su lectura, y te lo vuelvo a repetir amiga, tienes el Don de llegar a la gente por tus relatos, una pena que sólo unos pocos podamos disfrutar de este privilegio. Gracias. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarPues que bien que el final no te haya decepcionado, tenía mis dudas, pero no todo va a ser "y fueron felices y comieron perdices". Aunque según lo mires Espe a su manera es por fin feliz.
ResponderEliminarGracias siempre por tus ánimos, la próxima semana a por otra historia. Besos amiga.